Un páramo llamado Barcelona


Axel Seib

Tratando anteriormente de la inmersión lingüística y de su carácter implacable y traumático en los casos en que hay poca o nula capacidad de defensa, se me planteó una cuestión derivada. Es posible que un extranjero que llegue a alguna localidad catalana, se encuentre que la escolarización de sus hijos es un campo minado. Minado para aquellos que no se someten a los dictados de los fetiches de los caciques con espardeñas. Pero me cabía la esperanza que fuera del sistema educativo, aquellos niños y sus padres pudieran encontrar formas de adquisición e integración cultural y lingüística más «simpáticas» y, también, en español.

Craso error. La búsqueda de actividades culturales en lengua española en Barcelona se muestra yerma como la despensa de Rufián tras un mal día. Recomiendo hacer una búsqueda online para intentar encontrar actividades culturales en español en Barcelona o Cataluña. Búsquese como se quiera. Se encontrarán academias de idiomas, casales de cultura municipales que jamás han hecho nada en lengua castellana y poco más. Más desilusionante si se añade que sean actividades para niños o actividades familiares en la lengua materna del 60% de los catalanes.

Por el contrario, búsquese «activitats en català a Barcelona». Gancho directo. Actividades especialmente diseñadas para quien busca hacer algo con niños y familia en catalán. Visitas, actividades especiales, talleres y eventos. Me parece fantástico. Aunque las tres primeras webs son del Consorcio por la Normalización Lingüística y la web de Gencat. Vaya, un ente público pagado entre todos con un nombre que significa poco menos que “¡Habla la lengua del amo, anormal!”, y el gobierno catalán. Poca sorpresa. El expolio de recursos de toda la población para sufragar las neuras lingüísticas de los de siempre, es bien conocido. Yo pago impuestos para que un Don Pimpón provinciano se pasee por Barcelona denunciando negocios rotulados en castellano. Y también para que me digan que tengo suerte de poder ir al cine a ver la última petardada de Hollywood en español mientras sufrago el taller municipal de ejercicios para el suelo pélvico en catalán. Porque la patria requiere el esfuerzo de todos. Y un suelo pélvico firme. Y en catalán. Supongo que piensan que al haber labios cerca, también hablan.

El revés de realidad que me llevé al hacer tal búsqueda, fue grande. No voy a decir que no lo esperase. Pero, aún y así, la torta dolió.

Y dolió especialmente porque siempre se escuchó, con razón, que Barcelona fue la capital cultural de España. Bueno, también se decía que era la capital económica. Y ahora es la pena capital. Sobre todo si te cruzas con el joven equivocado.

Pero me centro en la, antaño, condición de Barcelona como capital cultural de España. Hemos tenido de los mejores artistas, músicos, actores, escritores, cineastas, emprendedores culturales y guionistas. Ahora tenemos guiñapos.

La política de los últimos 40 años, siguiendo la línea de la inmersión lingüística, ha sido la de cargarse esa condición. Se acabó premiar e incentivar la iniciativa cultural en general. Se acabó aprovechar las virtudes del propio mercado. Si el 60% de la población es hispanohablante, ajo y agua. Si en las áreas urbanas son el 80%, que se busquen un centro regional controlado por el PSC para que sean charnegos inofensivos y folklóricos. Pero nada más. Inflamos con recursos públicos cualquier actividad que suene bien por el apellido del organizador y su entonación lasciva de la ele geminada. Llenamos teatros, salas de eventos, actividades y productoras de fondos para cualquier ocurrencia del Joel Joan de turno. Luego no queda ni un duro para hacer un cartel de la Fiesta Mayor en la lengua mayoritaria, lógico. Se van los dineros en «la aldea nos visita». Y así, dinamitando la iniciativa, con leyes que permiten la denuncia gratuita de cualquier cateto ofendido porque el bar es de José, perdiendo talento, llenando bolsillos de unos y expulsando la lengua mayoritaria, obtenemos lo que tenemos.

Obtenemos un páramo cultural en el que el 60% de la población es un mercado cultural inexistente. A lo sumo podemos ir a ver un monologuista en Paralelo. O el Joker 2. Fantástico. Marginado y torturado. 

Yo no aspiro a que nos subvencionen el ocio cultural con obras magnas y de complejo fondo y depurada técnica. Tras 40 años marginados y siendo tratados como gente sin cultura, lo cual es gracioso porque es como llamarle pobre a quién le robas, la gente da lo que da. Así que yo me conformaría con obras de teatro familiares. O actividades al estilo de las pagadas por mis impuestos y gestionadas por los del Consorcio de Normalización Lingüística.

Porque gracias al páramo que tenemos, así sucede que catalán que pisa Madrid, va como una gacela directa a ver el Rey León. Porque a eso se ha reducido nuestra noción de lo que es cultura. Ir a Madrid a ver el Rey León.



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2 respuestas

  1. ¿Subvencionar el ocio cultural?

    El que quiera ocio, que lo pague de su bolsillo.

    Excepto para cosas antieconomicas, pero de imagen internacional, como la ópera de calidad, no se debe subvencionar nada.

    Si a caso bajar los impuestos, que son confiscadores y solo sirven para mantener corruptos políticos….y con dinero propio en el bolsillo, cada cual sabe mejor que nadie cómo pasar su tiempo libre con el dinero tan duramente ganado.

    Por cierto, que si los pisos no tuvieran el precio artificialmente inflado por los políticos, cada uno podría dedicar ese dinero extorsionado para causas mejores y que le satisfagan mejor.

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  2. «Siempre se escuchó» y «siempre se decía», ¡nada!

    Barcelona ha sido la capital cultural y económica de España: los números están ahí y no engañan.

    Y la capital mundial del libro en la hispanoesfera.

    Hasta que vino Pujol y lo arrasó todo.

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