MANIFIESTO FUNDACIONAL DE SOMATEMPS
“Nuestras raíces, nuestro futuro”
26 de abril de 2014
Vigilia de la festividad de Nuestra Señora de Montserrat.
Reunidos en este emblemático lugar, el Real Monasterio de Santa María de Poblet, catalanes de toda condición hemos venido a recordar nuestras raíces para soñar nuestro futuro. Las primeras piedras de este glorioso edificio fueron erigidas por orden del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, en los albores del siglo XII, a la par que nacía la palabra “Cataluña”. Los significados que afloran en este lugar se acumulan sin cesar forjando un magnífico mosaico de nuestra identidad catalana.
Nuestras raíces
En esta comarca tarraconense de la Conca de Barberà, se asentó la orden del Císter como un baluarte cultural y espiritual, en medio de la “Catalunya Nova” que durante siglos había sido musulmana. Se culminaba prácticamente así la reconquista frente al Islam y la liberación de nuestras tierras. Fue un Rey de la Corona de Aragón, Pedro el Ceremonioso, quien en el siglo XIV decidió la creación del Panteón real que había de ser lugar de reposo de los reyes de Aragón. En ellas se rastrea nuestra historia y desde ahí nos contemplan, entre otros, Alfonso V de Aragón, Jaime I el Conquistador o Martín I de Aragón. Fueron enterrados también los Trastámara, castellanos reinantes en Aragón y Condes de Barcelona, tras el compromiso de Caspe. Por eso, Poblet se le conoce hoy como el Escorial catalán.
Uno de los últimos nobles enterrados entre estos sagrados muros fue Carlos Pío de Habsburgo-Toscana y Borbón, en 1953. Descendiente lejano de aquel Archiduque Carlos que en 1704 reclamara el trono de España y al que los barceloneses le permanecieron fieles hasta el 11 de septiembre de 1714, demostrando su valor amor a la Hispanidad. Este lugar también fue testigo de las guerras civiles decimonónicas entre catalanes. Expropiado el monasterio con la desamortización, y expulsados sus moradores legítimos, el sacro lugar cayó en el abandono y olvido. Sólo un puñado de entusiastas, entre los que se encontraba el mismo Gaudí, lograron su restauración en el primer tercio del siglo XX. Lo que parecía estéril y desolado ha recobrado su alma y vitalidad. Y esto es lo que aspiramos, en esta encrucijada histórica, para nuestra querida Cataluña.
Un ejemplo de Hispanidad
Corría el año 1585. El rey Felipe II, que gobernaba uno de los mayores imperios jamás visto, visitó estas tierras con su séquito deseando conocer el famoso monasterio. El correo real que debía avisar de la llegada del soberano informó al Abad de la arribada inminente del Rey, llamando a la puerta del recinto. Y se produjo este conocido diálogo. El hermano portero preguntó desde dentro:
—¿Quién llama?
—Abrid en seguida. Apresuraos, porque el rey llega tras de mí.
—¿Qué rey? —preguntó el portero.
—El de España.
—Aquí no conocemos a ese señor rey.
—¿Estáis loco? —exclamó el correo—. Abrid a su majestad el rey de España don Felipe II.
—Os digo y repito —insistió el monje— que aquí no conocemos al rey de España, y que no podemos en esta ocasión albergarle, por estar esperando a nuestro soberano.
El lacayo fue a contar angustiado al rey lo que pasaba. Felipe II le dijo:
—Si hubierais dicho que ibais en nombre del Conde de Barcelona, os hubiesen abierto.
Volvió el mensajero de nuevo y gritó:
—¡Abrid al Conde de Barcelona!
De golpe se abrieron de par en par las puertas del monasterio, siendo recibido con los máximos honores por toda la comunidad.
Esta anécdota es el reflejo de lo que fueron los pueblos hispanos, donde el Rey lo era de comunidades, principados, condados y reinos concretos. Donde su título era el de Rey de las Españas, pues muchas y diversas eran éstas, sin menoscabo de un profundo sentimiento de unidad espiritual y política que respetaba los fueros, leyes y tradiciones de cada reino.
La catalanidad es Hispanidad
La historia es el rastro que dejan los pueblos para que los que viven el presente sepan reconocer su destino y aventurar su futuro. ¡Qué gloriosa es la historia de Cataluña y cuan tergiversada ha estado! ¿Quién puede dudar de la participación catalana en las Navas de Tolosa, en la toma de Granada, o en Lepanto? ¿Quién puede dudar que los primeros mojes que arribaron al Nuevo Mundo, en el segundo viaje colombino, provenían de Montserrat? Acaso podemos olvidar al Padre Bernardo Boyl, el primer vicario apostólico de las Indias Occidentales y abad comanditario del monasterio de San Miguel de Cuixá, donde murió. Es imborrable el recuerdo castrense del Batallón de Voluntarios Catalanes que durante tres siglos defendió la Monarquía hispánica desde Sicilia hasta California. O cómo ocultar las lágrimas que se vertieron por la pérdida del Rosellón debido a la locura de Pau Claris, o el bando que Rafael de Casanova publicaba antes de la rendición de Barcelona, verdadero canto a la Hispanidad, o “El cant dels Ocells” dedicado a “Carles III lo rei de les Espanyes”. Por nuestras venas corre la sangre no sólo de los almogávares medievales, sino también la de hombres como Joan Orpí i del Pou que, en el siglo XVII, fundaron la “Nueva Cataluña” en la actual Venezuela. Y qué decir de los voluntarios catalanes que se levantaron en armas contra la Convención francesa e intentaron reconquistar el Rosellón al grito de “Visca España” en la Guerra Gran. Imborrables son las gestas en el Bruch, de Gerona y Tarragona en su resistencia patriótica a las fuerzas napoleónicas. Con profundo amor patrio, aunque por diferentes cosmovisiones, lucharon republicanos y carlistas en el siglo XIX. Igualmente, los voluntarios catalanes renovaron las glorias almogávares a las órdenes de Prim o en Cuba se escribieron las páginas más gloriosas de los voluntarios catalanes. ¿Quién puede negar que la Catalanidad es Hispanidad?
La ruptura de la catalanidad
Sólo la influencia extranjerizante, la venida de Europa, no de Castilla como pretenden algunos, fue capaz de desgastar la catalanidad de nuestra tierra, para convertir su patriotismo hispano en nacionalismo vacuo. Las ideas afrancesadas que portaban los soldados de Napoleón en sus mochilas, como reconoce Rovira y Virgili, fueron una de las causas del surgimiento del nacionalismo catalán. A ello se sumó el Romanticismo, tanto escocés en literatura como el alemán en cuestiones artísticas. Por fin el pseudomisticismo francés, representado por Lamennais y Bonald entraron en tierras catalanas. Las elites económicas y espirituales de Cataluña –principalmente castellanohablantes- se embebieron de este brebaje de ideas y fantasías que acabó afectando a la identidad de nuestro pueblo. Surgió el historicismo romántico de los Bofarull, que idearon un nacimiento de Cataluña o una Edad Media que nunca fue tal como la soñaban. Se fantaseó con el “renacimiento” de una lengua que nunca se había perdido. A cambio el hablar popular fue restringido y sometido a normas inventadas por Pompeyo Fabra. El romanticismo y las revoluciones nacionalistas en la Europa decimonónica hicieron derivar un catalanismo cultural en movimiento político, justo en el momento en el que España pasaba una de sus peores crisis tras la pérdida de Cuba y Filipinas. El catalanismo político que soñaba liderar, en boca de Cambó, una “Espanya Gran”, acabó transformándose en un nacionalismo que odiaba todo lo hispano y, por tanto, sin sospecharlo, la propia catalanidad.
Nuestro futuro
El nacionalismo toma el nombre de “Cataluña” en vano. Se arroga la identidad de un pueblo del cual es incapaz de asumir su propia historia y, lo que es peor, su alma. Por eso el nacionalismo secesionista, invocando un falso derecho a la autodeterminación, pretende desarraigarnos de nuestra filiación y hermandad con los otros pueblos hispanos. La secesión de Cataluña no representaría el “renacimiento de una nación”, sino la muerte de una identidad colectiva cristalizada durante siglos. Es por ello que los políticos nacionalistas rehúsan el debate histórico y se encolerizan ante quien les contradice. Ellos, los únicos y verdaderos “botiflers” (o extranjerizantes), dicen amar Cataluña, pero en el fondo odian la Catalanidad y con ella al resto de la Hispanidad. Nada se puede construir con odio y mucho menos con odio a lo propio. Cierto es que la historia de Cataluña ha sido agitada y que muchas veces, a lo largo de la historia, las guerras civiles internas afloraron. Pero también es verdad que la pertenencia a una realidad más grande, la Monarquía hispánica, nos sacó de nuestro ensimismamiento. El estar hermanados con otros pueblos hispanos nos hizo grandes, agudizó nuestro genio e ingenio. Hasta tal punto fue así que durante dos siglos Cataluña ha liderado España tanto en lo económico, como en las gestas armadas o en la política y la cultura. Hoy, en nombre de la “Nación catalana” se nos está arrebatando nuestro destino, arrastrándonos a un precipicio suicida. ¡Catalanes miremos el camino que ha trazado nuestra historia y descubriremos el falso sendero por el que nos conducen nuestros pastores ciegos!
Aún estamos a tiempo
Sí, aún estamos a tiempo. Muchas de las semillas que sembraron nuestros mayores están aún por germinar. Frente a un secesionismo sin alma ni razones, excepto el autoodio proyectado al resto de España, muchos catalanes queremos seguir siendo fieles a nuestras raíces. Como el Monasterio de Poblet supo resurgir de sus ruinas, así deseamos que esta tierra de nuestros padres vuelva a tener la vida que la hizo grande. Poblet renació porque nuevamente se repobló de hombres, esos mojes, que se consagraron a un proyecto al que entregaron sus vidas. SOMATEMPS nace con una vocación similar: consagrarnos a recuperar nuestra historia, pero no para quedarnos encerrados en ella sino para que nos ilumine en nuestro caminar en cuanto pueblo. La cizaña de la historiografía nacionalista ha asfixiado a muchas almas de buenos catalanes que deseosos de amar su tierra han acabado despreciando a sus hermanos. SOMATEMPS nace con el ánimo de ayudar a redescubrir Cataluña tanto a los catalanes como al resto de españoles. Deseamos detener el flujo de odio vertido por aquellos que son separatistas o bien separadores. SOMATEMPS nace sin complejos y está dispuesta a consagrar sus esfuerzos y energías para preparar en un futuro no muy lejano la única y verdadera “Renaixença” del alma catalana que otra falsa “renaixença” nos arrebató hace un siglo. Nuestros esfuerzos no serán para que nosotros veamos el fruto, pero sí para que nuestros hijos y nietos sigan sintiendo lo que verdaderamente ha sido y ha de ser Cataluña.
* * *
MANIFEST FUNDACIONAL DE SOMATEMPS
“Nostres arrels, nostre futur”
Poblet, 26 d’abril de 2014
Vigilia de la festivitat de la Mare de Déu de Montserrat
Aplegats en aquest lloc emblemàtic, el Reial Monestir de Santa Maria de Poblet, catalans de tota condició hem vingut a recordar les nostres arrels per a somiar el nostre futur. Les primeres pedres d’aquest gloriós edifici van ser erigides per ordre del comte de Barcelona, Ramon Berenguer IV, en els albors del segle XII, al mateix temps que naixia la paraula “Catalunya”. Els significats que afloren en aquest lloc s’acumulen sense pausa, forjant un magnífic mosaic de la nostra identitat catalana.
Les nostres arrels
En aquesta comarca tarragonina de la Conca de Barberà s’establí l’orde del Císter com un baluard cultural i espiritual enmig de la “Catalunya Nova”, que durant segles havia sigut musulmana. Es culminava així pràcticament la reconquesta enfront de l’islam i l’alliberament de les nostres terres. Fou un rei de la Corona d’Aragó, Pere el Cerimoniós, qui al segle XIV decidí la creació del Panteó Reial que havia de ser el lloc de repòs dels Reis d’Aragó. Aquí es rastreja la nostra Història i des d’aquí ens contemplen, entre d’altres, Alfons el Magnànim, Jaume el Conqueridor o Martí l’Humà. En aquest cenobi hi foren enterrats també els Trastàmara, castellans que regnaren a Aragó i foren Comtes de Barcelona després del Compromís de Casp. Per això, Poblet és conegut avui com a “l’Escorial català”.
Malauradament, aquest monestir fou també testimoni de les guerres civils del segle XIX entre catalans. Expropiat el monestir amb la desamortització i expulsats els seus habitants legítims, aquest lloc sagrat caigué en l’abandó i l’oblit. Només un grapat d’entusiastes, entre els quals s’hi trobava el mateix Gaudí, van aconseguir la seva restauració al primer terç del segle XX. El que semblava estèril i desolat ha recobrat la seva ànima i vitalitat. I això és allò a què aspirem, en aquest enforcall històric, per a la nostra estimada Catalunya.
Un exemple d’Hispanitat
Era l’any 1585. El rei Felip II, que governava un dels més grans imperis mai coneguts, visità aquestes terres amb el seu seguici cercant de conèixer el famós monestir. El correu reial, que havia d’avisar de l’arribada del Sobirà, trucà a la porta del recinte i es produí aquest conegut diàleg:
– Qui truca?
– Obriu de seguida. Afanyeu-vos, que el Rei arriba ben aviat.
– Quin Rei?
– El d’Espanya.
– Aquí no coneixem a aquest senyor Rei.
– Sou boig? –exclamà el correu-. Obriu a Sa Majestat el Rei d’Espanya en Felip II.
– Us dic i us repeteixo –insistí el monjo- que aquí no coneixem el Rei d’Espanya, i que no el podem allotjar, ja que estem esperant el nostre Sobirà.
– El lacai marxà angoixat a contar al Rei allò que passava. Felip II li va dir: Si haguéssiu dit que anàveu en nom del Comte de Barcelona us haurien obert
– El missatger hi va tornar i cridà: Obriu al Comte de Barcelona!
– Tot d’una s’obriren de bat a bat les portes del monestir, i Felip II va ser rebut per tota la comunitat amb els màxims honors.
Aquesta anècdota reflecteix allò que foren els pobles hispans, on el Rei ho era de comunitats, principats, comtats i regnes concrets. On el seu títol era Rei de les Espanyes, ja que aquestes eren moltes i diverses, sense minva d’un profund sentiment d’unitat espiritual i política que respectava els furs, lleis i tradicions de cada regne.
La Catalanitat és Hispanitat
La Història és el rastre que deixen els pobles per a què els que viuen el present sàpiguen reconèixer el seu destí i aventurar el seu futur. Que n’és de gloriosa la història de Catalunya i com n’ha estat, de capgirada! ¿Qui pot dubtar de la participació catalana en les Navas de Tolosa, en la presa de Granada o a Lepant? ¿Qui pot dubtar de què els primers monjos que arribaren al Nou Món, en el segon viatge colombí, eren de Montserrat? ¿És que potser podem oblidar el pare Bernat Boïl, el primer vicari apostòlic de les Índies Occidentals i abat comanditari del monestir de Sant Miquel de Cuixà, on va morir? És inesborrable el record castrense del Batalló de Voluntaris Catalans que durant tres segles va defensar la Monarquia hispànica des de Sicília fins a Califòrnia. ¿O com amagar les llàgrimes que es van vessar per la pèrdua del Rosselló, deguda a la bogeria de Pau Claris; o el bàndol que Rafael de Casanova publicà abans de la rendició de Barcelona, veritable lloa a la Hispanitat; o “El Cant dels Ocells” dedicat a “Carles III, lo Rei de les Espanyes”? Per les nostres venes corre la sang no només dels almogàvers medievals, sinó també la d’homes com Joan Orpí i del Pou, que al segle XVII van fundar la “Nova Catalunya” en l’actual Veneçuela. ¿I què hem de dir dels voluntaris catalans que s’aixecaren en armes contra la Convenció francesa i intentaren reconquerir el Rosselló al crit de “Visca Espanya!” en la Guerra Gran? Inesborrables són les gestes del Bruc, de Girona i de Tarragona en la seva resistència patriòtica a les forces napoleòniques. Amb profund amor patri, tot i que per diferents cosmovisions, lluitaren republicans, liberals i carlins al segle XIX. Igualment, els voluntaris catalans renovaren les glòries almogàvers a les ordres de Prim, i a Cuba i Filipines s’escrigueren les pàgines més glorioses dels voluntaris d’ultramar. Qui pot negar que la Catalanitat és Hispanitat?
La ruptura de la Catalanitat
Només la influència estrangeritzant, la vinguda d’Europa (no de Castella, com pretenen alguns), va ser capaç de desgastar la Catalanitat de la nostra terra, per a convertir el seu patriotisme hispà en nacionalisme buit. Les idees afrancesades que portaven els soldats de Napoleó a les seves motxilles, com reconeix Rovira i Virgili, foren una de les causes del sorgiment del nacionalisme català. A això cal afegir-hi el romanticisme, tant l’escocès a la literatura com l’alemany en qüestions artístiques. També el pseudomisticisme francès, representat per Lamennais, entrà a terres catalanes. Les elits econòmiques i espirituals de Catalunya —principalment castellanoparlants— s’abeuraren en aquesta doll d’idees i fantasies que acabà afectant la identitat del nostre poble. Sorgí l’historicisme romàntic dels Bofarull, que idearen un naixement de Catalunya o una Edat Mitjana que mai no va ser com la van somiar. Es va fantasiejar amb el “renaixement” d’una llengua que mai no s’havia perdut. En canvi, la parla popular fou sovint restringida i sotmesa a normes artificials i artificioses. El romanticisme i les revolucions nacionalistes a l’Europa del segle XIX varen fer derivar el catalanisme cultural en un moviment polític, just al moment en què Espanya travessava una de les seves pitjors crisis després de la pèrdua de Cuba i Filipines. El catalanisme polític que somiava encapçalar, per boca de Cambó, una “Espanya gran”, s’acabà transformant en un nacionalisme que odiava tot allò hispà i, per tant, sense sospitar-ho, la mateixa Catalanitat.
El nostre futur
El nacionalisme pren el nom de “Catalunya” en va. S’atribueix la identitat d’un poble del qual és incapaç d’assumir la Història i —el que és pitjor— l’ànima. Per això el nacionalisme secessionista, invocant un fals dret d’autodeterminació, pretén desarrelar-nos de la nostra filiació i agermanament amb la resta de pobles hispans. La secessió de Catalunya no representaria el “renaixement d’una nació”, sinó la mort d’una identitat col·lectiva cristal·litzada durant segles. Per això els polítics nacionalistes rebutgen el debat històric i s’enutgen amb qui els contradiu. Ells, els únics i veritables “botiflers” (o estrangeritzants), diuen estimar Catalunya, però en el fons odien la Catalanitat i amb ella la resta de la Hispanitat. Res no es pot bastir amb odi, i molt menys amb odi a allò que ens és propi. És cert que la Història de Catalunya ha estat agitada i que moltes vegades hi ha hagut guerres civils internes. Però també és cert que la pertinença a una realitat més gran, la Monarquia hispànica, ens va treure del nostre embadaliment. Estar agermanats amb altres pobles hispans ens va fer grans, esmolà el nostre geni i enginy. Tant fou així que durant dos segles Catalunya ha encapçalat Espanya tant en la vessant econòmica com en les gestes armades, en la política i en la cultura. Avui, en nom de la “nació catalana”, se’ns està arrabassant el nostre destí, arrossegant-nos vers un penya-segat suïcida. Catalans, mirem el camí que assenyala la nostra Història i descobrirem la falsa sendera per la què ens condueixen els nostres necis governants!
Sí, encara hi som a temps. Moltes de les llavors que sembraren els nostres avis encara han de germinar. Enfront d’un secessionisme sense ànima ni raons, excepte l’autoodi projectat vers la resta d’Espanya, molts catalans volem continuar sent fidels a les nostres arrels. Com el Monestir de Poblet va saber ressorgir de les seves runes, també nosaltres desitgem que aquesta terra dels nostres pares torni a tenir la vida que la va fer gran. Poblet va renéixer perquè novament es repoblà d’homes, aquells monjos que es consagraren a un projecte al qual van lliurar la seva vida. Somatemps neix amb una vocació semblant: consagrar-nos a recuperar la nostra Història, però no per a restar-hi tancats, sinó per a què ens il·lumini en el nostre caminar com a poble. El jull de la historiografia nacionalista ha ofegat moltes ànimes de bons catalans que, desitjant estimar la seva terra, han acabat menyspreant els seus germans. Somatemps neix amb l’ànim d’ajudar a redescobrir Catalunya tant als catalans com a la resta d’espanyols. Desitgem aturar el flux d’odi vessat tant pels que són separatistes com pels que són separadors. Somatemps neix sense complexos i està disposada a consagrar els seus esforços i energies a preparar en un futur no llunyà la veritable “Renaixença” de l’ànima catalana. Els nostres esforços no seran per veure’n nosaltres el fruit, però sí per tal que els nostres fills i néts continuïn sentint allò que veritablement fou, és i ha de seguir sent Catalunya.