Decir que en enero de 1874, el entonces presidente de la I República Española, Emilio Castelar era el Trump español, sería una completa exageración, desde luego, pero no hay duda de que en aquel momento, el republicano centrista Castelar, era la última esperanza de la mayoría de los españoles, o por lo menos de millones de españoles para evitar la desmembración de España por parte de los republicanos federales, que parecía inminente.
Es cierto que contra el caos de la I República se habían alzado los Carlistas, pero en enero de 1874, aunque dominaban Navarra, Vizcaya y Guipúzcoa, excepto las ciudades, parte de Cataluña, de Aragón y de Valencia y tenían presencia militar en zonas de Castilla e incluso de Andalucía, aún parecían lejos de poder dominar toda España a corto plazo.
La I República, proclamada en febrero de 1873, había derivado en un completo caos, a partir de la presidencia del catalán Francisco Pi y Margall, que había intentado promulgar una Constitución para convertir España en una República Federal. Ello provocó el estallido de la Revolución y guerra cantonalista. En decenas de ciudades de toda España la extrema izquierda republicana federalista, influida por el anarquismo, (de alguna manera, los podemitas de la época), proclamó el «Cantón«, es decir una especie de independencia confederal, que disolvía el Estado. El más importante fue el cantón de Cartagena, principal base naval de la Armada española en el Mediterráneo. La Diputación de Barcelona proclamó fugazmente el Estado catalán
Aunque Pi y Margall no estaba implicado en la revuelta cantonalista, y trató sin éxito de apaciguarla por vías dialogadas, era obvio que su sectarismo federalista había provocado la sublevación cantonalista y su fracaso en sofocarla le hizo perder el poder.
Fue sustituido por Nicolás Salmerón, un republicano izquierdista, algo más moderado que Pi y Margall, que sofocó con el Ejército la mayoría de los cantones pero su fracaso en algunos de ellos y muy especialmente en el de Cartagena, le hizo perder también el poder, a principios de septiembre de 1873, después de dos meses de Gobierno. Medio Ejército estaba además infiltrado por los republicanos federales y amotinado.
Le sustituyó como presidente Emilio Castelar y Ripoll, natural de Cádiz, un republicano que desde posiciones muy izquierdistas de joven había evolucionado a posiciones moderadas y centristas, incluso conservadoras, comparadas con las de los republicanos más izquierdistas y federalistas del momento. Castelar tenía fama de ser un extraordinario orador.
Ante la crítica situación que vivía España muchos pensaron que las buenas relaciones de Castelar con los numerosos altos oficiales del Ejército conservadores y monárquicos, podían hacer que estos generales se implicaran mucho más en sostener la República y Castelar fue nombrado presidente de la I República, en sustitución de Salmerón.

Castelar era un republicano unitario, totalmente opuesto al federalismo. Restauró la disciplina en el Ejército, con medidas drásticas. Sofocó los últimos cantones y bombardeó abundantemente a los rebeldes de Cartagena hasta llevarlos al límite de la rendición. Inició una apertura a dialogar con las minorías monárquica alfonsina, encabezada por Antonio Cánovas del Castillo y conservadora. Y también restableció contactos con el Vaticano, con el que la I República había roto relaciones. Y además, pese a la crítica situación en España, envió refuerzos a Cuba a luchar contra la insurgencia separatista, pues se vivía desde 1868 la gran guerra insurgente conocida como Guerra de los Diez Años
Todo ello provocó la ira de muchos republicanos que acusaron a Castelar de traidor a la República y amigo de los monárquicos y la Iglesia. El gobierno de Castelar se sostenía en las Cortes con una precaria mayoría, gracias al apoyo del sector de Salmerón, pero finalmente este le retiró su apoyo en diciembre de 1873. La influencia masónica era muy fuerte en el Partido Republicano Federal
Se anunció una dramática moción de censura en el Parlamento. Si Castelar no la ganaba, perdería el poder y sería sustituido por el federalista radical valenciano Eduardo Palanca, como presidente. Palanca estaba en relación con los rebeldes de Cartagena, a los que se dice que animó a no rendirse, pues cuando él fuese presidente, «cantonalizaría» toda España. El horizonte era una República confederal.
Finalmente, con España en vilo, se votó la moción el 3 de enero de 1874. Castelar la perdió por 120 votos a 100. Pero entonces, al saberse el resultado, cuando iba a ser proclamado presidente de la República Palanca, entró en el Congreso un pelotón de la Guardia Civil, al mando del general Manuel Pavía, Capitán General de Madrid, y declaró suspendidas las sesiones del Congreso (a Pavía le habían abierto las puertas del Congreso las guardias civiles encargados de la seguridad del edificio).
Pese a un intento de resistencia por parte de Salmerón y algunos diputados, al disparar los guardias civiles algunos disparos al techo y los pasillos, todos los diputados salieron corriendo, algunos descolgándose por las ventanas. Palanca, finalmente, no fue presidente. Pavía había sido avisado del resultado de la votación de la moción por el diputado liberal catalán Víctor Balaguer (considerado uno de los padres de la Renaixenca. Otra demostración de que los autores catalanes de la época no eran en absoluto separatistas, por lo menos los de las primeras generaciones de la Renaixença)
Pavía, también gaditano, representó a la opinión generalizada en el Ejército y en millones de españoles de que Castelar era el último dique contra la destrucción de España, representada por el sector más radical de los republicanos federales, que estaba a punto de llegar al poder. No era un monárquico conservador, sino un liberal de centro izquierda o muy identificado con Castelar. Se dijo que había dicho a Castelar «le seguiré a usted a cualquier parte». Por cierto Pavía había sido muy amigo del general Prim (asesinado en 1870).
Pavía se había reunido con Castelar una semana antes y le anunció lo que iba a intentar. Castelar le intentó disuadir pero no le destituyó como Capitán General de Madrid, lo que dio origen a acusarle más tarde de complicidad con Pavía por parte de los republicanos federales.
Pero el hecho fue que Castelar no quiso apoyarse en el Ejército para gobernar dictatorialmente, como le ofreció Pavía, y no aceptó seguir como presidente. De hecho rechazó el asalto al Congreso, de Pavía y sus hombres, aunque no lo condenó abiertamente tampoco. Unos días más tarde, el 12 de enero, se rindió definitivamente el cantón de Cartagena
No se instauró entonces en España una dictadura militar, sino un gobierno republicano que seguía siendo de izquierdas, laicista y de influencia masónica, pero inequívocamente unitario y antifederal, a cargo del general Serrano. De hecho, entonces el general Pavía fue puesto al frente de la guerra contra los carlistas, que seguía en el Norte pero fracasó militarmente.
Casi un año más tarde, en diciembre de 1874, el pronunciamiento militar del general Martínez Campos, en Sagunto, proclamó al hijo de la antigua reina Isabel II, derrocada en 1868, Alfonso XII, rey de España. Dando así inicio al periodo conocido como la Restauración.
Castelar siguió declarándose republicano y continuó en política muchos años, en la órbita del Partido Liberal de Sagasta. Siempre mantuvo posturas patrióticas (apoyó el esfuerzo militar en la nueva guerra de Cuba de la década de 1890) pero sin renegar de su republicanismo moderado. Murió en 1899. Su entierro fue multitudinario y se le erigió una estatua en Madrid por suscripción popular que aún está en su lugar.
Por cierto, no hace falta señalar que hoy en día tanto el PSOE como Podemos se declaran herederos de los republicanos federales de la I República.
RAFAEL MARÍA MOLINA
Categorías:HISTÒRIA I RELATS
No se que obsesión tienen los masones con el «federalismo».
Pero de ninguna manera demuestran que así vamos a vivir mejor.
Al contrario, la experiencia actual española, en que a propósito han dividido España en 17 reinos de taifas ( «confederación» ), sólo ha servido para multiplicar el dinero que tenemos que pagar para mantener este engendro que ha roto la unidad de mercado, esencial para territorios que viven de fabricar y vender, como Cataluña.
Es ridículo que, teniendo la mitad de población que Alemania, tengamos el doble de políticos y el doble de funcionarios.
(Sin contar a los falsos funcionarios de las ONGs, que los corruptos políticos «amigos» han puesto a chupar de la ubre pública (en Alemania no se hace)
Y no vivimos el doble de bien que los alemanes.
Sabemos para qué quiere la masonería destruir la monarquía constitucional e imponernos una república dominada por las logias secretas antidemocráticas.
Sabemos también para que quiere esta siniestra secta expulsar la religión católica del país ( «laicismo» anticatolico).
Pero tiene que haber una razon que explique que ganan ellos con el «federalismo» .
Como es un reparto de poderes, es una manera de garantizar que las élites locales se aseguran la poltrona y la influencia caciquil.
Si vemos lo que han hecho con la Universidad (subvencionada casi el 100% por el Estado pero gobernada independiente de él con la excusa de la Ciencia y el conocimiento): que deje de ser controlada por unos para ser controlada por otros (los profesores iniciados en las logias)
La curiosa declaración de la ministra socialista de que el dinero de los impuestos de los trabajadores «no es de nadie» complementa esta observación :
Cuanto más dividido esté algo, más se podrá manipular.
Cuanto más lejos esté el que recauda del que gasta, mejor se podrá robar el dinero de los trabajadores.
Cuanto menos se de cuentas de los resultados y del dinero, más independiente será el corrupto político del mandil.
No necesitamos ni más centralismo ni más confederalismo.
Lo que necesitamos, queremos y exigimos es que las cosas funcionen y los políticos no roben.
Con la excusa de las logias o sin la excusa de las logias.
Ya basta de tomadura de pelo.
Y que conste que con la estafa de la Autonomía Universitaria, la Universidad española es de la peores de Europa (la Universidad Autónoma de Barcelona es la mejor de las españolas)
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Los socialistas y sobre todo los de Podemos se declaran herederos de todo lo inconcebible que se haya podido desarrollar en la historia de España. Hablar de federalismo es algo similar a apoyar los separratismos, algo que les cuadra muy bien porque es uno de los elementos clave para poder desestabilizar la democracia que con tanto cariño eligieron los españoles catalanes evidentemente incluidos. Ahora dirán que son los sucesores de Pi i Margall y con toda seguridad de Valentín Almirall, el verdadero impulsor del federalismo en España.
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Cualquiera intenta buscarse un pasado «glorioso» para apoderarse de su fama.
(porque tanto el PSOE como Podemos no tienen otra cosa de que presumir: la gente no quiere dictaduras ni revoluciones, ni opresion , ni miseria, que es lo que han traído hasta ahora su ideología de envidiosos y fracasados.
La Primera República Bananera fue, como las repúblicas bananeras que los masones crearon en Hispanoamerica, un engendro que no funciono.
No es una casualidad.
En parte por la obsesión de los ilustrados de que el mundo funcione de acuerdo con sus «teorias», «ideologias» y otros dogmas producto de dolores de cabeza y sus ebriaciones etilicas.
Y como paren sus gilipoyeces que nunca funcionan, para meterlas por las narices a los demás en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad no hacen más que dar golpes de Estado, revoluciones y guerras civiles, porque la gente normal no quiere esta bazofia de las luces y los luzos.
¿De verdad tu piensas que partidos marxistas, como el PSOE o PODEMOS, cuyo único objetivo declarado es aplicar la praxis revolucionaria (hacer creer al proletario que el burgués le oprime para que mate y robe en cuanto el político del Partido le de la orden) para dar un golpe de Estado y que los políticos del Partido gobiernen al resto de los ciudadanos con una dictadura de la que no se pueda escapar, quiere la libertad, la igualdad y la fraternidad de la gente?
¡Ni hartos de vino!
Estos corruptos políticos nos creen idiotas y nos tratan como idiotas.
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Me da la impresión JAVIER que te diriges a mi cuando me preguntas «de verdad tú piensas…» A veces me pregunto si es que realmente desarrollo tan mal mis comentarios, para tener que ser acreedor de una pregunta como esta. En pocas palabras no lo entiendo, por tanto agradecería si se me pudiera dar una aclaración de por qué se me hace una pregunta así. Gracias y un saludo.
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