En su momento la noticia conmocionó a España. En los últimos días de agosto de 1983 se produjeron fuertes lluvias en las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa. A partir del día 26 las lluvias cobraron una fuerza que nadie preveía y se convirtieron en trombas y casi 100 localidades vascas empezaron a inundarse.

En Bilbao la ría del Nervión llegó al casco viejo con una altura de 4 metros. Localidades como Bermeo, Azpeitia, incluso Llodio, en el interior quedaron semianegadas por las aguas. Los ríos Nervión, Deva, Urola, Urumea, etc,  se desbordaron. Murieron 34 personas. Algunas de las imágenes más impactantes tuvieron que ver con la labor heroica que llevaron a cabo las Fuerzas de Seguridad del Estado, sobretodo la Guardia Civil.

Con sus lanchas, sus submarinistas y sus helicópteros salvaron a mucha gente, arriesgando sus propias vidas . En pleno periodo de los «años del plomo» del terrorismo de ETA esas imágenes fueron muy comentadas. Muchos, incluso en el País Vasco, auguraron que aquello iba a marcar un antes y un después en la visión que muchos vascos de las zonas dominadas por el nacionalismo radical tenían de la Guardia Civil. Incluso el gobierno vasco de Carlos Garaicoechea, del ala radical del PNV, reconoció ese heroísmo de la Guardia Civil y el propio PNV también lo agradeció públicamente, en lo que fue un hecho insólito.

Sin embargo, las cosas rápidamente volvieron a la trágica «normalidad» vasca de la época. El día 6 de septiembre, cuando las aguas todavía inundaban Vizcaya y Guipúzcoa, ETA asesinó a Arturo Quintanilla Sala, dueño de un bar en Hernani, Guipúzcoa. Una bomba estalló en la Universidad de Navarra, del Opus Dei (que ETA calificó como «centro opresor de la identidad de Navarra») y el 16 de septiembre los terroristas asesinaron en Urnieta al policía Nacional Pablo Sánchez César.

Bajo el impacto emocional de las inundaciones todavía, el propio «lehendakari» Garaicoechea acudió al funeral, algo que no era nada habitual. Pero pronto el heroísmo de las FSE en las inundaciones quedó sepultado por la actualidad y relegado al recuerdo (en el mejor de los casos). Nada cambió política o sociólogicamente en Vascongadas.

Actualmente con la tragedia del Covid, se han visto imágenes realmente insólitas en Cataluña. Soldados de la UME aclamados en localidades de la Cataluña interior nacionalista. Alcaldes y concejales independentistas pidiendo la intervención de la UME para desinfectar residencias ante la incapacidad (siendo generosos) de la Generalitat, ayuntamientos catalanes, y el de Barcelona agradeciendo a los soldados su labor…

Se han oído voces afirmando que esto va a suponer un cambio decisivo en la mentalidad de los catalanes independentistas. Que esto lo va a cambiar todo, que nada va a ser igual porque muchos independentistas han comprendido la incompetencia de la Generalitat y han comprendido que el Ejército es «su Ejército» también…

Sin embargo, pensemos en lo ocurrido con las inundaciones vascas. Aunque fuese un caso motivado por una tragedia de índole muy distinta, se parece porque también se dijo lo mismo entonces allí. Ojalá se cumplan, desde luego, los optimistas pronósticos de algunos en Cataluña pero la triste realidad es que el nacionalismo, en las zonas donde ha echado raíces, como Cataluña o País Vasco, es, trágicamente una cosmovisión tan inamovible que casi nada, como no sea una tragedia mucho mayor (como ocurrió en la Guerra Civil) podría eliminarlo o adormecerlo en la mentalidad de sus devotos.

En el mundo de pesadilla distópica al que cada vez más estamos abocados, después de la extinción de la religión católica, que en otros tiempos fue la cosmovisión dominante, hoy la «religión» principal es el nacionalismo. Para millones de personas el único medio de conseguir placer psicólogico es el aferrarse a su idea de patria y una bandera y aunque en Cataluña no sean la mayoría social si son una mayoría suficiente para hacer la vida imposible a quienes no piensan como ellos

Ya nos advierten algunas voces policiales que se prepara un nuevo intento más violento aún en Cataluña para este otoño, después del fracaso del de octubre pasado. Y ellos mismos no lo ocultan. Y entonces añoraremos los meses del encierro durante el Covid. (Excepto, naturalmente, quienes hayan tenido la desgracia de perder un familiar).