
Uno de los momentos más épicos y sangrientos de la guerra morisca fue la toma del castillo de Frigiliana, en la sierra de Málaga en una batalla de enorme mérito e increíble dureza.
En junio de 1569 un ejército de 3.500 soldados cristianos españoles, pertenecientes al Tercio de Nápoles y a las milicias de Málaga y Vélez Málaga se aprestó a conquistar este estratégico castillo musulmán en la Axarquía malagueña, punto clave para el abastecimiento de los moros desde la sierra alpujarreña y que pendía como una amenaza sobre Málaga y la costa. Se trataba de una posición extremadamente escarpada y de muy difícil acceso.
El Comendador Mayor de Castilla dirigió la operación. Las fuerzas cristianas atacarían simultáneamente ascendiendo 3 colinas, intentando alcanzar el castillo por sorpresa. El 6 de junio los soldados iniciaron el ascenso. No se logró la sorpresa y los moros lanzaron una auténtica lluvia de piedras, flechas y disparos de arcabuz mientras los cristianos subían con gran dificultad por un terreno muy abrupto y pronunciado. Los moros habían arrancado las matas y piedras que pudieran facilitar la escalada.
Los veteranos del Tercio de Nápoles empezaron a alcanzar la cima y se trabó una durísima lucha en la que llevaron la peor parte, pues la situación de los musulmanes era muy favorable.
Muchos cristianos cayeron al abismo. Después de 2 asaltos fallidos, cuando los españoles se hallaban al borde del desastre, llegaron justo a tiempo las milicias malagueñas, que junto con los Tercios lanzaron un último asalto en un esfuerzo supremo. En ese momento por fin se hundió la resistencia musulmana y los cristianos se resarcieron castigando sin piedad a los supervivientes moros en desbandada.
Según el cronista Luis de Mármol murieron 2000 moros y otros 3000 fueron esclavizados. Murieron muchas mujeres moras que habían luchado con tanto ardor como los hombres. Pero la victoria se pagó cara. Murieron 400 soldados cristianos y otros 800 resultaron heridos, entre ellos veteranos de Italia como Don Juan de Cárdenas y Don Alonso Luzón. Lo que estuvo a punto de ser un desastre fue al final una gran victoria cristiana
Rafael María Molina Sánchez. Historiador
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Si tanto costó recuperar el país; y durante tantos siglos,
¿Cómo es que ahora los políticos progresistas se empeñan en deshacer todo este trabajo importando musulmanes con nuestros gastos sociales?
No basta el odio a la religión cristiana ni las consignas de las logias extranjeras.
Hay que ver las consecuencias de las medidas políticas a corto, medio, y largo plazo.
Yo, que no vivo de la política, y que por tanto tengo el conocimiento del que lee periódicos y aplica el sentido común, veo que es una política suicida. Para nosotros y nuestra cultura.
Los homosexuales, feministas, sionistas, librepensadores, laicistas, ateos, parece que tienen información que el resto de nosotros no tenemos, ya que se empeñan en importar esta religión sabiendo muy bien lo que les hacen en cuanto pueden.
Se supone que «somos la generación más preparada de la Historia».
No lo veo.
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