Disturbios que anteceden a la Semana Trágica de Barcelona


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Estación de Atocha

 

En julio de 1909 España se vio envuelta en la guerra de Marruecos. Empezó lo que se conoce como la campaña de Melilla. Una guerra muy dura de varios meses entre el ejército y los rebeldes de la región del Rif. Los guerrilleros marroquíes reunieron en pocas semanas casi 30.000 hombres y ello obligó a un reclutamiento de urgencia de reservas militares y numerosos batallones en toda España, pues en Melilla, que llegó a correr grave riesgo, sólo había en principio menos de 10.000 hombres.

El 22 de julio los soldados de los batallones de las Navas y Arapiles salían en tren desde Madrid hacia Málaga para desde allí pasar en barco a Melilla. La gente salió a despedirlos a las calles próximas a la estación de Atocha. Durante todo el trayecto un gran gentío aclamó a los soldados. En la estación había casi 3.000 personas que en su mayoría ovacionaron a los soldados para despedirlos vitoreando a España y al Ejército.

En un determinado momento parte de este segundo grupo de gente empezó a gritar consignas antibélicas. “Muerte a la guerra”, “viva la paz”. Pronto ambos grupos llegaron a las manos, todo ello con los atónitos soldados formados junto al tren. La Guardia Civil cargó contra los contramanifestantes antibélicos y se produjeron algunos heridos. Finalmente los antibélicos se retiraron entre gritos de los manifestantes patrióticos de “Viva España” y “muerte a los cobardes”.

Finalmente los soldados embarcaron en el tren. En Málaga también fueron aclamados. Quedó clara la división de la sociedad española respecto a la guerra de Marruecos, preludio de la inminente revuelta revolucionaria de la Semana Trágica de Barcelona. Curiosamente los pacifistas y sus partidarios poco después llevarían a cabo una revuelta muy violenta en Barcelona matando a un buen número de personas, entre ellos sacerdotes y religiosos y quemando un gran número de iglesias. Era la paz “pacifista”.

Fuente: Crónica de la Guerra de África de 1909. 2 vols. Manuel Caballé y Clos. Barcelona 1910.

 Rafael María Molina Sánchez. Historiador

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Categorías:HISTORIA

1 respuesta

  1. Es que, como ya descubrió Gustave Le Bon referente a la Revolución Francesa y a la Comuna (que vivió de joven), no existen movimientos «espontáneos», sino que hay alguien que los planea, organiza y hace estallar; todo con un objetivo muy determinado: el objetivo secreto que tiene el líder en su cabeza. Por eso en esta entrada, señala el redactor: «consignas».

    Efectivamente; hay alguien que crea las consignas, las distribuye, y ordena cuándo, dónde y a quién hay que lanzarlas para soliviantar a la gente (ese es el «movimiento de masas» y así se crea y se usa)

    Del «pacifismo» de esta revuelta ya señala este redactor (más bien los historiadores), que poco después organizan «una revuelta muy violenta en Barcelona matando a un buen número de personas, entre ellos sacerdotes y religiosos y quemando un gran número de iglesias»

    Aquí está la clave de quién está detrás de ésto: ¿por qué se queman las iglesias y se asesina a sangre fría a los religiosos?

    La Iglesia Católica no tiene absolutamente nada que ver en esta historia.

    Será el Gobierno; o los mandos militares…o los burgueses españoles (y más concretamente barceloneses -Güell-) que creen que el Rif es un territorio lleno de riquezas mineras que esperan explotar en su provecho.

    Es la masonería, y los que están detrás de ella, los que quieren destruir la Iglesia Católica (es decir, la estructura social española) para imponer sus intereses privados egoístas, con la excusa que sea -menos la verdadera-: la «tolerancia», la «ilustración», el «librepensamiento», «la Ciencia», el «progreso»…todas muy meritorias, pero todas muy falsas

    (como hemos visto cuando ellos han llegado a dominar los gobiernos, aquí y en el extranjero)

    Aquí, aprovechan un suceso muy grave, mandar los mozos a una guerra que no han pedido ni se van a aprovechar de ella; antes bien, serán carne de cañón de intereses privados muy particulares ajenos.

    Pero que si el gobierno hubiese sido masónico (o anarquista, o socialista), los muchachos hubieran ido a morir igual, como efectivamente ha pasado donde estos poderes han dominado la sociedad.

    Lo confirma precisamente lo que pasa en Francia: Jules Ferry (hermano masón desde 1875 de la Logia La Clémente Amitié del Gran Oriente de Francia) promueve la expansión colonial de rapiña desigual contra los pueblos indígenas, la persecución de la Iglesia Católica, el laicismo y la desaparición de los idiomas y dialectos franceses, que ya no se recuperarán más.

    A su favor: haber logrado una III República totalmente controlada por los masones, a pesar de ser una mafia minoritaria en Francia y de que Francia proclama la igualdad (evidentemente los franceses no son iguales: unos son los masones y otros los dominados por los masones; la proporción mayoritaria masónica en las Cámaras, Gobierno, Departamentos y Ayuntamientos lo prueba con hechos reales incuestionables.), ni la libertad (siempre que hagas lo que el líder masón secreto ordenes que hagas), ni la fraternidad (es una sociedad clasista donde los burgueses intentan enriquecerse a costa del pueblo, con la excusa que sea)

    Todo ésto es lo que está detrás de la Semana Trágica de Barcelona.

    Por cierto, que el que sí que estuvo implicado en el montaje de la Semana Trágica fue el masón y demagogo «anticlerical» Alejandro Lerroux, que como tantos necios se encargó de dinamitar el sistema creyendo que él iba a aprovecharse de ello, pero que -como siempre pasa en estos casos- acabó en la guerra civil: el colofón, para el que no lo sepa, es que Lerroux al conocer el levantamiento de Franco escapa a Portugal, y vuelve a España cuando Franco ha pacificado lo que él ha ayudado a explotar y destruir. Muere en su cama madrileña, privilegio que no tuvieron el «millón de muertos»

    Respecto al anarquista Ferrer Guardia, ejecutado como cabeza de turco de este movimiento, Le Bon comenta en este mismo sentido las manifestaciones oportunamente organizadas espontáneamente en París

    (los anarquistas las montan en otros puntos de Europa, presentando España como un país atrasado y cruel por monárquico y católico -ya tendrán el 36 para desquitarse con creces y sanguinaria crueldad de este «atraso» civilizado)

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