
Con la boca pequeña. Con pequeños pasos y con muchas dudas. Pero Artur Mas, que ha experimentado en su propia piel cómo el proyecto soberanista, sin anclarlo en un espacio ideológico, le echó de la Generalitat, ha provocado la rectificación.
Mas, que ha sido el máximo responsable del cambio de CDC en los últimos años, quiere ser también el primero en rectificar.
En el consejo nacional de este domingo, Mas, –que está dejando al presidente Carles Puigdemont en un segundo plano— fue muy preciso sobre sus objetivos: «el nuevo partido debe de tener las raíces muy bien fundamentadas en el sello inequívoco de Convergència».
¿Se deja atrás el proyecto independentista? No, pero no se podrá decir tan a las claras.
La decisión está clara. Tanto Mas, como Homs, con los consejos del siempre presente David Madí han dibujado un escenario en el que el gran adversario será un bloque de izquierdas, con el partido de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y con el previsible concurso de ERC.
El bloque de izquierdas se prepara
De cómo se integren esas piezas dependerá el éxito del nuevo intento de Mas, que le ha llevado a seguir las cosas desde su casa, expulsado de la Generalitat por la CUP. Ese ha sido el precio que ha pagado.
La CUP, precisamente, podría ser el factor que acelere todo el proceso. La asamblea de la formación decidió este domingo que no desea mantener su acuerdo con Junts pel Sí.
El horizonte parece claro: Esquerra sigue ganando protagonismo; el movimiento de Colau se prepara; la CUP quiere ya ejercer «una oposición fuerte», y Mas quiere tener un instrumento a punto. Pero para ello necesita algo de tiempo, también los dirigentes que busquen otro proyecto político para representar también ese espacio de la vieja CDC.
Y si todo se precipita, con nuevas elecciones, a CDC la cogerán desnuda.
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