Una pérdida que no puede suponer una derrota


Axel Seib

Quizás a muchos el nombre de David Lafoz no les diga mucho. O, si les han llegado las noticias, les diga algo más. Aunque estoy seguro que para su familia y amigos, David fue más que imprescindible. Y, de hecho, quizás también lo tendría que haber sido para todos nosotros.

El joven de 27 años que se quitó la vida recientemente. Un joven que quiso dedicarse al campo en unos tiempos tan oscuros. Un joven que defendió el sector primario junto a muchos otros de los planes del gobierno español y de la UE que pretenden arruinar nuestro campo con pretextos retóricos, mucha burocracia, impuestos y un enorme «mejor lo compramos de fuera». El mismo joven que acudió a Catarroja a ayudar en las tareas de limpieza y apoyo tras la DANA. Un joven que se arremangó y decidió luchar para sí mismo y para los demás. Un ejemplo humano.

El problema, es que la ejemplaridad se paga cara en nuestros tiempos. Ser buena persona no tiene recompensa. Y es cierto que tampoco debería tenerla. El bien se debe hacer porque es lo correcto. Pero en algún momento se decidió cambiar todo el sistema. El bien comenzaría a ser castigado y la maldad y el egoísmo serían premiados e incentivados. Con un agravante. Y es que los que ejecutan tal sistema se llenan la boca de palabras como «justicia». No hay justicia alguna en lo que se le hizo sufrir a David. Ni a muchos otros.

Apostar por el campo, creer en uno mismo, intentar construir la vida en la España rural o lo que llaman «España vaciada», apoyar a los compatriotas cuando lo necesitan como en Valencia… Todo queda en saco roto. Un joven español que decidió hacer todo lo anterior y ser un ejemplo, se ve abocado al vacío existencial más absoluto porque haga lo que haga, nada parece ser suficiente para el hambre atroz del estado que nos dice proteger.

¿Protege el estado al sector primario? ¿Protege el estado a los jóvenes españoles que quieren trabajar en el campo?¿Protege el estado nuestra soberanía alimentaria? ¿Protegió el estado a Valencia? Jamás. Un gigantesco aparato estatal hipervitaminado con recursos que saca de nuestros bolsillos ha hecho menos que un joven español comprometido.

Porque David hizo todo eso. ¿Y para qué sirvió? Para sentir que todo su esfuerzo no servía para nada porque el estado no protege ni ayuda, pero castiga y arruina.

Pero tengo que corregir éstas últimas palabras. Quizás él lo sintió así y eso le llevó a tomar una decisión fatídica. Pero su esfuerzo no fue ni será en vano. Por mi parte, siento llegar tarde a decir éstas palabras. Pero su trabajo y su defensa del sector y la de sus compatriotas, no fue jamás en vano.

Si, para el estado todo somos meros números de contribuyentes y cotizantes. Somos bolsillos con nombre y apellido. Pero lo que el estado contemporáneo y las élites españolas y europeas consideren que somos, es indiferente. Reconozco que pueden hacernos daño. Pero jamás debemos pensar que su menosprecio por nuestra labor y nuestra existencia, son legítimas y son nuestro ser. Somos mucho más. Mucho más que ellos. Y muchos más que ellos. Y David siempre fue mucho más que cualquier sátrapa o ladilla de las que se dedican a pulular por cualquier cuerpo social para extraer nuestra sangre y a vendernos que lo hacen por algún bien superior. No hay garrapata que no se justifique.

Pero más allá de la rabia, quiero hacer entender que David, incluso si se dió por vencido y por eso lo hemos perdido, jamás fue derrotado. Y os diré por qué.

La lucha que llevamos a cabo es a cara de perro y muy dura. Es muy difícil y tenemos medios muy desiguales. Nos enfrentamos a una enorme maquinaria estatal, supraestatal, mediática y financiera que nos sobrepasa por mucho en medios. La victoria, vista desde fuera, es poco probable. ¿Pero sabéis qué? Hace tiempo que están en retroceso y nosotros en auge. Y debemos ser muy conscientes de algo. Y es que no habrá victoria fácil ni rápida. Y, por desgracia, nos tocará luchar mucho tiempo. Y no veremos el resultado. Y al no verlo, pensaremos que ya hemos sido derrotados. Pero eso es lo que algunos quieren que creamos. Porque, en realidad, es muy posible que nos encontremos en un guerra que debemos luchar para que, en el futuro, otros puedan vencer. Al final, lo que ven nuestros ojos es una imagen muy parcial y temporal. No podemos pensar que hemos sido derrotados, porque no es cierto. Entiendo el desánimo que produce no ver resultados o, peor, sentir que te atacan con aún más fuerza. Pero si nos atacan con tanta saña y medios, es porque saben la fuerza que tenemos. No debemos olvidarlo. Ni debemos olvidar a David. No podemos permitir que otros muchos como él se den por vencidos. Porque no lo están. Pero sin ellos, nosotros si que perdemos.



Categorías:BREVIARIO, OPINIÓN, POLÍTICA, TRIBUNA

1 respuesta

  1. No debemos olvidarnos.

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