
Axel Seib
Tengo recuerdos de infancia, siempre en el colegio, en que alrededor de Todos los Santos, celebrábamos la tradición catalana de la «Castanyada». Tampoco es algo muy extraordinario, lo reconozco. Castañas, boniatos, granadas y panellets. Algo tan nuestro como ponernos morados con motivo de una celebración.
También recuerdo que los profesores se mostraban muy críticos con cosas como Halloween. Aunque también con Papá Noel o Santa Claus. No sé si era una postura que se debía mostrar por instancias superiores o por propia voluntad. En cualquier caso, no es el proteccionismo más toxico que he visto. Es bastante lógico y razonable defender un folklore local cuando está bajo amenaza de otro, completamente alóctono y patrocinado por medios multinacionales que utilizan a los niños para colar «tradiciones» que únicamente buscan convertirnos en un mercado global y uniformes. Es más rentable vendernos figuritas de calabazas tanto en Oklahoma, en Reus y en Vladivostok que tratar a cada nación según su idiosincrasia. El razonamiento mercantilista es implacable.
Los años han pasado y Halloween ha calado. Aún no de forma generalizada, pero ya no está en las puertas. Ha entrado y se pasea por la villa. Es cuestión de tiempo que tome más espacio. El proteccionismo de mis profesores ha caído en saco roto. Y se ha pegado una castaña. Lamento el chiste malo.

De hecho, ya hay una alta hibridación de ambas tradiciones. Ya te pueden vender castañas y panellets junto a una calabaza con dientes y una bruja. Es más, ya tenemos artículos y pseudoinvestigaciones que tratan de catalanizar Halloween. O en otras regiones, galleguizarlo a asturianizarlo con celtismo barato.
La táctica es corriente. Cuando no puedes vencer al enemigo, te unes. Y ante el fracaso de la defensa del folklore propio, se ha comenzado a optar por hibridizarse con la especie invasora. Creen, ingenuamente, que de esta forma algo quedará. Pero no. Esa hibridación sólo muestra el comienzo del fin. La claudicación. Lógicamente, una tradición no desaparece en un año. Pero el proceso ya ha comenzado.

Sirva de ejemplo, el caso gallego y asturiano. Por raíces gallegas y asturianas tengo conciencia del magosto, magüestu o lo que se quiera llamar. Esa misma tradición catalana y de otras muchas regiones para Todos los Santos. Castañas, dulces y honrar/recordar a los muertos. Cambiamos los panellets por sidra dulce y es lo mismo. Pero allí la ciudad también ha caído. Te aparece una señora en la televisión pública asturiana hablando del «Samaín» y se queda tan pancha. Palabro que no he escuchado jamás. Lo busco y no es más que un término gaélico que proviene de Samhain. Fantástico. Pero es que lo escucho en Asturias. Aunque parece que en Galicia lo han aceptado aún más como algo propio. En la aldea de mi padre, habiendo historias truculentas para Todos los Santos, no han escuchado jamás esa chorrada. Pero se ha comenzado a vender como supuesta tradición milenaria de herencia celta y te lo compran. Cogemos la tradición original, te ponemos un nombre extraño que nos enlace con otra cultura y, también, le damos aire de Halloween. La misma hibridación. Sólo que en Cataluña aún podemos distinguir Castanyada de Halloween. Otros parece que no están por la labor. Lo tengo claro, acabaremos celebrando el 4 de Julio y a tomar por saco San Juan.
Categorías:BREVIARIO, CULTURA, DECADENCIA OCCIDENTAL
De lo que se trata es de des-cristianizar la sociedad.
Como por la fuerza es imposible, porque provocaría la reacción contraria, lo que se hace es, por una parte quitar todo símbolo cristiano de los lugares públicos («lo que no se ve, no existe») con la excusa de la laicidad y por otra reconvertir las fiestas populares, que como es natural son todas católicas, en fiestas laicas.
De ahí por ejemplo que los pesebres en Navidad ya no tengan nada que ver con lo católico, o que las fiestas de la Merced no tengan nada católico.
Por eso a las logias les jode tanto que en Estados Unidos los católicos representen a Santa Claus de rodillas adorando al Niño Jesús.
Con respecto a esto de Halloween, es la misma tradición católica del Día de Difuntos que los emigrantes irlandeses llevaron a Estados Unidos (la reforma protestante prohibió terminantemente todas las celebraciones populares católicas, por eso no había nada igual en Estados Unidos, salvo las mismas prácticas de los hispanos)
Lo que pasa es que ha evolucionado hacia esto, convirtiéndose en una especie de carnaval para niños con el tema de las brujas, Drácula y los zombis (es decir, el imaginario que ha creado Hollywood).
También en Estados Unidos los católicos ha reaccionado y han creado su versión santa, disfrazando a los niños de santos.
Ahora, con esto del día de Todos los Santos y del día de Difuntos, no hay que olvidar la culpabilidad del Concilio protestantizante Vaticano II, que, como los protestantes desaprueba las muestras de piedad popular y no tiene interés que los vivos recen por sus muertos. Por lo visto el Purgatorio ya no existe, por lo que no es necesario rezar por las ánimas y además nadie va a ir al infierno, porque «¿ qué Padre bueno permitiría que sus hijos sufriesen por toda la eternidad?» (dice el Papa Francisco). Es decir, la justificación por la fe de los herejes protestantes.
Rezar por los muertos, además de recordarnos que todos estamos condenados a morir, lo cual pone en perspectiva la vida y da la importancia debida a lo que es importante y se lo quita a lo superfluo, une las familias porque los padres necesitan que sus hijos recen por ellos; y esos hijos, cuando sean padres y fallezcan, necesitarán a su vez que sus hijos recen por ellos.
De alguna manera estamos destruyendo esta sociedad cuando los hijos dejen de rezar por los padres (es decir, que se rompe la cadena -y el catolicismo- justamente en lo más importante de la vida, que es la muerte)
Me gustaMe gusta