Del revés


José Vicente Pascual

Vivimos una realidad alterada, esquizofrénica, donde la letra de las leyes se aleja del pensamiento lógico común para expresar el disturbio psicopático de quienes mandan. Vivimos en una sociedad donde los que han ganado las elecciones no gobiernan porque gobiernan los que han perdido las elecciones, aliados con otros que las perdieron mucho más; donde los golpistas que aspiran a la destrucción del Estado se reúnen lejos de nuestras fronteras —en Waterloo, qué buena metáfora— para ponerse de acuerdo sobre si prorrogar o no la permanencia de quien mantiene los poderes de ese mismo Estado; donde los terroristas de ETA y sus herederos dictan las leyes de memoria democrática y, sin quitarse la capucha ni pedir perdón, escenifican su reforma de la “ley mordaza” y disponen qué armas puede utilizar la policía y de cuáles no pueden valerse. Vivimos en un país donde el ministro de cultura odia nuestra cultura, donde la ministro de defensa suspira por la desaparición de los ejércitos, donde los ministerios implicados en el desarrollo urbanístico y políticas de vivienda promueven la okupación, el impago de alquileres e hipotecas y el incremento escandaloso del precio por habitar bajo techo; y entre otras cosas, vivimos en un desquiciado país donde los socios preferentes en política internacional son los que han cobijado y a menudo protegido al terrorismo islámico que nos ha atacado con saña en más de una ocasión, al tiempo que el gobierno execra a quienes deberían ser nuestros aliados en la lucha contra ese terrorismo infame.

Eso es hoy España, una jaula de grillos, una torre de los locos donde nada en pie es estable hasta que se le pone del revés, donde el terrorista es hombre de paz, el islamista un buen salvaje al que se debe domesticar, el que trabaja y cumple un reaccionario, el que va a misa un facha, el okupa un héroe, el/la investigado/a por la justicia una víctima y los jueces unos delincuentes, el pederasta un defensor del derecho de los niños al sexo y el que cuida de su familia un monstruo patriarcal. No soportamos una revolución sino algo mucho peor: una puta locura. El propósito es evidente: cuando nada es seguro y nada parece durable ni verdadero, la gente empieza a no creer en nada, y una sociedad de incrédulos aferrados tan sólo a la fe en su estómago y a la urgencia del Estado por atender sus necesidades básicas, es el panorama que estos canallas necesitan para perpetuarse sine die, como sucede en sus amadas patrias socialistas. Echarlos de una vez y para siempre ya no es únicamente cuestión de votos, es una obligación que compromete a nuestra decencia como ciudadanos, un asunto de pura estética ante la historia.



Categorías:BREVIARIO, OPINIÓN

2 respuestas

  1. A los asesinos, por ejemplo a los asesinos etarras, se les quitó la pena de muerte, y ahora se aplica sin recato a los niños que están en el vientre de su futuras madre.

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  2. ¿ Acaso pretenden que los antidisturbios enarbolen una chancleta de goma para dar tres azotes en el culo a los desgraciados que les agreden con adoquines, piedras y cócteles Molotov ? Esto se va al carajo por mensajero urgente…

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