Inteligencia artificial, ¿sí o no?


Lo Rondinaire

De un tiempo a esta parte se ha popularizado, hasta cierto punto, el uso de la conocida como Inteligencia Artificial. Al tiempo, existe cierto debate sobre si su uso puede ser o no beneficioso para las personas.

Conviene, como siempre, acotar aunque sea mínimamente los términos para saber de qué tratamos. La IA es una tecnología que imita, o trata de imitar, la inteligencia humana, es decir, nuestro modo de entender las cosas, de analizarlas, de resolver problemas, de sacar conclusiones… De hecho, en cualquier búsqueda en internet sobre qué es y cómo funciona la IA, la palabra que más encontramos es ‘aprender’. ¿Y cómo aprenden estas máquinas? Analizando datos en cantidades ingentes. Los datos son la gasolina de las máquinas de inteligencia artificial. Por eso su desarrollo ha corrido en paralelo a lo que conocemos como Big Data. Estos datos son procesados con potentes algoritmos que determinarán el funcionamiento de cada IA, pues, como sabrán, no hay una sola. Por tanto, quien implemente estos algoritmos es quien le marcará las pautas de comportamientos a la máquina. Este es, sin duda, uno de los mayores peligros de la Inteligencia Artificial: la arbitrariedad.

Así pues, la IA analiza datos mediante un/unos algoritmos y establece patrones, recordando éstos y así aprendiendo. Ahora bien, la máquina como tal no aprende. Aprender significa tener la capacidad de entender o comprender[1]. Más bien lo que hace es recordar —almacenar información, en definitiva—, analizar datos y establecer relaciones causa-efecto, pero siempre condicionadas por el algoritmo base.

Pero, más allá de los aspectos técnicos, lo que importa aquí es el aspecto ético que implica el uso de la Inteligencia Artificial y las dudas que plantea.

Imaginemos que es usted, apreciado lector, un padre de familia y que tiene una pistola. Alguien con las peores intenciones entra en su casa, donde descansan su mujer e hijos, y usted, con buen criterio, le pega un tiro. Imaginemos ahora que usted, padre de familia, tiene una simple discusión de tráfico y, con mal criterio, le pega un tiro al otro conductor. ¿La pistola es buena o es mala? Pues ni una cosa ni la otra; depende del uso que se le dé. Lo mismo pasa con la IA, a grandes rasgos. No se puede absolutizar.

Ahora bien, hay una serie de cosas que, sin lugar a dudas, deben ponernos en alerta ante el desarrollo de la IA.  Habría que pensar, primeramente, en qué fines persigue su desarrollo.

En primer lugar, su uso generalizado va a conseguir que no se tenga que hacer el menor esfuerzo para tener conocimiento de ciertas cosas; traducido, se va a fomentar la cultura del mínimo esfuerzo. Estudiar, conducir, pensamiento abstracto, creatividad… Alguien malpensado sospecharía que quieren que seamos cada día más inútiles.

En segundo lugar, se está alejando al hombre de su propia naturaleza. Santo Tomás de Aquino definía a la persona como sustancia individual de naturaleza racional. Es decir, lo propio del ser humano es el raciocinio, es lo que nos distingue de las bestias. Si se produce una merma en esta capacidad, pues, podemos aseverar que se produce un mal objetivo.

En tercer lugar, se va a producir, en la línea de las últimas décadas con la exposición en las redes sociales y el uso de teléfonos móviles, una pérdida de privacidad aún mayor si cabe de la ya producida.

En cuarto lugar, la ya mencionada arbitrariedad en la implementación de los algoritmos de IA supone un gran peligro, pues facilitará enormemente el control social y político, permitiendo la criminalización de aquellos que no comparten los postulados de las élites y su marginación y/o anulación civil y favoreciendo a los afines.

Y en quinto lugar, si la arbitrariedad da miedo, la autonomía absoluta de las máquinas da más miedo aún. Cualquiera podría pensar que hemos enloquecido viendo Terminator, pero no. Lo cierto es que se investiga en el desarrollo de máquinas con conciencia de sí mismas. Sólo por mero interés especulativo adjuntaremos al final de este escrito unos párrafos de ‘La sociedad industrial y su futuro’, de Theodore Kaczynski, más conocido como Unabomber, donde reflexiona sobre esto. Lo cierto es que, objetivamente, es imposible predecir qué pasaría en caso de que finalmente se desarrollase ese tipo de tecnología.

Podríamos continuar, pero lo dicho parece ya suficiente para ponerse en guardia ante la IA.

La cuestión de fondo es si el hombre tiene que hacer todo lo que puede hacer. Dejaremos que Nicolás Gómez Dávila responda por nosotros: «El hombre tiende a ejercer todos sus poderes. Lo imposible le parece el único límite legítimo. Civilizado, sin embargo, es el que por razones diversas se niega a hacer todo lo que puede». El hombre, pues, no puede obrar sin criterio. No sin lamentar las consecuencias, al menos.

Dudas sobre el uso de la IA

Convendría plantearse una serie de preguntas: ¿No es paradójico que, cuanto más nos hablan del cambio climático, de conservar la naturaleza, de no contaminar, de no comer carne, del exceso de población, de lo saludable, etcétera, se potencie precisamente la inteligencia artificial? ¿No será más bien que las élites oligarcas quieren acabar con el pensamiento crítico, es decir, con la verdadera inteligencia? ¿No nos hará la IA, a la larga, dependientes de ella y por tanto menos libres? ¿No nos hace la IA menos hombres privándonos de nuestra razón y de nuestra capacidad de decisión? ¿No nos hace también menos responsables? ¿Se aleja el hombre de Dios para librarse absurdamente en brazos de máquinas inteligentes? Piénsenlo, antes de que una máquina lo haga por usted.

Y acabamos, si nos lo permiten, citando una vez más al bueno de Gómez Dávila: «Un mundo tecnificado no es tanto testimonio del éxito de la técnica como de la bancarrota de la inteligencia».

(1)-Definición de la RAE



Categorías:CULTURA, GLOBALIZACIÓN, TRIBUNA

4 respuestas

  1. Por teléfono:

    • ¿Es el Servicio de Inteligencia?
    • ¿El qué? ¿Cómorrr?
    • ¿Cuánto son dos más dos?
    • Ni p* idea.

    La ANC, la CUP, Arran y los CDR deberían ir a Palestina y a la Franja de Gaza. Es decir, todas esas chorradas que tanto les gustan. Y, cuando lleguen, ¡oh, sorpresa! «¡Ya no podemos quemar contenedores de basura! ¡Está todo destrozado! ¡Alguien se nos ha adelantado! ¡No podemos permitir que alguien se nos adelante, ya que els catalanazis som una raça superior!»

    Esto es como cuando un ladrón jovenlandés entra a robar en una vivienda muy desordenada (en plan «hermanos Collyer»). Se vuelve loco entre tantos libros y tantas cintas de casete. Todo tirado por el suelo. Puede llegar a pensar que otro ladrón se le ha adelantado. Pero no. Simplemente es una vivienda muy desordenada. Como la mía. Yo supero con creces a los hermanos Collyer. Jajaja.

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  2. Hablando de la inteligencia artificial, no existe nada más artificial que la nula inteligencia de un «indepe». XD

    «Festa Menor 2024 de l’Extrema Esquerra Republicana de l’Eixample». XD

    Debat. El mo.vi.ment independentista. A quina velocitat va?

    Ponents: Luis Lago Duermeberberechos, Jor.di Pe.sa.rro.do.na (una peça molt rodona) y Vi.cent Par.tal (aparta’l del camí).

    Mañana, jueves, 3 de octubre, a las 19:00 h. Au.di.to.ri del Cen.tre Cí.vic Ur.gell (carrer del Com.te d’Ur.gell, 145, Barcelona).

    ¡Menuda Festa Menor! XD

    Después del debate «indepe», para merendar habrá ganchitos con forma de lacito amarillo. Con colorante amarillo (aditivo E110). Toxicidad alta.

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  3. Hay chicas que tienen un rostro infinitamente hermoso e insultantemente joven, que no son ni «Miss España» (o el país que sea) ni trabajan como modelo. Y son así. Dios las ha creado así de hermosas. Cada vez que renuevan el DNI, pues tienen un problema:

    En una comisaría: – Esta fotografía no es válida. Está hecha con inteligencia artificial.

    Chica guapa: – Soy yo. Soy así de guapa. Es una foto real. Nunca envejezco, señor agente. Le puedo asegurar que no está hecha con inteligencia artificial ni la he retocado con «Photoshop».

    Ser eternamente joven y eternamente inmortal es lo que yo quiero.

    Yo, que ni siquiera me conformaría con infinitas vidas eternas en España, pues me parecerían insuficientes (jajaja), nunca entenderé la absurda decisión de abortar o de que te eutanasien.

    La peor película del mundo es «Mar adentro». Jamás la he visto. Ni ganas de verla. Con solo ver la carátula frontal del DVD, ya dan ganas de no ver la película. Que, por cierto, es un DVD que un día me encontré tirado en medio de la calle.

    Y la peor canción del mundo es «La vida es un carnaval» de Celia Cruz. Es una canción extremadamente deprimente. «No hay que llorar, que la vida es un carnaval». No, no. El carnaval es algo anticristiano. No hay que disfrazarse. La vida es lo más maravilloso que existe. Y lo bueno siempre se termina pronto. Por eso, la vida es tan corta.

    La gente pierde el tiempo con guerras, manifestaciones, grafitis, quema de contenedores de basura… La gente es experta en hacer daño a los demás. Y ABORTAR es MATAR a un ser vivo que tiene derecho a nacer y a vivir los años que tenga que vivir. Fastidiar al prójimo -incluso, al «nascitūrus» («el que va a nacer»)- siempre ha estado de moda.

    Legislar a favor del aborto y de la eutanasia es el mayor GENOCIDIO que existe. Esto sí que es un genocidio, y no lo de Israel. Los seres humanos no podemos decidir. El único que tiene la potestad de decidir acerca de quién debe nacer o de quién debe morir es Dios. Y solamente Él es quien decide. Nadie más. Ni las personas ni los gobiernos.

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  4. Cuando la IA tenga conciencia de su ser y empiecen a pensar les dirán a los humanos «Non serviam».

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