Por más que hoy se intente borrar la historia en Cataluña, retirando estatuas o medallas de oro a personajes históricos, la auténtica historia es indeleble. Ha habido largos períodos en los que la burguesía catalana era profundamente españolista. En el siglo XIX los empresarios y banqueros catalanes elaboraron todo un discurso político profundamente españolista en su propio interés.
Esto fue así sobretodo en relación con dos grandes cuestiones: presionar a los distintos gobiernos españoles para que adoptaran una política económica proteccionista que restringiera al máximo las importaciones industriales extranjeras, (cosa que al final lograron convirtiendo a España, de hecho, en mercado cautivo de la industria catalana)
Y el otro tema fue Cuba, donde los intereses económicos catalanes eran amplios y sustanciosos. Cuba, apodada en el XIX ”la colonia más rica del mundo” era la primera productora mundial de azúcar y una de las primeras de tabaco y otros cultivos. Durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la primera guerra independentista cubana, la soberanía española en la isla y,por consiguiente, los negocios de los empresarios catalanes, corrieron un grave riesgo.
Los empresarios catalanes reaccionaron al conflicto creando grupos de presión como los llamados Circulos Hispano Coloniales o la Comisión para la Defensa de los Intereses Españoles en Cuba, (véase artículo correspondiente). Pero su “obra maestra” fue la fundación del Banco Hispano Colonial. Este banco, que pronto se convirtió en uno de los principales de España, tenía como objetivo canalizar las inversiones catalanas de todo tipo en Cuba y también conceder sustanciosos créditos al Ejército y al Gobierno para que ampliaran al máximo sus operaciones militares contra los rebeldes “mambises” separatistas. El discurso de los empresarios catalanes era siempre de defensa a ultranza de la soberanía española sobre Cuba.
El banco se constituyó en noviembre de 1876 en Barcelona tras largas negociaciones en esta ciudad y en Madrid, bajo la supervisión directa del presidente del Gobierno, el político liberal conservador malagueño, Antonio Cánovas del Castillo, buen aliado de la burguesía catalana respecto al proteccionismo y a Cuba.
Los apellidos más ilustres de la burguesía catalana de la época como el industrial Manuel Girona ( que tiene hoy un paseo en la parte alta de la ciudad), estaban representados en el Consejo de Administración del banco. El presidente era nada menos que D. Antonio López, Marqués de Comillas, cántabro de origen pero asentado en Barcelona y casado con una catalana. El marqués de Comillas, mecenas de Jacinto Verdaguer, estaba considerado el “rey” de la burguesía catalana. Era dueño de la Compañía Transatlántica Española, una de la principales navieras de Europa y su influencia se extendía también a Filipinas pues era el dueño de la compañía “Tabacos de Filipinas”. Fue un personaje de película que dirigía su imperio económico desde su palacio de las Ramblas, hoy convertido en hotel.
El primer comunicado del banco fue todo un canto a la lealtad monárquica y al patriotismo español: ”El primer acto de nuestro Consejo de Administración es expresar nuestros firmes sentimientos de adhesión a la monarquía que tan esclarecidamente representa S M El Rey (Alfonso XII) y nuestro propósito de contribuir con todas nuestras fuerzas al sostenimiento de la integridad de la patria y pronta terminación de la guerra de Cuba, que con tanta gloria sostiene nuestro heroico y sufrido ejército español”
Como primera medida el Banco financió inmediatamente el armamento y equipo de 15 batallones de soldados españoles con un total de 25.000 hombres, enviados con urgencia a Cuba en los barcos del Marqués. El Banco felicitó cordialmente también al general Martínez Campos, recién nombrado jefe del Ejército español en Cuba.
Martínez Campos, considerado entonces como el general más distinguido de nuestro ejército implementó nuevas tácticas mucho más ofensivas, entre ellas la de fraccionar las tropas españolas en unidades muy pequeñas de 15 hombres, mucho más móviles y ágiles que hasta el momento para organizar emboscadas y ataques contundentes en territorio enemigo (un concepto parecido al de los “platoons” norteamericanos de la guerra de Vietnam, un siglo más tarde).
Así logró decantar la guerra a favor del bando español y forzar la capitulación de los rebeldes por el llamado “Pacto del Zanjón” en 1878. Así pues la primera guerra de Cuba terminó con una agónica victoria española aunque a un coste humano y económico muy elevado. La soberanía española en Cuba se prolongó otros 20 años en los que la burguesía catalana y el Banco Hispano Colonial obtuvieron grandes beneficios.
Además, como destaca el historiador británico Hugh Thomas en su obra Cuba, la lucha por la libertad, los intereses económicos catalanes estaban muy presentes en la Unión Constitucional, el partido “unionista” y españolista que dominó la política local cubana –gracias a una ley electoral propicia- durante las últimas décadas del dominio español sobre la isla.
RAFAEL MARÍA MOLINA. HISTORIADOR
Fuente: Historia de la insurrección de Cuba (1868-1878) Vol 2. Emilio Augusto Soulere. Barcelona 1880.
Categorías:HISTÒRIA I RELATS, MITES NACIONALISTES / MITOLÓGICAS
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