
Algunos podían pensar que, después de las declaraciones ante el juez de los principales líderes del separatismo, la cosa iba a acabarse. Artur Mas, Marta Rovira, Carme Forcadell y el resto de la tropa, comparecieron ante el tribunal (sin lazo amarillo) e insistieron en el carácter “simbólico” y “político” (¿Cómo no va a ser político declarar la independencia y proclamar la República?), sin efectos jurídicos, de sus actuaciones.
Por unos momentos pareció que ERC y parte del PDcat habían regresado de Narnia (o de Matrix) y habían vuelto al mundo real, dejando solo a Puigdemont y a sus incondicionales flotando en el espacio exterior o en el mundo de las Ideas Puras. Bueno, pues NO.
Sigue el esperpento. El Parlament declara la “legitimidad” de Puigdemont, y este da un paso al lado (provisional), y designa como candidato a la presidencia de la Generalitat nada menos que a Jordi Sánchez. El “presidenciable” está en la cárcel, con lo cual sus posibilidades de llegar a presidente real son pequeñas, pero así continua el enfrentamiento con el Estado y la estrategia de la tensión, a la cual se agarra desesperadamente Puigdemont para no convertirse definitivamente en un cadáver político.
Es curioso observar los “tics” monárquicos o caudillistas que afectan a los dirigentes separatistas: “Pujolone” designo a Artur Más como su sucesor. Este, a su vez, nombró “a dedo” a Puigdemont. Nuestro “cocomocho” no ha querido ser menos, y ha nombrado a su sucesor (provisional): Jordi Sánchez.
¿Quién es Jordi Sánchez? Psicológicamente es el típico caso de “nou catalá”, avergonzado de sus orígenes (el apellido Sánchez es de noble origen castellano o navarro, y significa hijo de Sancho), presa del síndrome de Torquemada, que quiere hacerse perdonar por no pertenecer biológicamente a la “raza superior” siendo más separatista y extremista que el tato.
Sin ningún tipo de experiencia administrativa tiene un amplio curriculum de activismo callejero. Todos pudimos verle, junto a su tocayo Jordi Cuixart, sobre un coche destrozado de la Guardia Civil, arengando a la multitud que mantenía secuestrados a los guardias civiles que, cumpliendo una orden judicial, habían entrado en la Conselleria de Economia, ante la pasividad, por cierto, de los Mossos de Escuadra.
Jordi Sánchez es amigo y admirador de Otegui. Cuando el atentado de Hipercor hizo unas declaraciones (que coincidían con las de Herri Batasuna) culpando a la policía de la masacre. Al parecer los etarras que pusieron la bomba no tenían ninguna responsabilidad en el múltiple asesinato.
¿Qué más nos queda por ver? ¿A Jordi Sánchez designando a Rufián?
Sigue el esperpento.
José Alsina Calvés
Categorías:OPINIÓN
Estos Ñordis visionarios y dementes se pensaban que eran impunes y que Madrit (la culpa de todo siempre es de «Madrit») no se atrevería a meterles en chirona porque entonces el popla separata se echaría al carrer por millones y a dar hostias, como vaticinaba Rogelio Torrente, el presidente intervenido por Madrit.
Habéis sido poco ASTUTOS. Preguntad a Arturo Mas cómo lo ha hecho, que teniendo más acusaciones que vosotros ha conseguido que Madrit le deje deambulando como un muerto viviente.
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