Recién liberada Barcelona en 1940 se produce una vehemente e inmediata preocupación por el teatro. Tras crear el Instituto del Teatro hay un gran despertar del arte dramático en la ciudad condal similar al de las etapas románticas y de principios de siglo.

Entre todas las figuras, una de las que más refulge y la que vamos a destacar en esta ocasión es el dramaturgo Josep María de Sagarra.

Prolífico poeta y autor teatral. Parte de su poesía se inspiraba en el cancionero popular y en antiguas leyendas, lo que le convirtió en un poeta muy popular que, en muchos aspectos, ocupó el lugar que habían dejado vacío Frederic Soler, Verdaguer, Guimerà o Maragall.

Algunas de sus obras teatrales de más éxito fueron traducidas a varias lenguas y llevadas al cine (El cafè de la Marina y La herida luminosa). Por esta última obtuvo en 1955 el Premio Nacional de Teatro y su versión en castellano fue realizada por José María Pemán.

Años más tarde el Gobierno español honra solemnemente al dramaturgo y poeta catalán concediéndole el ingreso en la prestigiosa Orden Alfonso X el Sabio. La ciudad de Barcelona establece unos premios teatrales con su nombre.

En sus últimos años de vida era miembro del Instituto de Estudios Catalanes, la Academia de las Buenas Letras, Consejo General de Autores de España y de la Junta de la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

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