Así narraba un semanario barcelonés la llegada de los héroes de Baler


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El día 1º de septiembre llegaron á Barcelona, procedentes de Manila, en el vapor Alicante los gloriosos supervivientes de la epopeya de Baler. Hé aquí sus nombres: segundo teniente, D. Saturnino Martín Cerezo; médico provisional, D. Rogelio Virgil de Quiñones; cabos, Jesús García Quijano y José Oliveres Conejero; corneta, Santos González Roncal; soldados, Juan Chamizo Lucas, José Hernández Arocha, Luis Cervantes Dato, Manuel Menor Ortega, Vicente Pedrosa Carballeda, Antonio Bauza Fullana, Domingo Castro Comarana, Eustaquio Gopar Hernández, Eufénio Sánchez Martínez, Emilio Fabregat Fabregat, José Jiménez Verro, Felipe Castillo Castillo, Francisco Real Juste, José Pineda Tura, José Martínez Souto, Loreto Gallego García, Marcos Mateo Caresa, Miguel Pérez Leal, Miguel Meridez Expósito, Pedro Vila Gargante, Pedro Planas Basagaña, Ramón Mir Brils, Ramón Boados Tormos, Ramón Ripollés Cardona, Timoteo López Lario, Gregorio Catalán Valero, Marcelo Adrián Obregón (de Administración militar) y Bernardino Sánchez Cañizos (de Sanidad Militar). Esperaban á los treinta y tres héroes en la plaza de la Paz unos cincuenta curiosos y algunos individuos de la Cruz Roja. El gobernador militar, Sr. García Navarro, de paisano, con sus ayudantes, pasó abordo luego de llegado el vapor. Al rededor de éste flotaban un centenar de botes rebosando gente: veíanse en ellos algunas mujeres que iban a recibir a sus parientes y unos cuantos periodistas y fotógrafos; el resto, con escasas excepciones, eran mandaderos de fondas y mozos de cordel. Al desembarcar los Treinta y tres, el grupo de curiosos llegaban á un centenar de personas, que aplaudieron con entusiasmo á los recién llegados. Pasaron éstos á la Capitanía General donde el general Despujol les dispensó afectuosa acogida, y por la noche fueron obsequiados por los cuerpos de la guarnición con un banquete en el cuartel de Jaime I. Los héroes de Baler partieron para Zaragoza el domingo, día 3, sin que nadie se tomara la molestia de darles la despedida. ¡Como que había que ir á hacer los honores al ministro Duran y Bas!

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El alcalde Robert se perdió una buena ocasión de echar un par de discursos, como aquellos que le espetaba al almirante Fournier, y el Ayuntamiento se dejó escapar también una buena recepción, con champagne frappé y brevas concejalinas.

No abundan, sin embargo, las ocasiones de festejar á una gente que resiste un sitio por espacio de 337 días, sin esperanza de socorro y únicamente por cumplir con su deber, como decían el teniente Martín y el médico Vigil. El sitio comenzó el 1.° de agosto de 1898, tres días después del alzamiento de Príncipe. El destacamento de Baler, al mando del capitán D. Enrique Las Morenas, se hizo fuerte en el convento, rodeado por las fuerzas de Teodorico, Novicio Luna y Gómez Arias. Los filipinos intentaron el asalto el día 7, y siendo rechazados, no cesaron desde entonces de hacer fuego. El 22 se presentaron dos emisarios, con los cuales se negó á tratar Las Morenas. Sobrevino luego una epidemia de beriberi, que causó sensibles víctimas entre los defensores. El 13 de octubre, rechazada una nueva intimación, el jefe tagalo rompió el fuego de cañón contra el convento; los españoles contestaron con fuego de fusil, sosteniéndose difícilmente por los estragos que causaba el beriberi, del cual fallecieron el teniente Alonso pocos días des pues y el capitán Las Morenas el 22 de noviembre, asumiendo entonces al mando el segundo teniente Martín Cerezo, único oficial que quedaba.

El teniente Martín Cerezo realizó una admirable salida el 14 de diciembre, destruyendo la línea atrincherada del sitiador y poniendo á éste en huida. Volvieron los tagalos á batir con artillería el convento, volvieron á enviar emisarios (que tampoco fueron recibidos) y volvieron á intentar el asalto en abril, á favor de las tinieblas de la noche, siendo de nuevo rechazados, por lo cual se limitaron á tener estrechamente bloqueado el puesto de los españoles. La única alimentación de los bravos defensores era hojas de calabaza. Por fin, y enterados los héroes de Baler de lo de Cavite y lo de Manila se dignaron escuchar á los filipinos y capitularon el 7 de junio con las más honrosas condiciones, siendo igualmente aclamados por tagalos y yanquis y recibidos en triunfo en Manila. Todo lo cual no quita que el general Ríos expediera en 1º de junio un cablegrama dejando entrever algo que podía empañar la proeza del glorioso destacamento de Baler, si bien el general Jaramillo lo rectificó luego.

IRIS. REVISTA SEMANAL ILUSTRADA

Barcelona 1899, 9-9, nº 18



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