En la sala del Círculo de Artesanos de San Andrés se ilumina la cara de uno de los integrantes de la asociación nada más saber que la bandera de San Quintín volverá a ser la protagonista en un acto oficial. Se ha hablado de ella en varias ocasiones. Es la joya. Mimada. Refleja las dos uves de la victoria: valentía y valor.

Mientras un miembro de la agrupación abre la puerta del armario donde duerme la bandera, la voz de Áurea Rey interrumpe en la habitación y comienza a contar la historia de esta enseña. El relato toma forma y se van deshilachando los retales históricos para situarnos ante un batallón, el batallón de Reus, y en un día, el domingo 1 de marzo de 1895, en una iglesia de San Jorge abarrotada de gente por motivo de la bendición de los soldados que partían rumbo a América.

Después del memorable acto, hubo desfile, reparto de comida, tabaco y otros enseres para el regimiento que iba a partir hacia Cuba. Se gastaron unas 1.045 pesetas. Una fortuna. Seguiría después el emotivo embarque en el vapor León XIII .

Pero, para entender los hechos, es imprescindible volver hacia atrás, en el momento en que el Círculo de Artesanos mostró su deseo de regalar a los soldados que irían a Cuba una bandera. Pidió a la Diputación de A Coruña, que en 1868 había creado una guardia rural, una enseña. El ente provincial regaló la bandera al Circo de Artesanos, y una mujer, al parecer Esther, «que no cobró nada», se dedicó a hacer los cambios oportunos en el bordado. Sustituyó el escudo original por el que tenía el batallón peninsular número 7, exactamente igual al del séptimo de caballería.

Tras estar encerrada en el Museo Militar durante diez años, en 1905, por petición del Círculo de Artesanos, el rey Alfonso XIII dio orden de entregar a la institución la enseña. El próximo 21 de mayo, Francisco Vázquez jurará bandera sobre ella, uno de los pocos recuerdos que se conservan del batallón de San Quintín, el último en regresar de Cuba en 1898 tras el desastre.

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