
Antoni Puigblanch
La pérdida de referentes catalanes en la izquierda catalana resulta más que evidente en el siglo XIX. Es más que sintomática en el poema épico de Antoni Puigblanch, que su autor quería que fuera el canto del cisne catalán, dedicado a “Les comunitats de Castella” y no a algún episodio catalán. Puigblanch escribía en el exilio londinense (y sólo volvió durante el trienio liberal), pero los hombres del interior hacían lo mismo.
En El Europeo (publicación liberal de izquierdas), publicado en Barcelona entre 1823 y 1824, según R. Marrast, “los numantinos, Pelayo, el Cid, los Comuneros, los héroes del romancero, de la comedia, así como los guerrilleros de la guerra de la Independencia”, eran los referentes mitificados.
La presencia de los Comuneros en una revista publicada en Barcelona durante la Década Ominosa demuestra que el arraigo del mito castellano era lo suficientemente potente para imponerse a una situación política adversa. En plena guerra carlista, en 1835, al despedirse de sus lectores, el redactor político de El Vapor (otra publicación liberal), se refería a “la patria de los Pelayos, de los Cides y de los Padillas” (El Vapor, 6-VIII-183.) y los colaboradores del periódico se sentían en “la patria de Padilla”, defensora tradicional de la libertad y a Padilla era dedicada una canción contra los moderados aparecida en Barcelona el diciembre de 1836 (recordemos que Padilla era el mártir de los Comuneros, que la izquierda había tomado como mito). Incluso hoy en el ensanche de Barcelona, una calle toma su nombre.
En 1852, al constituirse en Reus un grupo radical, sus miembros compusieron un himno insistiendo de nuevo: “españoles mostraos ser todos / hijos dignos del grande Padilla”. Ejemplos con otros protagonistas alógenos muestran la «desnacionalización» voluntaria catalana desde la izquierda o el liberalismo moderado: en 1833, en las fiestas que Barcelona organizó con motivo de la jura de Isabel como heredera de la Corona, se hizo un simulacro de torneo medieval protagonizado por el Cid, y en Tortosa, por las mismas fiestas, una alegoría financiada por el ayuntamiento representaba “los dos Globos, y sobre ellos las armas de Castilla, León y Granada, aludiendo a la unión que de ellas hizo la Reina Doña Isabel la Católica”, eludiendo no sólo las cuatro barras catalanas, sino cualquier referencia a Cataluña y en general a la Corona de Aragón.
Categorías:MITES NACIONALISTES / MITOLÓGICAS

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