
El esplendor de estas misiones catalanas decayó a finales del siglo XVIII, aunque todavía encontramos en 1816 una expedición compuesta por quince capuchinos dispuestos a relanzar las misiones. También aparece la figura fray Pedro de Lliçà de Munt que en 1865 penetra en las ignotas selvas de Guatemala, donde no había llegado la civilización y donde vivían los feroces indios cacandones. Consiguió aprender su idioma, evangelizarles y bautizarles en masa. Otro capuchino, fray Lorenzo María de Mataró, se adentraba en 1886 en remotas selvas ecuatorianas, todavía hoy prácticamente incomunicadas, evangelizando a las tribus que encontraba a su paso. Todavía en el siglo XX más catalanes se adentraron en zonas remotas del Orinoco y las selvas amazónicas siguiendo las huellas de los capuchinos. Esta vez eran aventureros como Juan María Mundó que en 1907 llegó a Venezuela. Allá por 1920 inició los primeros estudios topográficos de la Selva negra. En 1926 se le une otro catalán, Félix Cardona, siendo los primeros occidentales que llegaron al famoso Salto del Ángel. También fueron los primeros en cartografiar la Gran Sabana.
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