En las municipales de 2007, Carles Puigdemont fue el candidato convergente a la alcaldía de Girona porque, de manera inesperada, renunció el cabeza de lista, el abogado Carles Mascort. En aquellas elecciones, Puigdemont fue derrotado por la socialista Anna Pagans, pero cuatro años después se proclamó alcalde. Y ahora, después de que Artur Mas haya dado un paso al lado, se ha convertido en el presidente de la Generalitat.

Antoni Puigverd escribía hace unos días en La Vanguardia que Puigdemont tiene «la habilidad de llegar a los lugares cuando nadie lo espera». En realidad, él tampoco se lo esperaba. Es presidente por carambola. Pero, cada vez que llega a lo alto, ya sea a liderar la candidatura de CiU en Girona o a presidente de la Generalitat, lo hace en un clima de tensión. En aquellas elecciones de 2007,  sus detractores hicieron correr fotocopias del Boletín Oficial de la Provincia (BOP) de Girona en las que se indicaba que hacía cinco años que no pagaba impuestos municipales del IBI, el IAE, el de circulación de varios de sus vehículos y la tasa de basura.

Un ciudadano ilocalizable

La Oficina Municipal de Recaudación había publicado desde 2001 varios anuncios en el BOP para exigir a Puigdemont que pagara los impuestos municipales, pero como no lo localizaron, el Ayuntamiento de Girona acordó en abril de 2006 un embargo de su sueldo, precisamente semanas antes de que Convergència anunciara que sería el candidato de CiU a la alcaldía.

Entre los militantes de Unió gerundenses circulaban las fotocopias del BOP en las que aparecía el nombre de Puigdemont como moroso de la hacienda municipal. Puigdemont regularizó su situación con el Ayuntamiento antes de ser candidato a la alcaldía, pero su nombre ha quedado para siempre en los listados de buscados por la hacienda local.

En el BOP del 22 de mayo de 2006, el Ayuntamiento les amenazaba con el embargo del sueldo, hecho que no se produjo. Unos días después, Convergència proponía su nombre como candidato a la alcaldía.

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