Años 80: Cuando Jordi Pujol soñaba con que en Cataluña hubiera una ETA catalana.


Rafael María Molina

La historia la contó alguien tan poco sospechoso de españolismo como el ex «lehendakari» vasco, del PNV, José Antonio Ardanza, ya fallecido, en su libro de memorias titulado «José Antonio Ardanza, pasión por Euskadi. Memorias», publicado por la editorial Destino en 2011.

Entre las páginas 243 y 245 de este libro autobiográfico de quien fuese presidente del gobierno autonómico vasco entre 1985 y 1999, Ardanza rememora una entrevista que mantuvo en los años 80 con el entonces presidente de la Generalitat catalana. No indica la fecha exacta aunque sí que fue antes del atentado de Hipercor, así que tuvo que ser entre 1985 y 1987.

Ardanza pone de manifiesto en el libro, que aunque pueda sorprender a algunos, la relaciones entre los gobiernos vasco y catalán en esa época, no eran especialmente buenas debido a que Pujol no aceptaba bien la preeminencia que solía tener el presidente vasco en actos donde estaban todos los presidentes autonómicos, por el hecho de que el Estatuto vasco había sido el primero en aprobarse en 1979. Esto ocurría sobretodo en actos donde estaba el entonces rey Juan Carlos.

El gobierno vasco llevó a cabo gestiones ante la Casa Real que impidieron que Pujol se apropiara de la primacía simbólica en esos actos protocolarios. «En mi relación con el presidente catalán percibí a menudo cierta incomodidad ante todo lo relacionado con la singularidad del autogobierno vasco. En su actitud hacia lo vasco me parecía percibir un toque altivo. Mantuvimos una relación educada aunque distante . Siempre nos tratamos de usted y no llegamos a lograr ninguna complicidad», dice Ardanza.

Según Ardanza, durante la mencionada entrevista Jordi Pujol le dijo: «Ustedes, los vascos, tienen tres cosas, que nosotros no tenemos: la reserva de derechos históricos, el concierto económico y ETA». «Me lo dijo de sopetón,- añade Ardanza- y no acepté aquella argumentación innecesaria que intentaba justificar las dificultades que encontraban para superar algunos de los problemas planteados en su relación con el gobierno de España. El comentario me molestó y me costó entenderlo».

Con lo primero, Pujol se refería a la Disposición Adicional primera de la Constitución, que «ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales, cuya actualización se llevará a cabo, en su caso, en el marco de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía»

Ardanza, sorprendido por que Pujol pareciese reprochar al nacionalismo vasco que Cataluña hubiese quedado excluida de ese precepto constitucional, que sólo incluye a la Comunidad vasca y a Navarra, dice al respecto que «nunca entendimos por qué el nacionalismo catalán no había exigido ese mismo reconocimiento pero en ningún caso su ausencia era achacable al nacionalismo vasco» (otra cosa sería que según los foralistas más expertos, como el navarro Jaime Ignacio del Burgo, el concepto de foralismo del PNV no tiene nada que ver con el auténtico foralismo vascongado, cuyos únicos objetos de derecho eran Vizcaya, Guipúzcoa y Álava por separado y no un gobierno vasco artificial, y que se basaba en la lealtad a la Corona, pero esa sería otra cuestión)

Respecto al concierto económico, Ardanza dice que si Cataluña no lo obtuvo en la Transición fue porque los nacionalistas catalanes no lo pidieron ya que no querían asumir la responsabilidad de gestionar todo el sistema financiero porque sólo les interesaba gastar.

Pero lo más interesante de lo que revela Ardanza es la alusión de Pujol a ETA. Pujol no dijo abiertamente que deseaba que hubiese una ETA catalana, pero lo insinuaba con toda claridad, poniéndolo al mismo nivel que las otras dos cuestiones. No se podía interpretar de otra forma ese comentario. Pujol parecía envidiar a los vascos por la existencia de la organización terrorista ETA, ya que eso otorgaba al nacionalismo vasco una capacidad de chantaje y presión en Madrid mucho mayor que la que tenía el nacionalismo catalán. Eso en la interpretación más generosa..

Así lo entendió Ardanza quien rememora que «el comentario sobre ETA me resultó más lacerante. No pude reprimir mi malestar y le respondí irritado:
Espero que nunca tengan que enfrentarse a un fenómeno de violencia nacionalista. Puede estar seguro que su mera existencia, en vez de ayudar al logro de objetivos políticos, terminaría enfangando las legítimas aspiraciones del pueblo catalán y sembraría entre ustedes la semilla del desprestigio, la ruptura y el enfrentamiento social»

Es decir, a mediados de los 80, en pleno periodo aún de los «años del plomo» etarras, y cuando estaban teniendo lugar horribles atentados etarras por toda España, Pujol deseaba que hubiese existido una ETA catalana y lo expresaba con tanta crudeza, que hasta le tuvo que llamar la atención el presidente del gobierno vasco, del PNV.



Categorías:HISTORIA, SUPREMACISMO, TRIBUNA

2 respuestas

  1. Si eso es cierto, el catalanismo y el vasquismo merecen (y deberían) ser eliminados AHORA MISMO Y SIN NINGUNA CONTEMPLACIÓN.

    Antonio

    En Barcelona, a diecinueve de septiembre de dos mil veinticinco

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  2. Menuda pareja de vergüenza, y aznar regalándole a pujol, la lengua original, el Valenciano a su dialecto el catalán.

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