Axel Seib

Parece que un tribunal de Viena ha reconocido la ley islámica como fuente de derecho aplicable en casos de arbitrajes pactados. Al leer tal noticia, ya me esperaba la coletilla «pero con arreglo a la ley». Porque suele ser así, se crean desastres pero con una coletilla a modo de consuelo de tontos. Y efectivamente, se especifica que es aplicable en esos casos concretos mientras no contravengan los principios constitucionales y los derechos fundamentales.

Sabiendo del caso de España con el Tribunal Constitucional, su sumisión política y currículum en haber tragado carros y carretas que rompían principios constitucionales, esperemos que en Austria no estén tan podridos. Pero lo dudo. España está mal, pero el grado de desidia en defender lo fundamental y esa infame cobardía llamada tolerancia, están desbordadas en casi todo Occidente.

Yo ya estoy listo para arbitrajes en los que poder aplicar las Directivas de la Flota Estelar de la Federación Unida de Planetas. Y que nadie me pueda decir que no se ajusta a derecho. Es más, como tampoco van contra los Derechos Fundamentales ni contra la Constitución, creo que en pleitos patrimoniales, voy a aplicar las normas del Juego de la Oca. De puente a puente, y así no funciona la Renfe. Perdón, no era así, pero se entiende el concepto.

Chascarrillos aparte, es una nueva ridículez con mucha más trascendencia de la que parece. Porque, a pesar de que se subraye que toda aplicación de la sharía en arbitrajes, debe quedar siempre sometida al orden constitucional, ya crea una grieta en el cuerpo legal. Seamos claros, se reconoce la validez de un código teocrático y ajeno, como legítimo. Y todo lo demás, es humo.

Ya digo que se puede subrayar todo lo que se quiera la sumisión de cualquier aplicación de la sharía en arbitrajes al orden constitucional todo lo que se quiera, pero ya se le ha dado un primer reconocimiento. Y cada paso regalado, jamás lo ceden, esperan el siguiente regalo. Sea a base de gritos, lobbies, falacias o políticos corruptos.

Reconocer validez legal, aunque sea en un pequeño aspecto y subordinado a las leyes nacionales, a un código legal teocrático que ya se aplica de forma paralegal y de espaldas a la sociedad, no augura nada bueno. Es ofrecerle salida a la luz a una barbarie que se mantenía en la sombra, cosa que ya era tremendamente nefasto. Me parece curioso, que con la de veces que Viena ha estado a punto de caer en manos de los mahometanos(otomanos, pero musulmanes), su histórica resistencia se haya convertido en un «bueno, vamos dejarles hacer».

Pero luego, todo serán retorcimientos y argucias. Nada va a juicio, todo va a arbitraje, es un primer paso. Se comienzan a aplicar resoluciones «pactadas» que rozan la ilegalidad para tantear el terreno. Nadie actúa, se les deja estar para no soliviantar a gente que se pasa el día indignada porque los países en los que viven no son como los países de los que han huido. Al final, se aplica alguna figura como que la herencia de la mujer sea la mitad de la de un hombre -«Allah os prescribe acerca de (la herencia de) vuestros hijos: al varón le corresponde la misma parte que a dos hembras»-, se rompe el principio de igualdad y, aún, se tolerará aduciendo que si la mujer ha aceptado, aunque sea bajo presión familiar, social y cultura, no hay ninguna violación del derecho. Y así ya hemos roto la igualdad entre hombres y mujeres. Luego todo sea que se nos «sugiera» que ante pleitos con musulmanes, vayamos a esos mismos arbitrajes con sus normas porque «van más rápidos que nuestro sistema judicial» y, en un suspiro, ya estamos sometidos a la sharía como dhimmis porque estamos reconociéndolos como fuente de derecho principal y en la que resolvemos nuestros pleitos.

Espero equivocarme. Pero jamás he visto a ciertos colectivos, conformarse con los razonable. Especialmente cuando creen que su derecho proviene de Dios y, lo peor, que creen que es un derecho a tomarlo todo.

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