Rebelión en la marisquería


Axel Seib

Creo que muchos hemos visto esas imágenes de los llamados sindicatos «mayoritarios» manifestándose contra la oposición por no tragar con el último decreto ómnibus del gobierno español. Tengo que decir que el término «ómnibus» me parece innecesario y muy técnico para lo que siempre ha sido un «voy a salir y ya que compro ajos, me paso por el bar». Muy finos nos hemos vuelto los españoles para llamar «ómnibus» a algo que nuestra alma necesitaría llamar «decreto tropezones».

Pero vaya, el gobierno necesitaba azuzar a sus bases contra la oposición y utilizar a sus sindicatos, que los tenía apolillados. Y ya de paso, se orean los yayos pensionistas en una «excursión contra el fascismo». Luego si viene otra pandemia, ya los dejan encerrados otra vez.

Es una situación extraña. Antes, no hace tanto, una manifestación de unos supuestos sindicatos de los trabajadores sería para reclamar mejoras laborales o salariales. Es más, podría haber violencia contra el estado. Antes, se lanzarían piedras contra la policía. Ahora es el gobierno lanzando jubilados contra la oposición. A veces me da la sensación de vivir en una obra absurda de Miguel Mihura.

Ver esas imágenes del atrio de los sindicatos era literalmente ver a Pepe, Pepita y Pepote. Señorones de fular añejo y hortera, pero que les da ese aire bohemio y progre para reclamarse defensores de vaya a saber cuál clase trabajadora. No la de nuestros barrios. Los currelas que yo conozco son de callos en las manos y siempre un ojo en el cuadrante.

No veo yo a ese sainete de holgazanes de recebo muy de callos en las manos. A lo sumo algún pinchazo marisquero por pelar las cigalas con ansia. Y, por una vez, voy a decir algo por su salud. A esas edades y con esas hechuras de madre de lechón, más vale visitar menos la marisquería y más la cinta de correr. Consejo altruista. Ya que mis impuestos van a pagar performances lamentables para la «defensa de la revalorización de las pensiones», seré coherente e intentaré que la Pepe y Cía aguante un añito más.

Lo sé, no les tengo simpatía. Pero tampoco se puede esperar otra cosa. Los llamados sindicatos «mayoritarios» me recuerdan al primo al que nadie ha llamado para solucionarte un problema que no tienes, pero que termina cobrándote el favor. Tienen alguna clase de fetichismo con la clase trabajadora, pero como el pesado que te habla de salud mientras va por la tercera cerveza de la mañana y deja el plato de bravas impoluto.
Gente que dice defender a los jóvenes. Y a menos que los 60 sean los nuevos 20, en esa afirmación falla todo.

Aunque tampoco es extraño, todo en los sindicatos «mayoritarios» es una enorme masa de humo de adjetivos vacíos que esconde lo contrario. La defensa de la clase trabajadora es vivir del esfuerzo del trabajador. La defensa de los jóvenes es hacerles imposible la inserción laboral y el desarrollo de un proyecto vital. La mejora de los barrios humildes es llenarlos de lumpen multicultural. La defensa y mantenimiento de los puestos de trabajo es tener un rol clave en la desindustrialización. La defensa de la sostenibilidad de las pensiones es lanzar a yayos a gritarle a un estado endeudado hasta las trancas un enorme «¡¿qué hay de lo mío?!». Y así con todo. No es muy difícil tenerles ojeriza. Lo difícil es tener el estómago suficiente para estar con ellos. Aunque todos sabemos que de estómago, en esas organizaciones, van sobrados. Sea para regurgitar mentiras o tragar langostinos.



Categorías:BREVIARIO, OPINIÓN, TRIBUNA

1 respuesta

  1. Recuerde que si Feijoo hubiera hecho una campaña electoral como es debido, esto es, denunciado lo que está mal, ofreciendo políticas concretas que nos beneficien y olvidándose un poco de VOX y ocupándose del PSOE, que es al que hay que sacar del gobierno, ahora no tendríamos ningún decretazo ómnibus.

    (eso espero, porque con estos bipartidistas todo es posible).

    Entonces el problema no es en si el decretazo ni el que lo ha dictado (por cierto, un viejo conocido desde hace más de 6 años).

    El problema es el bipartidismo ladrón y un inútil de candidato que nos la quiere seguir dándonoslas con queso.

    Seguro porque cree que somos tontos del culo.

    Por cierto, que Feijoo no ha querido aprender la lección y sigue igual a piñón fijo. Parece ser que espera que a la próxima piquemos y le votemos a él para seguir con las mismas políticas socialistas, para variar, que sufrimos desde 1982.

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