Primera olimpiada de la era woke


Como el famoso lema oficial, «Citius, altius, fortius”, es clamorosamente capacitista y sospechosamente ultraderechista, el mismo presidente del COI se encargó en la ceremonia inaugural de declarar que la XXXIII olimpiada, tan parisina y retrechera ella, iba a ser la de la integración, la diversidad y la sostenibilidad, como está mandado. Durante el desfile de participantes y el espectáculo anexo ya fuimos descubriendo en qué consisten la diversidad y la integración: mofas a una reina decapitada y a un mesías crucificado; lo sostenible del evento se pregona a sí mismo mediante el muy progresista detalle de hacer nadar a los triatletas en la sopa bacteriana del Sena, para ahorrar agua. Y seguimos para bingo con la incorporación al noble deporte del boxeo de una mujer-mujer más macha que Charles Bronson apalizando a su oponente en el ring, lo cual sucedió, entre otros motivos, para evitar la circunstancia —posible— de que alguien con pelo en pecho, raja en la entrepierna y mando en plaza entre los círculos trans del mundo mundial se quejase de discriminación; el trostio argelino con mandíbula de centurión romano tenía tanto derecho de hostiar a sus oponentes como cualquier otra portadora de XX en su mapa genético. Como dijo quiénsabe en algún comentario en redes sociales: “Nada nuevo ni extraño, un musulmán pegando a una mujer”.

Incansable en su afán por convertirnos a la fe única y obligatoria de la izquierda locuela y diver, las hordas woke han arremetido contra el entrenador de la selección argentina de fútbol y algunos jugadores de ese combinado por “comentarios racistas” sobre la composición étnica del equipo francés. La realidad es facha y la verdad debería estar penada por la ley, catalogada como delito de odio. Pues, en efecto, los jugadores argentinos son todos de ascendencia europea, italo-mediterránea en su mayoría, en tanto que el origen africano de los franceses clama más que los antiguos anuncios de Conguitos. Por otra parte, puestos a rebelarse contra las imposiciones cotidianas de lo políticamente correcto, insistía el técnico argentino en las condiciones de vida deprimentes —y delirantes— en la villa olímpica: 45 minutos de

cola para el catering de la comida, a treinta grados de temperatura porque el aire acondicionado en aquellas instalaciones es sostenible y no da más de sí, para recoger un menú semivegano, sin proteína cárnica y abundante en brócoli y cosas parecidas; noches en vela bajo un calor abochornante, retretes atascados por la escasez de agua corriente en el retiro de deshechos —ya se me entiende— y luces de bajo consumo alimentadas por energía solar que conferían a las habitaciones un aire como de entierro de pueblo aunque, eso sí, tremendamente ecológico. Al final tuvieron que cambiarse de residencia y buscar un hotel donde poder comer a gusto, tal como tienen por costumbre alimentarse los deportistas de élite, dormir a la llana y usar el excusado sin temor a que los residuos orgánicos desbordasen la taza. De eso se quejaba el argentino, o sea: racismo, xenofobia, negacionismo y seguramente extremoderechismo. Estas olimpiadas no estaban pensadas para él ni para su selección, ni para los deportistas del Citius, altius, fortius, sino para que el mundo vea lo muy progresista que es la Francia macroniana y además se sepa bien sabido que tras los atletas en perfectas condiciones físicas, para compensar y pedir perdón al universo por el Citius, altius, fortius, llegarán los otros, los de capacidades diferentes, dejando bien claro que, en el planeta de los progres, los partidos de fútbol entre ciegos son tan apasionantes como la Maratón o los triples de LeBron James; y esa es la razón por la que uno de los iconos publicitarios de esta cita olímpica es un señor en silla de ruedas. Ramé.

Que el centro de París se haya convertido otra vez en un parque temático, a estas alturas, ha dejado de tener importancia; no tanta, desde luego, como le dieron hace meses algunos grupos disidentes de arquitectos, urbanistas e historiadores del arte. Bien cierto que a la capital francesas no le hace falta más publicidad para seguir siendo, con diferencia, el recorrido más pateado por los turistas de la globalidad; pero también es verdad que París, históricamente, se hizo a sí misma instituyéndose como escenario de eventos formidables, decisivos en el devenir de Europa. Que esa relevancia histórica ambiental haya decaído hasta la metamorfosis turística no es culpa de la ciudad ni de sus habitantes sino de quienes componen la escenografía contemporánea: la historia como espectáculo de masas, el arte como curiosa trivialidad, la belleza como desfasada virtud de los antiguos y la verdad como alegato fascista. Por eso los triatletas nadan en aguas fecales y los futbolistas comen carne de impresora en la villa olímpica, porque los dueños del mundo han decidido que el único deporte en el que merece la pena destacar y hacerlo bien es el de la miseria bien llevada, la mugre bien teorizada y la pudrición social bien administrada.

Ya verán como, en la ceremonia de clausura, el presidente del COI dirá que estos juegos han sido “los mejores de la historia”. Es una costumbre irrenunciable. Y ya verán como en los siguientes juegos el paroxismo woke de París habrá evolucionado hasta la normalidad demente de Los Ángeles 2028. Son los tiempos y no hay otra, a menos que alguien haga algo.

José Vicente Pascual



Categorías:DECADENCIA OCCIDENTAL, OPINIÓN, RELIGIÓN

7 respuestas

  1. Para el «zurderío», esto es lo correcto. Disfrazarse de Papa Pitufo es lo correcto.

    Nada que ver con los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92. Freddie Mercury y Montserrat Caballé cantando juntos «Barcelona» (1992).

    Hemos llegado a esto por culpa del «zurderío».

    Las políticas de la extrema izquierda, con ese buenismo insultante, ha derivado en una invasión musulmana (y yihadista) en toda Europa.

    Lo que no tiene ningún sentido es que un jovenlandés -con quinientos mil antecedentes penales- no ingrese en prisión. Y, si ingresa en prisión, al día siguiente ya está afuera (por haber pagado una fianza, o bien, por buen comportamiento).

    ¡Cuántas cosas nos ocultan! La verdad siempre está oculta. ¡Nos mienten descaradamente! Los jueces aplican las leyes. ¿Y cómo son estas leyes? ¡Unas leyes de risa!

    Un okupa tiene más derechos que tú. Y lo sabes. Mejor dicho: un propietario no tiene ningún derecho. Todos los derechos, para los okupas. Pero así son las leyes españolas.

    Nos han mentido también con el rollo del «comercio justo». El dinero solamente es para las multinacionales y para las oenegés (mejor dicho, «oenejetas»). Todo un fraude para nosotros, los consumidores. Los 6 euros (supercaro) que te cuesta una tableta de chocolate, de 100 g, de «comercio justo» (sic), no son para el negrito africano que cultiva, cosecha y recolecta el cacao. Para él, un céntimo de euro y va que chuta.

    https://www.huffingtonpost.es/entry/el-chocolate-el-cafe-y-el-te-comercio-justo-el-fraude-mas-grande-del-siglo_es_5d28c744e4b02a5a5d5a5b6e.html

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    • «Papá Pitufo» (con tilde).

      No sigo estos juegos olímpicos.

      La gente lo hace mal. No te estés viendo la tele sentadito en el sofá. Sal a la calle y camina 2 horas diarias (como hago yo todos los días).

      Practica algún deporte (si no tienes ninguna dolencia en las rodillas, en los hombros y en la espalda, claro).

      Encuentro ridículo ver cómo otros hacen deporte. ¿Y nosotros qué? A hacer deporte también.

      Francia se ha convertido en un país que da muchísimo asco. Pero, como no lo conozco bien, sí puedo afirmar que me da mucho asco mi propio país: España. Soy muy patriota. Me siento orgulloso de ser español. Sin embargo, España, a nivel internacional, somos una mi*rda pinchada en un palo. Por culpa del felón Pedro Sánchez.

      Entre Pedro Sánchez y los «indepes», todavía no entiendo cómo puedo seguir viviendo en España. Bueno, en «Venezuespaña» o «Españezuela».

      Y el dictador Maduro haciendo de las suyas en Venezuela.

      Este planeta Tierra, tan bonito, pero, a la vez, tan asqueroso por culpa de los «progres».

      La siguiente bomba atómica, a nivel mundial, ¿pa’ cuando? XD

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  2. Como comentaba un conocido, lo de la boxeadora intersexual es el sueño de cualquier maltratador; pegar una paliza a una mujer y que te den una medalla.

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  3. Es la islamización de Europa. El tío pintado de azul se podría haber puesto un burka con la misma tonalidad de azul. Acaba antes.

    Pero si Francia ya es, desde hace muchos años, un país 100 % islámico.

    En España, más de lo mismo. ¿Qué hacemos con los jovenlandeses delincuentes? Algunos pensaréis lo siguiente: «Garrote vil: mano de santo». Pues sí. Pero sin tener que llegar a eso, yo pienso que la mejor solución es cerrar las fronteras de España. Únicamente para inmigrantes, no para mercancías.

    La primera pregunta que se debe formular a un inmigrante es la siguiente. Ya sea hispanoamericano, pakistaní, marroquí, etc.: «¿Vienes a trabajar o a delinquir?» Si no contesta a la pregunta (incluso con una persona traductora al lado), significa que viene a delinquir. Pero también puede mentir y decir «Sí, claro, vengo a trabajar». Hay que hacer un seguimiento, una vigilancia constante, a esa persona que acaba de llegar a España. Sea hombre o mujer. Porque, incluso, hay mujeres carteristas en el metro de Barcelona y también en el metro de Madrid.

    A mí me parece infinitamente mal que un preso pueda practicar deporte, aprender a tocar el piano o, incluso, sacarse la carrera de Derecho (¡dentro de la prisión!). Es de locos. En mi opinión, un preso solo merece estar encerrado. Y punto. Sin hacer nada. Que se muera de aburrimiento.

    En las cárceles, los presos no cumplen una condena, sino que realmente disfrutan de unas larguísimas vacaciones en un hotel. Porque verdaderamente las cárceles son hoteles de lujo, de 5 estrellas. Mejor que un hotel, pues no tienes que pagar absolutamente nada. Comida gratis, cama gratis… Todo gratis. No tienes que buscar una habitación subarrendada, como hacen muchos inmigrantes hispanoamericanos. En la cárcel tienes habitación gratis. Fuera de la cárcel es peor: tienes que pagar un alquiler, tienes que comprar alimentos, ropa, calzado…

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  4. Hay que estar muy mal de la cabeza para aceptar que te pinten todo el cuerpo con pintura azul, como si fueras un estúpido Pitufo. Esa pintura azul ya no se va ni con aguarrás.

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  1. Primera olimpiada de la era woke – Comunión Tradicionalista Carlista

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