A la hora de escribir este artículo, ya son ocho las noches de disturbios en varias ciudades, aunque principalmente en Cataluña. Lo de siempre, desgraciadamente ya estamos acostumbrados: contenedores quemados, vehículos calcinados, heridos, negocios destrozados y saqueados, detenidos… Somos gente de paz, ya saben. Lo más curioso de todo es que, dicen, lo que pretende esta pandilla de granujas es defender la libertad de expresión, porque la chispa que ha prendido la mecha ha sido el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, un comunista de familia burguesa (¡otro, qué sorpresa!) a quién algunos osan denominar artista que se dedica a hacer ostentación de su odio en sus canciones y en su cuenta de Twitter. El individuo en cuestión no es que sea precisamente un gran talento en cuanto a la composición:
«¡Merece que explote el coche de Patxi López!». «Que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono». «Pena de muerte ya a las Infantas patéticas, por gastarse nuestra pasta en operaciones de estética». «Prefiero grapos que guapos. Mi hermano entra en la sede del PP gritando ¡Gora ETA! A mí no me venden el cuento de quiénes son los malos, sólo pienso en matarlos».
Estos son solo algunos ejemplos de las letras de las canciones del personaje que, junto con los insultos a la familia real, le han supuesto una condena. Evidentemente, toda la pandilla de políticos agitadores de izquierda que pueblan este país nuestro caído en desgracia han salido en defensa del angelito. A modo de ejemplo, la consejera de la Generalitat Meritxell Budó ha manifestado que Hasél ha entrado en la prisión «para cantar canciones». A ver, señora Budó, en España no es delito cantar mal, ni siquiera tan mal como el señorito Rivadulla, apellido real de Hasél. Va a prisión por enaltecimiento del terrorismo. Va a prisión por injurias en la Corona. Va a prisión por agresión y va a prisión por amenazas. Es decir, pasará una temporadita en el Hotel Rejas porque acumula condenas, una tras otra, y todavía tiene la jeta de decir que esto es una «operación de Estado». ¿Pero quién se piensa que es este pobre individuo? ¡Si no es nadie! Para «operación de Estado» la que han organizado en su apoyo podemitas, cupaires y TV3%, los profesionales de la mentira, la hipocresía y la manipulación; Podemos ya ha registrado una petición para pedir el indulto de Hasél y también el de Valtonyc, otro imbécil condenado por las mismas razones que el primero, pero este encima es más cobarde y está fugado en Bélgica como el otro «valiente», Puigdemont. Colau, el vicepresidente Iglesias, Echenique… todos han apoyado a Hasél, y Podemos se ha negado a condenar los disturbios.

No deja de ser curioso como la izquierda deja ver su naturaleza profunda por aquel que tenga los ojos abiertos. Son los campeones de la hipocresía y la manipulación. ¡Y de la violencia!:
- Son capaces de decir que España no es una democracia plena mientras forman parte del gobierno, como Pablo Iglesias.
- Son capaces de quejarse de falta de libertad de expresión y al mismo tiempo pedir control sobre los medios de comunicación; ¿adivinan quién? ¡Bingo! Pablo Iglesias.
- Son capaces de pedir el derecho a ofender (Jaume Asens, diputado de Podemos: «La libertad de expresión también tutela la crítica que perturba y ofende, la que es ingrata o la que es hiriente») siempre y cuando no se los ofenda a ellos; bien, ni a ellos ni a los gays, lesbianas, transnosequé, negras, judíos, gordos, veganos, musulmanes, menas, mujeres, feministas… Casi acabamos antes si decimos a quién sí se puede ofender: España, la Iglesia, el capitalismo y «la derecha».
- Son capaces de llenarse la boca de palabras bonitas como paz y libertad y al mismo tiempo apoyar a los disturbios, como Echenique.
- Son capaces de habla de democracia y de tolerancia y dárselas de superiores moralmente y a la vez atacar violentamente los actos de campaña de Vox, o del PP y Ciutadans cuando lo han creído conveniente.
- Son capaces de decir que son gente de paz mientras destrozan media Cataluña o cortan carreteras.
- Son tan hipócritas que defienden ahora Hasél los mismos que hace un tiempo lo atacaban, ¡como Iglesias! («A mí me gustaría que hubiera leyes para poder juzgar a gente como ésta [Hasél] con un proceso justo»).
- Son capaces de pedir libertad de expresión al tiempo que hacen leyes justamente como la de «memoria histórica», con la que quieren imponer una visión falsa y sectaria de la historia y criminalizar y perseguir legalmente al discrepante.
En fin, podríamos continuar poniendo ejemplos prácticamente ad infinitum, pero queda bastante clara la hipocresía de la izquierda. No están en contra de la violencia; están en contra cuando no lo utilizan ellos. No están a favor de la libertad de expresión; no cuando esta se ejerce contra ellos, sus intereses o sus opiniones. Y no, no están a favor de la democracia, la libertad ni todas estas palabras bonitas pero vacías porque la naturaleza profunda de la izquierda se absolutamente tiránica. Por eso intentan estigmatizar al que no opina como ellos llamándole fascista, haciéndole la vida imposible; por eso te dicen qué debes comer, qué lenguaje debes utilizar, qué debes votar, qué no debes decir, qué no debes escribir; por eso te dicen que tus hijos no son tuyos, que son del Estado. No cojas el coche, que contamina. Déjate okupar la casa. Todo eco, todo saludable. Arrodíllate, racista esclavista de mierda. España mala, fascista, viva las Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas. Y encima lo hacen mientras te hablan de libertad y de tolerancia. Anda, ya, sinvergüenzas. ¡Tiranos, eso es lo que sois! El totalitarismo de toda la vida embadurnado de purpurina.
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Bendita realidad esta libertad de expresión que concede la Constitución que votamos los españoles que queríamos vivir en paz y libertad. Conseguimos las armas perfectas para que la abominable izquierda pudiera disponer de las suficientes zalamerías, que le permitiera divulgar a sus anchas las atrocidades que impregnadas de embuste e hipocresía continuamente van encumbrando.
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Libertad de expresión implica que opinemos en paz, ya que3 es lógico que, a unos nos guste una cosa, y a otros, evidentemente nos guste otra. La libertad SANA no implica ni el insuñlto, ni la violencia extrema, pues éstos ya no son libertad, si no vandalismo irracional que no tiene ninguna razón de ser, y menos aún en apoyo de quien está en prisión, preecisamente por, haciéndose llamar; «músico», injuriar, no solamente a la Corona, si no también al pue4blo español.
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