“Q-Shaman”, cuyo nombre real es Jacob Anthony Chansley, se entregó hace unos días al FBI acompañado de amigos y familiares, tras el asalto a pecho descubierto del Capitolio el pasado 6 de enero. El Hombre de los Cuernos, quiso demostrar al mundo con este gesto, que además de ser un buen patriota inmune al frío y al COVID, los tiene bien puestos. Los cuernos, se entiende.

La prensa globalista no tardó en definir a Chansley como un actor mediocre, sin oficio ni beneficio. Esto es, un Billy Toledo, pero en versión yankee y más mazado. Se le acusaba también de ser militante de la organización QAnon, una especie de Òmnium Cultural, pero con millones de seguidores, y que tiene el mérito añadido, que se autofinancia sin recibir un duro de la Generalitat. Mientras los primeros denuncian una peligrosa trama de actores liberales pedófilos, los segundos intentan convencernos que España nos roba, que nos esperan pensiones de dos mil euros tras la independencia y que el catalán es la única lengua de la Suiza del Mediterráneo. Si me dan a escoger entre las teorías conspirativas de El Hombre Bisonte y los de la Banda de la Ratafía, no albergo ninguna duda: Hollywood es culpable.

Los yankees han levantado un Imperio porque saben morir con las botas puestas. Mientras Jacob Anthony Chansley asumía sus actos hasta las últimas consecuencias, el Honorable Carles Puigdemont, se fugaba como tabaco de contrabando dirección a Waterloo. Mientras Chansley se enfrenta a diez años de cárcel por okupar el Capitolio durante tres horas, y no en Lledoners precisamente, el Cagané Mantenido se rasca la estelada en el casoplón belga con los fondos desviados de los hospitales catalanes. Y con la calefacción a modo infierno.

Si es que no hay color.

SANDRA VENTURA

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