EFEMÉRIDES.  LA BATALLA DE ABÁRZUZA, 1874. CUANDO EL CARLISMO ACABÓ CON LA I REPÚBLICA


panteon

Panteón de los generales en el cementerio de Estella

La batalla de Abárzuza, también llamada de Monte Muro, cerca de Estella, en Navarra, en los días 25, 26 y 27 de junio de 1874 fue la más importante de la III Guerra Carlista. En ella un gran ejército liberal republicano, al mando del general Gutiérrez de la Concha trató de asaltar Estella, la capital oficiosa de la España carlista, creyendo que así se pondría fin a la guerra y se podría estabilizar la I República. Pero el ejército liberal republicano fue totalmente derrotado. Y el general Concha murió en la batalla. La I República quedó definitivamente desprestigiada y nunca se recuperó de aquel golpe.

 

La Tercera Guerra Carlista había empezado en 1872, durante los últimos meses del reinado del monarca masón italiano Amadeo de Saboya, cuando el rumbo cada vez más izquierdista de los gobiernos hacía prever la llegada de la I República, que se concretaría a partir de principios de 1873.

 

Las Provincias Vascongadas y Navarra, así como Cataluña, eran entonces un bastión del españolismo y el monarquismo católico, tradicional y foral en España. No obstante inicialmente la nueva sublevación con el nuevo pretendiente don Carlos VII a la cabeza, fue derrotada en la batalla de Oroquieta, el 4 de mayo de 1872, aunque en Cataluña continuó la resistencia. El Carlismo parecía vencido definitivamente pero una vez más, como tantas veces ocurriría en la historia contemporánea de España, resurgió cuando menos se esperaba.

Solo un año más tarde la política demencialmente izquierdista y federalista de la I Republica, provocó un nuevo alzamiento carlista. Surgió una nueva generación de militares españoles carlistas que recogiendo la antorcha de los héroes de la I Guerra, como Zumalacárregui o Cabrera, pronto se harían famosos por su pericia y coraje. Sería el caso del general navarro Don Nicolás Ollo, o del también navarro  Teodoro Rada, de los catalanes Tristany y Savalls, del general Dorregaray (natural de Ceuta, a pesar de su apellido vasco) o del marqués de Valdespina, entre otros.

 

En 1873, el ejército carlista, siempre con la rojigualda como bandera, consolidó su dominio sobre Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya, aunque no pudo tomar las capitales de provincia. Pero derrotó al ejército liberal republicano en las importantes batallas de Montejurra, en Navarra (que desde entonces se convertiría en un lugar mítico del carlismo), Dicastillo o Velabieta. Al mismo tiempo, se consolidaba el dominio de una amplia zona en Cataluña y se empezaban a formar de nuevo, como en la I Guerra, importantes focos y frentes militares en el sur de Aragón y en diversas zonas de Castilla León y de Castilla la Mancha

 

Ya en 1874 la batalla más importante fue el asedio de Bilbao, entre febrero y mayo de 1874. Los carlistas hicieron prodigios de valor pero no pudieron finalmente impedir que los liberales republicanos, rompieran el cerco de la ciudad, amparados en su amplia superioridad numérica.( 48 batallones frente a 24 carlistas). Una vez más se repitió la desgracia de los carlistas frente a Bilbao, como en la I Guerra, como en una malévola burla del destino, pues si en la I Guerra murió en el sitio de Bilbao el general Zumalacárregui, en 1874, murieron a causa del impacto de una granada liberal, los mejores generales carlistas de esta guerra, Ollo y Rada. Y poco después también murió otro importante comandante carlista, don Cástor Andéchaga.

 

Sobretodo la pérdida del general Ollo fue muy difícil de reemplazar. Ollo era un magnífico general y un hombre muy valiente. (Ya en la Guerra de África de 1860 en la que se alistó voluntario, había obtenido la Cruz Laureada de San Fernando). Además se dio el caso de que, igual que había ocurrido con Zumalacárregui, ni Ollo ni Rada habían sido partidarios de acometer el sitio de Bilbao, sino de avanzar hacia el interior de España, hacia Madrid, unidos a los carlistas de Castilla. Pero se volvieron a imponer las consideraciones económicas y de prestigio, sobre las estrictamente militares y eso volvió a acarrear funestas consecuencias para el Carlismo.

En ese momento el gobierno republicano, que estaba en una fase más moderada pero igualmente izquierdista y masónica, con figuras como el general Serrano o Sagasta, decidió acabar la guerra de una vez tomando Navarra y Estella, la capital oficiosa carlista. Un ejército de 50.000 hombres y 80 cañones al mando del general Concha avanzó sobre Navarra e intentó asaltar las posiciones carlistas cerca de Estella, en Abárzuza, y Monte Muro. Se produjo una durísima batalla en que las oleadas liberal republicanas fueron sucesivamente deshechas por el fuego carlista y finalmente el desastre  republicano se consumó con la muerte del general Concha.

La derrota produjo una oleada de desprestigio sobre la República y la impidió consolidarse, como finalmente acabó ocurriendo por ejemplo, en Francia, en esa misma época. Es muy posible que sí el Carlismo hubiera sido derrotado entonces, la República se hubiese consolidado para siempre en España. En diciembre y enero siguientes finalmente caería la I Republica y se produciría en España la Restauración de Alfonso XII. El Carlismo finalmente sucumbió en esta guerra dos años más tarde pero fue gracias a los carlistas que se evitó que se consolidara la República en España en esa época.

En esta guerra igual que en la de 1833-1840, (y un siglo más tarde, en la Cruzada) los batallones navarros fueron la fuerza principal del Carlismo, la que consiguió sus mayores éxitos militares, sin olvidar, desde luego a los batallones de vascongados, castellanos, aragoneses, y por supuesto a las fuerzas carlistas catalanas. Y hubo combatientes carlistas muy heroicos originarios de toda España.

 

Sin embargo, aún más que Navarra, quizá fue Vizcaya la provincia que más hombres aportó en relación con su población. Como señala el veterano militante carlista e historiador Román Oyarzun en su excelente Historia del Carlismo: «Vizcaya era la más carlista de las provincias de España, la que dió el mayor número de voluntarios en relación con sus habitantes. Lástima grande que el veneno separatista la haya desviado después del camino de su heroica tradición carlista y fuerista, plenamente fuerista pero antiseparatista!».

 

RAFAEL MARÍA MOLINA


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1 respuesta

  1. No sabía que los Carlines hubieran derrotado a la República.

    Visto el desastre que la masonería ha causado en Francia y cómo se ha apoderado de la población nativa , considerado así, pues sí que ha sido una suerte.

    Además, en Francia el desarrollo real viene con el Segundo Imperio, pero aquí vino con Franco.

    Es decir, que nos hubiéramos convertido en una república bananera exactamente igual que cualquiera de las que se apoderaron tras romper el imperio español y los virreinatos

    Lo único que no hubiéramos tenido sería la guerra con Estados Unidos, con lo que nos hubiéramos ahorrado el enorme coste material y humano.

    Simplemente el Gobierno masónico republicano hubiera cedido libremente Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam y Palaos a Estados Unidos directamente con la excusa de la «libertad de los Pueblos oprimidos» y la «voluntad del Gran Oriente», como al final pasó.

    Y seguramente hubiera contribuido con dinero al cambio del idioma español por el inglés en Filipinas, para pagar la «deuda histórica» y asegurarse que la nueva colonia pierde la influencia católica .

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