«Puigdemoni» se prepara para presentar su nuevo partido el 25 de julio tras el fracaso de su primer intento: la Crida Nacional per la República, que tiene los días contados. Este partido-satélite impulsado por el fugado pretendía erigirse como un paraguas de todo el independentismo y acabar dando pie a una estructura al estilo del Scottish National Party.

El fugado de Waterloo pretendía absorber al menos a una parte de Esquerra Republicana,  y al Pdecat. Pese a todo, la Crida ha intentado aparentar una imagen de transversalidad al nutrirse de rostros conversos al independentismo. Pero finalmente, el resultado ha sido la división del Pdecat y la resistencia de su presidente, David Bonvehí, a disolverse y a entregar a Puigdemont su botín más valioso: los derechos electorales (que se traducen en enormes subvenciones públicas).

El papel que ha jugado la Crida ha sido el de guardián de las esencias del puigdemontismo, que en estos momentos se está convirtiendo en sinónimos de desesperación y soledad. El nuevo partido de Puigdemont se crea en un contexto casi idéntico al que precipitó la creación de la Crida: la rebeldía de la cúpula del Pdecat ante los deseos del fugado.

En 2018, cuando el expresidente anunció la creación de esta plataforma política, faltaba una semana para la Asamblea Nacional del Pdecat que debía decidir la continuidad de Marta Pascal al frente de la nave. Pero ahora Marta Pascal lidera su propio proyecto: el Partit Nacionalista de Catalunya, la escisión moderada del Pdecat.  Los miembros de LA CRIDA deberán decidir el futuro de la Crida en una conslulta la próxima semana. Muere así el penúltimo invento puigdemoníaco. Demasiadas siglas para la misma cantidad de nacionalista.

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