Que el nacionalismo es una religión secular, no nos cabe la menor duda. Que el montserratismo es su espiritualidad terrenal, tampoco. Da igual que el responsable de los scouts de Montserrat fuera un depredador sexual, que Pujol fundara su corrupta Convergencia en Montserrat, o que los milicianos de Companys asesinaran 22 monjes de Montserrat en 1936. Todo se perdona en nombre de la nación escogida, descendientes de Tubal y su tribu supremacista.

Da igual, se empieza, colocando una estelada en un campanario, y a la benedictina Forcadas en TV3, y se acaba venerando un bolardo fálico víctima de la represión del Estado.

Hoy no iba a ser menos, en este pueblo amarillo-martirial, y nuevamente ha resurgido el montserratismo. La adoración a la montaña telúrica, que los viejos monjes benedictinos católicos de hace siglos se atrevieron a profanar poniendo una Virgen Negra. Pero esto se acabó. Montserrat no brilla por la Virgen, sino porque así lo ha decidido la ANC iluminando los picos de Montserrat para iniciar su intento de mitificar el 1 de octubre (Día de la exaltación del Caudillo a la jefatura del Estado, por si no lo recuerdan algunos).

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