La catedral de Norwich es una joya del medievo tardío y museo viviente de la historia de Inglaterra. Sería un buen lugar para iniciar el renacimiento del prácticamente desaparecido culto cristiano anglicano. Los anglicanos están más en peligro de extinción que el lince ibérico. 

En vez de convertirlo en un centro de espiritualidad, oración, silencio, reparación, sacrificio, etcétera, esto es, todo los alimenta el espíritu, han decidido revitalizar la fe poniendo … un gigantesco tobogán.

Norwich pasará a la historia por la payasada de ser la primera catedral que instala un tobogán gigante en su interior. Ha sucedido este mes, entre grandes aspavientos del estamento eclesiástico anglicano. El decano de la catedral ha declarado que así aspira a atraer a los fieles allá donde los sermones, la constricción moral y Dios mismo están fracasando.

Según el Decano, que debe ser subnormal, la atracción de 16 metros de altura debe: «Permitir a la gente experimentar la catedral de un modo completamente nuevo, y abrir conversaciones sobre su fe». Es decir, pasarlo divertido. ¿Se imaginan que le pasaría a un imán si dentro de la mezquita coloca un tobogán gigante? Lo linchan los suyos.

El folleto de esta campaña, sigue soltando imbecilidades de calibre: «colocarte frente a la palabra de Dios y contemplar la Biblia como nunca lo habías hecho»; «participar en una práctica espiritual ancestral»; y «descubrir historias inspiradoras de personas que han visto las cosas de un modo distinto».

Eso sí, la «experiencia religiosa» cesta dos libras por persona, abre todos los días en horario escolar, y ofrece unos cincuenta viajes cada media hora. Otra demostración empírica de la decadencia espiritual de Occidente.

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