Trapero antes de entrar a declarar en la audiencia

El futuro de José Luis Trapero está cada vez más negro. Su horizonte penal por sedición cada vez está más cercano. Pase lo que pase su fulgurante carrera policial está acabada. Incluso en la inauguración del curso de la escuela de Policía de los Mossos, vimos cómo se había quitado las condecoraciones españolas.

La aplicación del 155, en teoría, uno de sus primeros efectos tendrá como objetivo la destitución de Trapero independientemente de su situación judicial. La Consejería de interior del gobierno autonómico es crucial para que el orden público se mantenga en Cataluña tras la aplicación del 155.

Con trapero caerían evidentemente, Joaquim Form (ese con pinta de frankenstein), y al menos, del director general de los Mossos, el polémico Pere Soler, brazo ejecutor, el ‘major’ Trapero. Soler lo tiene crudo pues le han intervenido conversaciones con el responsable de la logística de las papeletas del «pifiarrendum».

Trapero sigue libre, si sirve de excusa, porque de momenot se le está juzgando los incidentes del 20 de sepetiembre en la Consejería de Hacienda. Cuando se amplie a los hechos del 1 de octubre, la cosa ya se pone bastante fea.

En caso de que el nivel de disidencia en los altos mandos de los Mossos pusiera en peligro el orden público, la Policía y la Guardia Civil podrían ir desplegándose nuevamente policía y Guardia Civil.

Todos aquellos mossos –ya sean agentes u oficiales– que incumplan las «instrucciones, órdenes, resoluciones o actos» dictados por las nuevas autoridades, deberán afrontar las sanciones que resulten «de la aplicación de la normativa disciplinaria estatal o autonómica» además de tener que hacer frente a las «responsabilidades patromoniales, penales, contables o de otro orden» a que pudieran dar lugar sus actuaciones de rebeldía, algo que entre otras cosas supone quedarse sin sueldo», dice el texto aprobado por el consejo de ministros.

Pase lo que pase, ya nada volverá a ser igual.

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