A Puigdemont no le hacen caso más allá de los Pirineos los mismos dirigentes europeos que reciben con alfombra roja al presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García Page. Los dirigentes de la UE conocen de sobra que Puigdemont se apoya en un partido chavista y antieuropeo. En Europa no se andan con tonterías. No s’estan per romanços.

Para el proceso separatista es hasta “saludable” que no le hagan caso porque su aliado la CUP no quiere estar en Europa bajo ningún concepto.

La diputada de la CUP, Anna Gabriel, le ha instado a reconocer a Puigdemont que el referéndum pactado «no es que sea poco probable, sino que es imposible» por lo que le ha repetido que prepare el país para un conflicto democrático que “sólo saldrá adelante con la movilización y la determinación de la ciudadanía”. Es el eufemismo que utilizan para hablar de la necesidad de la violencia. Por ejemplo emplean términos como desobediencia civil que fueron empleados por el mundo etarra.

Se viene abajo otro camelo del separatismo, que la independencia llegará entre sonrisas y un amable acuerdo con España.

Ana Gabriel le ha dado un buen tirón de orejas a Puigdemont. Ayer criticó que el Govern transmitiera durante la conferencia del martes en Bruselas la idea de que el movimiento independentista en Catalunya es un pensamiento único y no diverso, como a su juicio quedó patente al defender un país independiente dentro del marco de la UE.

Además, le ha reprochado que no explicaran en el Europarlamento que la independencia va vinculada a un proceso constituyente que traerá un estado comunista: «La independencia es el motor de transformación y voluntad para cambiarlo todo».

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