El pacto de la burguesía pija separata con los radicales antisistemas y republicanos fue uno de los hechos más esperpénticos que se recuerdan en política contemporánea. Juntos por la supervivencia fue un matrimonio de conveniencia para repartirse un Estado imaginario. La Cup con sólo 10 escaños ha conseguido mandar y chantajear al gobierno al controlar los Presupuestos.

La Generalidad afronta la semana decisiva para los Presupuestos con malas perspectivas. El PDeCAT ha ganado la batalla interna contra Esquerra, y el Govern ya ha tomado una decisión sobre la principal reivindicación de la CUP: no subirá el IRPF a las rentas altas. Los anticapitalistas deberán tomar una decisión definitiva sobre las cuentas, pero ayer ya se enzarzaron duramente con dirigentes de Junts pel Sí.

Al final estamos en lo de siempre. La CUP y una parte de Esquerra quieren al mismo tiempo la independencia y un modelo greco venezolano. Convergencia trata de engañarles con la misma canción de los últimos años: primero estemos unidos y luego después de la independencia veremos que sociedad hacemos. Y mientras tanto, claro, ellos intentan imponer sus recortes y su política económica merkeliana. Aunque es extraño que sigan a una maestra que nunca quiso recibirlos.

Por su parte la CUP es un pez rebelde y resabiado que ya no muerde los anzuelos. Y lo peor es que está mutando en piraña y amenaza con devorarlos. Cuando obligó a dimitir a Mas dijo que le había arrojado al basurero de la historia. ¿Veremos a Puigdemont haciéndole compañía en tan sucio destino?

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