
El nacionalismo esgrime frecuentemente el argumento de la invasión cultural, pero en el siglo XIX pasó más bien lo contrario.
Hubo una auténtica avalancha de artistas catalanes que se instalaban en la capital. Uno de los primeros trabajos que se vieron en la Villa y Corte fue grupo escultórico de Daoiz y Velarde en la plaza del Dos de Mayo, realizado en Roma por Antoni Solà y trasladado a Madrid en 1831.
En 1808, Solá fue detenido y encarcelado por negarse a reconocer a José Bonaparte como rey de España.
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