
Si el nacionalismo no propone enmiendas a la Ley Eléctrica, pongamos por caso, para incentivar la economía productiva, deja de ser útil a su electorado», afirma Manuel Silva, letrado del Estado, militante de Unió y ex diputado de CiU. Silva, socio del bufete Roca Junyent, pone en la misma casilla la muerte factual de la antigua CiU y la inanición en marcha del actual Partit Demòcrata Català (PDC).
El fin de la dialéctica tiene víctimas sobresalientes, como el senador Josep Lluís Cleries, el diputado Carles Campuzano o Pere Macias, el ingeniero de caminos que instalará el Trambaix de Diagonal. En su libro Anatomía del poder, John Kenneth Galbraith señala el carácter y la organización como fuentes de poder; para Alfred Chandler la piedra de toque es la especialidad.
El PDC se ha quedado sin lo uno y sin lo otro. Y sin los tres millones de euros anuales que le permitirían mantener a sus parlamentarios, sufragar viajes y gratificar a los suministradores de inteligencia jurídico-técnica, los abogados de Uría Menéndez, de Garrigues o de Cuatrecasas, expertos en grupos de interés. «Es la muerte del catalanismo político, tal como nosotros lo entendemos«, certifican de común acuerdo varios socios de estos mismos bufetes.
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