
El P. Butiñá
El siglo XIX se caracteriza en Cataluña por una excepcional fecundidad apostólica y espiritual, que se manifiesta en numerosas fundaciones de institutos y congregaciones religiosas. Es la época de la que se ha dicho que nunca en Cataluña había habido tantos santos como entonces. En respuesta a un escrito del cisterciense Félix Genover, en que se discutía la primacía de José en santidad, los Padres Carmelitas Descalzos del convento barcelonés de san José vindican ya en 1743 la eminencia de su oficio y de su santidad. Un opúsculo polémico, Joseph vindicado, escrito en pocas semanas, constituye un excelente resumen y balance de la tarea doctrinal que caracteriza el siglo anterior a su publicación, a la vez que un testimonio de la expansión y arraigo popular de la corriente espiritual surgida de santa Teresa de Jesús.
La devoción a san José es característica de muchos de los hombres de aquella generación. Entre ellos Francisco Javier Butiñá (1834-1900), Fundador de las Siervas de San José y de las Hijas de San José, destacado por su doctrina, expresada especialmente en Las Glorias de San José, Barcelona 1893. «A san Rafael, siendo uno de los primeros príncipes de la corte celestial, designó el Omnipotente para compañero y guía del santo y joven Tobías en su viaje a la ciudad de Rajés: mas a san José le subió al altísimo cargo y ministerio de acompañar y defender al Hijo de Dios en sus caminos. San Gabriel tuvo a honra ser el mensajero de Dios para anunciar a María el incomprensible misterio de la divina maternidad; mayor fue la de san José levantado a la dignidad incomparable de ser virginal Consorte y compañero inseparable de la misma divina Madre. Cífrase la más brillante gloria de san Miguel en ocupar el trono supremo de la milicia celestial, como príncipe de los coros angélicos; mas le aventaja, y con mucho, san José, pues fue príncipe y cabeza de la familia de Dios en la tierra, compuesta no de purísimos espíritus, sino de la misma Reina de todos ellos y del Supremo Gobernador del universo visible e invisible»

José María Vilaseca
También José María Vilaseca, M.S.J. (1831-1910), fundador de los Institutos de Misioneros Josefinos en México, nació en Igualada, en Cataluña, y estudió en el seminario de Barcelona. Siguiendo su vocación misionera ingresó en la congregación de PP. Paúles. Destinado ya en México desplegó una intensa actividad apostólica que fructificó en la fundación de dos institutos josefinos, y la revista El Propagador de la Devoción a san José, en 1872, que subsiste todavía en la actualidad. La fecundidad de su apostolado se extendió a todo el mundo hispanoamericano, por lo que ha de ser considerado como uno de los más grandes apóstoles de la devoción a san José. «El poder de san José sobrepuja con mucho el poder de todos los ángeles y de todos los santos juntos, porque él es, a la vez, poderoso en el corazón de Dios y en el corazón de María».

San Enrique d’Ossó
San Enrique de Ossó y Cervelló (1840-1896), nacido en Vinebre, en la Diócesis de Tortosa, destaca entre los sacerdotes catalanes del siglo pasado por su espíritu teresiano y su ferviente devoción josefina. Ha sido canonizado recientemente por Juan Pablo II. Fundó en 1876 la Compañía de santa Teresa de Jesús (Teresianas). Creador de laHermandad josefina en Tortosa, el mismo año de 1876, redactó un devocionario josefino completo que con el título El devoto josefino publicó en 1890. Enumera siete privilegios de san José: 1º) Tener a Jesús por Hijo de Dios; 2º) Ser su esposa María, madre de Dios; 3º) Ser obedecido por Jesús y María; 4º) Haber gozado de los abrazos y caricias del Rey de la Gloria; 5º) Ser el primer adorador del Hijo de Dios nacido en Belén; 6º) Morir en brazos de Jesús y María; y 7º) Resucitar con Cristo en cuerpo y alma a la Gloria.

Torras i Bages
En la espiritualidad y en la acción pastoral del que fue gran Obispo Dr. Joseph Torras i Bages (1846-1916) ocupa un lugar importante la devoción a san José. Tiene algunos textos de su predicación como presbítero, que contienen ya expresión de pensamientos capitales, de decisivo valor teológico. «La vida oculta es muy alabada, pero muy poco seguida. José es el modelo de la vida oculta».
Desde luego, el gran sacerdote poeta Miquel Costa i

Costa i Llobera
Llobera (1854-1922), principal figura del renacimiento literario de Mallorca. Se dedicó intensamente a la predicación y recorrió los púlpitos de la isla durante muchos años. El panegírico de san José, en el que el lector descubrirá la presencia de una gran riqueza de fuentes, y la poesía a modo de «gozos» populares, escrita por su propio autor en castellano, son un testimonio excelso de la tradición josefina en su tierra de Mallorca.

Jaume Bofill
Y finalmente, publicadas como editorial en la revista barcelonesa Cristiandad, Jaime Boffil (1910-1965), que fue prestigioso catedrático de Metafísica de la Universidad de Barcelona, contienen una expresión «contemplativa» del sentido de la fe sobre el Patriarca san José. «La fe cristiana se nutre de la contemplación. De una contemplación sencilla, que se detiene donde sea que encuentre ternura, gozo, suavidad espiritual. Por esto las escenas del nacimiento de Jesús han nutrido secularmente esta contemplación. Y ¿cómo contemplar el nacimiento sin detenerse en la conversación y compañía de José».

Francisco Canals
Esta espiritualidad josefina culminó en la escuela tomista de Barcelona con la obra San José, Patriaca del Pueblo de Dios, del ya fallecido Catedrático de Metafísica Francisco Canals. Esta obra es una de las aportacionones teológicas más recientes y profundas sobre la figura de San José. Nos hemos dejado en el tintero otros muchos santos y siervos de Dios, como el Padre Manyanet, pero el conocimiento de su obra josefina, lo dejaremos para otra coasión.

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