La dictadura light. Por qué el nacionalismo catalán es totalitario.
Primera parte
“Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el odio por los demás es lo primero”.
Charles de Gaulle
“El nacionalismo es algo intrínsecamente malo por dos motivos. Primero por creer que unas personas son, por su pertenencia a un grupo, mejores que otras. Segundo, porque cuando el problema es el otro, la solución implícita de este problema siempre será el otro.”
Ryszard Kapuściński
Para que un producto sea considerado light debe tener al menos un 25% menos de calorías que el mismo producto en su versión ordinaria. Si tenemos en cuenta qué ha caracterizado los movimientos totalitarios del siglo XX, fascismo, nacional socialismo y comunismo, y los comparamos con el nacionalismo catalán actual, veremos que las similitudes son muchas, y que podemos hablar sin lugar a dudas de un totalitarismo edulcorado. El nacionalismo catalán, incluso el más radical, ha comprendido que, a día de hoy, el uso de la violencia a gran escala es contraproducente. Ojo, a gran escala, porque casos de violencia y de coacción sí que se producen, aunque los silencien. Esta es una de las pocas diferencias sustanciales. Por lo demás, pasen y vean.
La nación por encima de todo
Lo primero de todo es, por supuesto, un nacionalismo exacerbado. No hay más que dar una vuelta por cualquier ciudad o pueblo catalán y observar la gran cantidad de banderas que hay por todos lados. Banderas en las entradas de los pueblos, en plazas, colegios, en las casas. Pasteles con los colores catalanes, productos de todo tipo politizados, desde el tanga de la estelada hasta botellas de vino. Aquí todo está «marcado». Sólo falta que hagan cantar Els Segadors a los niños antes de empezar las clases. El chauvinismo instalado en una parte importante de la sociedad catalana es rampante; se cree que todo lo catalán es bueno por el simple hecho de serlo. Como decía una canción, «no es amor, es una obsesión».
Pancatalanismo
Pero Cataluña se le queda pequeña al nacionalismo, motivo por el que se sacaron de la manga unos imaginarios Países Catalanes. Esta entelequia, por supuesto, no ha existido nunca más que en la imaginación de estos iluminados. Lo más parecido que ha habido ha sido la Corona de Aragón, pero claro, del antiguo reino no reclaman más que aquellos territorios en los que, según su versión, se habla catalán, que para ellos es lo que determina el “territorio nacional”, lo cual es en sí mismo algo absurdo. Eso sí, en este caso eso del derecho a decidir no lo tienen tan claro pues, a día de hoy, no se tiene constancia de que hayan solicitado ningún referéndum en dichos territorios a fin de que pasen a formar parte de Cataluña. Pero todo se andará. Como siempre hay algún tonto útil, no les falta gente por aquellos lares que les siga el juego, y para que el personal se acostumbre a verlos como catalanes se les incluye en el mismo mapa, como por ejemplo en la sección del tiempo de TV3, cuya señal llega (si nadie lo ha impedido) a algunos puntos de Valencia.
Imponiendo, que es gerundio
Es algo ya tristemente habitual el encontrar en lugares públicos la dichosa estelada, imponiéndonos a todos un símbolo que a muchos nos es extraño y que es, sin duda alguna, contrario a la tradición catalana y que ensucia nuestra enseña. Pero no es casualidad que tantos ayuntamientos cuelguen el dichoso trapito en su balcón o la pongan a la entrada de los pueblos; esto, por supuesto, obedece a una estrategia: La ocupación del espacio público por los secesionistas y la imposición de sus símbolos. Por supuesto, es evidente, se elimina la bandera española en muchos consistorios, impidiendo así su aceptación y percepción como algo normal y natural para los catalanes ¡Y pobre del que diga algo! Al momento se le tachará de fascista y le mirarán mal. Lo mismo sucede con los padres que piden escolarizar a sus hijos en castellano, que sufren las iras y el acoso de los tolerantes nacionalistas. Incluso se han dado casos de niños acosados por sus compañeros por este motivo.
El nacionalismo produce también personajes peculiares, por decirlo suavemente, como cierto individuo que se dedica a denunciar a empresas que utilizan el castellano como lengua vehicular en sus negocios, o el energúmeno separatista Santiago Espot (,ex candidato de Solidaritat per la Independència a la Alcaldía de Barcelona) que confesó que su organización había presentado cerca de 3.000 denuncias anónimas contra comercios que no rotulaban su establecimiento, al menos, en catalán. No está mal para los que constantemente aluden a la prohibición del catalán durante el franquismo.
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