«El cáracter independiente de los catalanes les hace naturalmente repugnante la soberbia y la dureza del que manda, pero en cambio cede fácilmente a la persuasión, reconoce su falta si la ha cometido y no se revela contra la ley que lo castiga a diez, mientras se irrita contra el capricho que lo castiga a uno. Con la razón todo, con la tiranía nada. Este es el lema del catalán.
La fuerza no le espanta, la dulzura le cautiva, la persuasión lo vence. La autoridad que se presente sola, mostrando con eso la confianza en su hidalguía, y hable tocando el resorte de la justicia, de la razón, del pundonor, hará más que la otra que se rodee de las armas y quiera imponer con gritos y amenazas.
Los alcaldes de barrio, los vecinos honrados han logrado en Barcelona lo que no hubiera conseguido un ejercito, y entre catalanes siempre sucederá lo mismo.
A hombres poco conocedores de nuestro país y de nuestra historia, y poco filósofos al mismo tiempo, hemos oido exclamar con una especie de coraje inexplicable: ¡Qué! ¿Acaso los catalanes no son como los demás españoles? Y han creido que esta pregunta no podía sino tener una contestación afirmativa. Nosotros nos atrevemos a responder a ella negativamente.
Los catalanes no son como los demás españoles, de la misma manera que los gallegos no son como los andaluces, los valencianos como los navarros, los aragoneses como los asturianos. ¿Pues que duda tiene que los catalanes no son como los demás españoles? Para no ver la diferencia entre los naturales de las diversas provincias de España, es preciso no conocer ninguna ni haber estado en ninguna. Esa pregunta sólo sería perdonable en un extranjero que ignorase absolutamente nuestra historia, pero en un español nos asombra haberla oído».
Joan Cortada – Catalunya y los catalanes- 1859
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