
Asalto a Barcelona
Uno de los mitos del nacionalismo es el «saqueo a sangre y fuego de Barcelona». En realidad, pudo ser así, pero en realidad no lo fue. El propio Duque de Berwick lo impidió, dando órdenes estrictas al respecto.
El hosstoriador Vila Sanjuan, cuenta así los acontecimientos: «[El duque de Berwick asediaba la Ciudad Condal desde principios de julio] (…) viendo el considerable valor que los barceloneses ejecutaban en su defensa, considerábalos verdaderos héroes y, dada su caballerosidad, intentó por todos los medios que la ciudad no fuese tomada a sangre y fuego (…) Así, el 3 de septiembre envió a un parlamentario para que, antes de iniciar un ataque general, se estableciesen conversaciones para proponer la rendición de Barcelona. […]
Rafael Casanova [al igual que Antonio de Villaroel, general en jefe de las fuerzas austrófilas] era partidario de la rendición. Su exposición fue rebatida con brío por el segundo consejero, Salvador Feliu de la Penya. Reunido (…) el pleno del gobierno provisional, la cerrada negativa de los apasionados se impuso totalmente: 26 votos en contra y sólo 4 (entre ellos el de él mismo) a favor de la proposición de Casanova de aceptar conversaciones [en cursiva, en el original].
[Finalmente, en la mañana del 11 de septiembre las fuerzas borbónicas desencadenaron varios ataques] Villaroel insistió en que debía volverse a parlamentar con el duque de Berwick para evitar el asalto a sangre y fuego (…) Así se hizo. Tras el bando de Casanova de las tres de la tarde (…) se proclamó un «alto el fuego» y se iniciaron las negociaciones. (…) Berwick se mantenía en que la rendición (…) debía ser incondicional. Los enviados catalanes no podían aceptar aquel extremo.
El día 12, hacia la una de la tarde, se consiguió una transacción en la que, sin citar la rendición incondicional, se abriría Barcelona a las tropas felipistas, y Berwick daba su palabra de honor de respetar a la población, incluso a quienes habían tomado armas (…) A las seis de la tarde (…) los felipistas ocuparon el castillo de Montjüic.
Al día siguiente todas las fuerzas borbónicas formaron al alba para escuchar un bando del duque de Berwick destinado a mantener el orden y prohibiendo toda injuria a los catalanes.nA las seis de la mañana las fuerzas de ocupación empezaron a entrar en la ciudad.
Así lo confirma también Vicente Bacallar y Sanna marqués de San Felipe, político e historiador partidario de los Borbones , en su obra «Comentarios de la guerra de España e historia de su rey, Felipe V el Animoso» de 1725: “La noche fue de las más horribles que se pueden ponderar, ni es fácil describir tan diferentes modos con que se ejercitaba el furor y la rabia. Mandó el duque sacar de la ciudad los muertos y retirar los heridos; y a las tropas, que estuviesen en orden hasta la aurora y que se previniesen los incendiarios. Amaneció, y aunque la perfidia de los rebeldes irritaba la compasión, nunca la tuvo mayor hombre alguno, ni más paciencia que Berwick. Dio seis horas más de tiempo; fenecidas, mandó quemar, prohibiendo el saqueo”.
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