El verdadero origen del “Onze de setembre”. Entrevista con Javier Barraycoa (DOLÇA CATALUNYA)


Una fecha monárquica, española y religiosa, resucitada con una misa y transformada en acto nacionalista y republicano.

barraycoa

Empezamos 2014. En Dolça Catalunya pensamos que es una buena ocasión para conocer lo que realmente pasó en 1714. Que es muy diferente de lo que nos cuenta el nacionalismo. Empezamos explorando con el profesor Barraycoa los orígenes de la celebración del “Onze de setembre”.

El Dr. Javier Barraycoa, sociólogo, escritor, doctor en Filosofía, profesor universitario, y colaborador de la plataforma Somatemps, ha tenido a bien contestar nuestras preguntas. Conocemos sus libros Historias ocultadas del nacionalismo catalán (2011, 6ª edición), y el muy reciente Cataluña hispana (2013). Y queremos entender mejor qué fue el 11 de septiembre de 1714.

Dolça Catalunya: Hemos llegado al temible 2014. Los catalanes ¿tenemos algo que celebrar el próximo 11 de septiembre?

Javier Barraycoa: Nada. Las derrotas no se celebran, se lamentan. Confundir una derrota con una victoria es un fenómeno peligroso para la psiqué colectiva de un pueblo. Eso sólo puede ser fruto de un resentimiento sinsentido. Los propios catalanes, como reconocen historiadores catalanistas como Soldevila o Rovira i Virgili, pronto se olvidaron de la derrota de 1714. Durante el siglo XVII, los catalanes recibieron a los Borbones con manifestaciones de entusiasmo sin precedentes. Por ejemplo, a Carlos III en 1759, o a Carlos IV en 1802.

DC: Entonces, ¿en qué momento apareció la conciencia de la derrota?

JB: Aunque parezca extraño, tendrían que pasar más de 150 años para que se empezara a celebrar el 11 de septiembre y los catalanes se sintieran humillados por esa derrota. La Guerra de Sucesión, por ejemplo, fue reivindicada en serio por primera vez por el historiador carlista Mateu Bruguera en su obra Historia del memorable sitio y bloqueo de Barcelona y heroica defensa de los fueros y privilegios de Barcelona 1713-1714, escrita en 1871. El carlismo se sentía más identificado con el austracismo y esta obra es la prueba más clara. Por aquél entonces el romanticismo ya había penetrado en la historiografía catalanista. La saga de los Bofarull se encargaba de recuperar la historia olvidada y revestirla de emotividad y subjetividad. Mientras historiadores como el canónigo Mateu Bruguera buscaban reivindicar los fueros catalanes, los historiadores catalanistas buscaban “recrear” una historia que pudiera justificar sus futuros proyectos políticos.

DC: Por tanto, ¿la reivindicación del 11 de septiembre tiene varias lecturas?

JB: Sí, varias, unas sutiles y otras toscas.

DC: Explíquese, profesor …

JB: El primer catalanismo era meramente cultural. Antes de adoptar forma política con la Lliga Regionalista, el catalanismo era una “actitud” que fácilmente se podía confundir con el carlismo, el integrismo o el regionalismo. Los primeros catalanistas hablaban de regionalismo o foralismo, copiando el lenguaje tradicionalista, aunque en el fondo, sin saberlo, ya eran liberales; eran católicos sinceros y conservadores, pero no contrarrevolucionarios. Aunque soñaban con los viejos “reyes catalanes”, su devoción era para la dinastía liberal y no para la carlista.

DC: ¿Entonces …?

JB: Eso explica por qué la primera vez que se celebró el 11 de septiembre tuvo un profundo sentido religioso. Se ofició una Santa Misa, celebrada el 11 de septiembre de 1886, en la parroquia de Santa María del Mar, en cuyo cementerio (El Fossar de les Moreres) se hallaban enterrados muchos de los defensores de la ciudad en 1714. Allí ya se produjo el primer conflicto. Las autoridades gubernamentales prohibieron el sermón de Mn. Jaume Collell. Este clérigo, uno de los primeros y grandes entusiastas del catalanismo, era lo que hoy llamaríamos un “carca” total, pero también un desaforado catalanista.  Lo paradójico es que dos anticlericales como Ángel Guimerà y Valentí Almirall asistieron a la ceremonia religiosa. Ello ya indica la contradicción interna que arrastrará el catalanismo hasta nuestros días. Conservadurismo y revolución, por el bien de la “nació” se enredarán en pactos contra natura.

Bruguera

DC: ¿No se ponían de acuerdo?

JB: Unos años antes, el catalanismo había intentado que la “Fiesta principal de Cataluña” fuera Sant Jordi. Pero no cuajó la que había de ser una festividad que, según sus propias palabras, aunara «los sants noms de Fe y Patria». Los catalanistas de izquierdas no iban a pasar por ese “trágala”. Sin embargo, los organizadores del “primer once de septiembre” de 1886, los jóvenes de Centro Escolar  Catalanista –entre los que reencontraba Prat de la Riba-, un año después se afiliarían a laLliga de Catalunya (una pre-Lliga Regionalista, donde la política estaba por encima de la religión). Hombres como Almirall, que capitaneaba un decadente republicanismo federalista y catalanista, preferían celebrar el 11 de septiembre, aunque les tocara ir a Misa, que celebrar Sant Jordi.

DC: ¿Y donde está la lectura tosca?

JB: La izquierda republicana no federalista criticó duramente esa celebración, por religiosa y “carca”. Nunca le perdonaron a Almirall su excesivo catalanismo. Para entender cómo los catalanistas católicos se tomaban el 11 de septiembre, basta leer el número de Lo Somatent (14 septiembre 1886), que acusaba a Felipe V de ser «un rey intrús en los gloriosíssims tronos deIs Reys Católichs». Con otras palabras, la izquierda del momento nunca vio con bueno ojos que se celebrara el 11 de septiembre, les olía a sacristía y veneración monárquica.

DC: ¿Y cómo se fue consolidando la celebración?

JB: Con motivo de la exposición de 1888 se erigió una estatua a Casanova. El proyecto de unificación del Código de Derecho Civil provocó protestas y, de paso, una ofrenda floral el 7 de abril de 1889 ante el monumento. Fue un éxito rotundo porque contó con el apoyo de casi todos los sectores sociales. Pero no era un 11 de septiembre. Poco a poco se fueron aunando la ofrenda floral a Casanova con la celebración religiosa del 11 de septiembre. Las Misas de cada año, a partir de 1900 se oficiaban convocadas por la Lliga Espiritual de la Mare de Déu de Montserrat, la asociación fundada por Josep Torras i Bages en la parroquia de los Santos Justo y Sant Pastor.

DC: ¿Y cómo fue perdiendo su carácter religioso?

JB: Poco a poco. Por ejemplo el Foment Catalanista, una de las entidades catalanistas de la época, ya hablaba de tener presente «la memoria de tots los martirs de las llibertats catalanas». Olvidaban del carácter hispano y religioso de los defensores de Barcelona.

DC: O sea que lo político fue sustituyendo a lo religioso …

JB: Sí, esa es la esencia del nacionalismo: sustituir lo religioso por lo político y convertir lo político en pseudoreligioso. Aunque la transformación tenía que ser sutil y no brusca. La revista catalanista La Renaixensa, el 13 de septiembre de 1892 se refería al luto: «de totas las regions espanyolas que perderen sos furs durant lo regnat de Felip V». Esos primeros catalanistas aún concebían que Cataluña era una región.

Bruguera

DC: ¿Y eran celebraciones pacíficas?

JB: El conflicto era inevitable. En la ofrenda floral de 1899 se cantó Els Segadors y un grupo de policías los disolvió. Un diario de izquierdas, El imparcial , el día 13 de septiembre denunciaba a los asistentes y el acto en sí, afirmando: «la tristísima e intempestiva conmemoración del 11 de Septiembre de 1714, día en que el ejército de Felipe V, al término de la prolongada guerra de sucesión, que fue en España verdadera guerra civil, dio el asalto á Barcelona, aflige no por el peligro que para la unidad nacional encierra, sino por el espíritu de injusticia y de rencor que revela».

En 1901 eclosionó –por su carácter religioso- la Misa en honor a los “mártires” del 11 de septiembre. A la salida se entonaba Els segadors. Sin embargo, en la ofrenda floral a Casanova se reunían pocos centenares de personas. Con el tiempo la Misa dejó de tener importancia y la Diada se centró en la ofrenda floral, convirtiendo la estatua deCasanovas en un “altar de la Patria”.

En un estudio el historiador Pere Anguera sintetiza perfectamente el proceso: “La conmemoración iniciada con un funeral entre nostálgico e historicista en 1886, a partir de 1890 se convirtió rápidamente en una celebración con claros componentes  reivindicativos, con una adhesión compartida por los distintos sectores del catalanismo y desde diversos ámbitos sociales, sin que las limitaciones impuestas por las autoridades consiguieran frenarla, sino que antes bien contribuyeron a consolidarla. Lo que nació como una celebración barcelonesa pronto cuajó en toda Cataluña, desbancando otras posibilidades, primero la del día de San Jorge y después la del día de Corpus, quizá por las demasiado explícitas vinculaciones de ambas con festividades religiosas, lo que  podía repugnar a los sectores más laicos y progresistas, que eran los más activos en las celebraciones de la Diada”.

DC: ¿Y cómo hemos llegado hasta hoy en día?

JB: El directorio de Primo de Rivera suprimió la celebración. Al instaurarse la República el catalanismo conservador y católico de la Lliga había perdido toda su fuerza, ocupando su espacio ERC. Entonces la celebración del 11 de septiembre perdió definitivamente su carácter religioso para transformarse en algo revolucionario y separado totalmente de lo que representó el verdadero 11 de septiembre de 1714. Ahí todo ya rechinaba: republicanos catalanistas celebrando una guerra dinástica e hispanista. En 1935, los representantes de la Lliga en la ofrenda floral fueron abucheados por la multitud; aunque ellos eran, en gran medida, los inventores del evento.

DC: ¿Y qué pasó en la transición democrática, tras el franquismo?

JB: Pasó algo parecido. La primera ley que aprobó el Parlamento de la Generalitat (1980) fue la de la proclamación del 11 de septiembre como “festa nacional” de Cataluña. Hubo ciertas tensiones, pues algunos diputados autonómicos deseaban que fuera Sant Jordi, cosa que evidentemente ni el PSC ni el PSUC (con 25 diputados), estaban dispuestos a aceptar. Tampoco les hacía gracia el 11 de septiembre, pues conocían los orígenes conservadores y pseudotradicionales de la festividad. También eran conscientes de que la Cataluña de 1714 no era su modelo de sociedad. Pero aceptaron el “trágala” escudándose en que durante la II República la habían celebrado principalmente los republicanos y, lo que es peor, porque no tenían otra fecha alternativa. ¿A caso se podía tomar como fecha la entrega de Cataluña, por parte dePau Claris, a Francia?

DC: Lo que nos ha contado sorprende, sobre todo por el papel contradictorio de los catalanistas conservadores.

JB: Ese papel es exactamente lo que revivimos estos años. El catalanismo conservador permitió que surgiera el catalanismo de izquierdas y éste fagocitó al primero. Y esto es lo que le posiblemente le pasará a CiU respecto a ERC. Lo más penoso es la ceguera de CiU, y lo más divertido es ver cómo ERC celebra una derrota, como si fuera una victoria, y además referida a una lucha monárquica española. El despropósito es un sinsentido en sí mismo.

DC: Entonces nos tendrá qué explicar, en una próxima entrevista, qué pasó en la Guerra de Sucesión.

Será un placer y seguro que se sorprenderán los lectores. Les deseo suerte en Dolça Catalunya.

MARTES, 7 DE ENERO DE 2014

El verdadero origen del “Onze de setembre”. Entrevista con Barraycoa.



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