Mariano Álvarez de Castro, un héroe olvidado


Vicente Durá

El llamado tercer sitio de Gerona hace referencia a los siete meses de asedio a los que la Armada Francesa sometió a los habitantes de la ciudad de Gerona, en la guerra de la Independencia.

La ciudad se mantuvo en lucha desde el 6 de mayo de 1.809, bajo el mando del Teniente General Mariano Álvarez de Castro, hasta que la enfermedad y el hambre los obligaron a capitular, el 12 de diciembre de 1.809.

El general Mariano Alvarez de Castro es uno de los grandes hombres olvidados en Cataluña. Vamos a desglosar quien fue este héroe español.

Mariano Álvarez de Castro nació en Granada el 8 de septiembre de 1.749. A los cinco años quedó huérfano de padre. Se traslada con su madre y hermanas a Soria y después al Burgo de Osma. Al poco tiempo, muere su madre y queda al amparo de unos tíos suyos.

Las numerosas descripciones de su persona destacan que “era de grave continente, mediana estatura, tez morena, gran corazón, exquisito pundonor, galante, desinteresado, sereno en el peligro, tan buen militar como cumplido caballero, enjuto de carnes, color cetrino y algo demacrado, modesto y profundamente religioso”.

Al cumplir los dieciocho años, el 14 de diciembre de 1.768, ingresó como cadete en el Regimiento de Guardias Españolas de la Casa Real. Estudia en la Academia Militar de Matemáticas de Barcelona.

Ascendió a alférez en 1.778 y en el mismo año recibió el empleo de segundo teniente de Fusileros de la Segunda Compañía del 6.º Batallón del Regimiento de Guardias Españolas, para ser nombrado segundo teniente de Granaderos el 26 de enero de 1.786.

En 1.789 se le reconoció el grado de Teniente Coronel. En 1.793 se le nombra Coronel. En 1.795 recibió el empleo de Brigadier. Ascendió a Mariscal de Campo el 12 de abril de 1.809; y el grado de Teniente General el 20 de octubre de 1.809.

En 1.779 recibió el hábito de Santiago en la iglesia de Santiago de la Espada de Sevilla.

En cuanto a su carrera, solicitó participar en la expedición de Argel. Participó en las campañas del llamado Gran Sitio de Gibraltar en 1.779. Posteriormente, en 1.790, fue profesor en la Academia Militar que fundara el Duque de Osuna, en Madrid.

También estuvo en la guerra contra la Convención o de los Pirineos. Entró en el Rosellón por Arlés, el 20 de abril de 1.793, para participar dos días más tarde en la reconquista de Ceret. Asistió al bloqueo del castillo de los Baños, ataque a Masdeu, el 20 de mayo, y salida a Nils; toma de Elna, ataque a las trincheras frente a Perpiñán; conquista de Colliure el 20 de diciembre del mismo año; ataque de Ribesaltes; batallas de Truilles y Santa Coloma; ataque y posterior defensa de Bouton, en el que, al frente de su Compañía de Granaderos, rechazó a la bayoneta a una columna enemiga compuesta por más de mil hombres; ataque y toma del reducto de Bañuls de Aspres, en el que resultó contuso. Durante el año 1.793 totalizó setenta y nueve días sometido al fuego del cañón enemigo. Por último, en 1.794 tomó también parte en el sitio y rendición de Colliure.

La tercera de sus experiencias guerreras, bien que limitada, fue en la casi pacífica invasión de Portugal de la llamada Guerra de las Naranjas, en 1.801. En ella participó en las ocupaciones de Belén y Villaviciosa. Fue gobernador civil y militar de la Plaza de Alegrete.

Con el plan de invasión de España diseñado por Napoleón, en enero de 1.808 comenzó a reunirse en Perpiñán una División, a cuyo frente estaba el general Duhesme. El 8 de febrero cruzaron la frontera y, por Figueras y Gerona, se dirigieron a Barcelona ocho mil infantes y cuatro mil jinetes. Establecidos en esta ciudad como aliados de los españoles, ocuparon por sorpresa su Ciudadela el 28 de febrero, mientras otras de sus unidades se dirigieron a Montjuic, con el mismo propósito.

Pero en Montjuic se encontraba de gobernador interino Mariano Álvarez de Castro, cargo para el que había sido nombrado a finales de 1.807. Al ver aproximarse a las unidades francesas, Álvarez de Castro ordenó cerrar las puertas del castillo, levantar los puentes levadizos, situó a la guarnición sobre las murallas y mandó sacar los cañones. Entonces el Capitán General de Cataluña, Ezpeleta, le dio la orden de permitirles el paso a la fortaleza, a petición de Duhesme.

Después de la entrega de la fortaleza de Montjuic, se inicia un período confuso de su historia personal: en que no se sabe si regresó a Madrid, donde se encontraban la plana mayor del Regimiento de la Guardia Española o no salió de Barcelona, como parece más probable.

Tras rechazar el cargo de gobernador militar de la plaza de Barcelona, marchó a Tarragona en fecha indeterminada, siguiendo la deserción general de las tropas españolas acuarteladas en Barcelona. El 31 de octubre de 1.808 se hizo cargo del mando del Ejército de Cataluña el general Vives, recién llegado de Mallorca al frente de las tropas del archipiélago.

El Gran Sitio de Gerona – Ramón Martí Alsina

Los veinte mil hombres con los que contaba los dividió en cuatro Divisiones, una Reserva y la División de Vanguardia, desplegada en el Ampurdán, que puso a las órdenes de Álvarez de Castro, mando que llevaba anexo, con carácter interino, el Gobierno Militar de Gerona.

La División de Álvarez de Castro desplegada en el Ampurdán, hostilizó la entrada de refuerzos franceses. Cuando el 5 de noviembre entró Saint Cyr en Cataluña, al frente de dieciocho mil hombres, se dirigió a Rosas, a la que sitió. Álvarez de Castro, en clara inferioridad, hubo de limitarse a seguir hostilizando y a interferir los movimientos de recursos desde la orilla derecha del Fluviá. El 24 de noviembre, la División de Vanguardia asaltó las posiciones de la División Souham que cubría a los sitiadores de Rosas al otro lado del Fluviá, pero las tropas españolas fueron rechazadas. Rosas, sin posibilidades de auxilio, capituló el 6 de diciembre.

Perdida Rosas, no había misión más importante que la defensa de Gerona. La ciudad ya había resistido con éxito dos intentos anteriores de conquista por parte de los franceses (20 de junio y 22 de julio).

Gerona estaba rodeada de una muralla antigua, que no permitía la ejecución de una defensa en la forma deseable, en aquellos tiempos. La ciudad estaba cubierta por once fuertes o baluartes exteriores, de los que el de Montjuic (no confundir con la ciudadela de Montjuic, en Barcelona) era el único que reunía condiciones reales de defensa. Cuando Duhesme entró en Cataluña, estimó que Gerona no fuese susceptible de ofrecer gran resistencia.

Álvarez de Castro se dedicó a mejorar sus condiciones de defensa. Se destruyeron las edificaciones exteriores que permitían la aproximación a cubierto de los fuegos de los atacantes, así como las arboledas y vegetación que pudieran ocultarla; se corrigieron los desperfectos en la muralla causados por los anteriores ataques y se cerraron las brechas de ésta; se ahondaron los fosos y se abrieron otros nuevos y se reconstruyeron los reductos avanzados de Montjuic. La guarnición de Gerona era escasa, compuesta por seis mil hombres, encuadrados en los Regimientos de Infantería de Ultonia y Borbón; del 2.º Batallón de Voluntarios de Barcelona; de los Primeros Batallones de Migueletes de Vich y de Gerona; del Escuadrón de Caballería de San Narciso; de varias Compañías de Artillería con ciento cincuenta piezas y de un pequeño destacamento de Zapadores. A esos hombres se unieron ocho Compañías de la Cruzada, formadas por civiles armados y una Compañía de mujeres, llamada de Santa Bárbara, dividida en cuatro escuadras, que se dedicaría a llevar cartuchos y víveres a los defensores y a recoger y auxiliar a los heridos. También, con el entusiasta apoyo de la población civil, se habían acumulado víveres para sostener a siete mil hombres durante tres meses y abundante munición y pólvora.

El 30 de mayo comenzaron las operaciones de cerco por los franceses, que se completaron en los días siguientes.

Verdier, al frente de los sitiadores, solicitó la rendición de la plaza, pero Álvarez de Castro, en un bando dictado el 1 de abril, amenazó “con la pena de vida, ejecutada inmediatamente a cualquier persona de la clase, grado o condición que fuese que tuviera la vileza de proferir la palabra rendición o capitulación”, respondió que no deseaba mantener relación ni contacto alguno con los enemigos de su patria y que, en lo sucesivo, todo parlamentario sería recibido a cañonazos. Y así lo hizo cada vez que apareció un parlamentario, medida que fue muy bien recibida por la población civil de la ciudad.

Los franceses comenzaron sus ataques el 14 de junio. Saint Cyr volvió a pedir la rendición y Álvarez de Castro contestó en la siguiente forma: “Nada tengo que tratar con V. E., conozco sobradamente sus intenciones y para lo sucesivo, sepa V. E. que no admitiré consideración a su parlamentario ni trompeta alguno de su Ejército”.

Siguieron los franceses con su ataque a Montjuic, cuya fortaleza resistió los fuegos y los asaltos desde el 3 de julio hasta el 11 de agosto. Perdido Montjuic, la situación de la plaza empeoró gravemente, ya que quedaba bajo los fuegos y las vistas enemigas desde una posición dominante.

A últimos de agosto, el general Blake decidió acudir en auxilio de Gerona. Acudió con dos Divisiones. La aproximación desde el Sur se hizo desde distintas direcciones, lo que desorientó a los franceses, y así, la División mandada por García Conde, compuesta por cuatro mil infantes y quinientos jinetes, que conducía mil ochocientas acémilas cargadas de víveres y municiones logró entrar en la ciudad sitiada siguiendo el curso del Ter. El refuerzo era sensible, pero con él aumentó el número de bocas a alimentar y el 3 de septiembre salieron de Gerona los componentes de la División mandada por García Conde, dejando en la plaza dos mil setecientos noventa hombres, como refuerzo.

General Joaquin Blake Joyes (Vélez Málaga, 1759 – Valladolid, 1827)

El 19 de septiembre, los franceses llevaron a cabo el asalto a la ciudad, pero fueron rechazados con elevadas pérdidas. Al mismo tiempo, Blake, que había reunido en Hostalrich a ocho mil hombres y mil acémilas, intentó de nuevo el socorro de los sitiados, pero en Castellar la División Wimpfen, que protegía el convoy, fue derrotada por los franceses. Las unidades españolas se dispersaron y la mayoría de las acémilas cayeron en poder de los franceses, por lo que apenas ciento setenta de ellas lograron entrar en la ciudad.

En octubre, la situación de la plaza había empeorado notablemente, la escasez de víveres era total y los franceses parecían haber renunciado a nuevos asaltos, proponiéndose la rendición sencillamente por hambre, mientras continuaban con los fuegos de artillería sobre las ruinas a que estaban reducidos sus edificios y murallas. La Junta de Cataluña urgía a Blake a correr en su socorro y éste se veía impotente para realizarlo.

En Manresa se había reunido la Junta de Cataluña para provocar un levantamiento general del Principado a la vez que el 26 de noviembre se dirigía amargamente a la Central recabando su ayuda. Pero ya era tarde. En noviembre habían muerto ya 1.378 soldados, los hospitales se encontraban sin medicinas, los víveres se habían terminado y la mayoría de las casas estaban en ruinas. Los ánimos flaqueaban y sólo el gobernador se mantenía firme. Hubo quien pronunció en su presencia la palabra “capitulación” y éste le interrumpió: “¿Cómo, sólo Vd. es aquí cobarde? Cuando ya no haya víveres nos comeremos a Vd. y a los demás de su ralea, y después resolveré lo que más convenga”.

Cuanto mayor era el peligro, más firme parecía el general y así en un nuevo bando decía: Sepan las tropas que guarnecen los primeros puestos que las que ocupan los segundos tienen orden de hacer fuego, en caso de ataque, contra cualquiera que sobre ellos venga, sea español o francés, pues todo el que huye hace con su ejemplo más daño que el mismo enemigo”.

Las tropas francesas, el 2 y el 7 de diciembre, emprendieron nuevos ataques y conquistaron los fuertes del perímetro de la ciudad. El 8 del mismo mes, los asaltantes disponían de siete brechas abiertas, mientras los defensores españoles apenas llegaban a mil cien en condiciones de lucha. Álvarez de Castro, enfermo y delirante, aún manifestaba sus deseos de continuar la defensa, pero el 9 de diciembre entregó el mando a Julián Bolívar, y al día siguiente Gerona capituló después de nueve meses de feroz asedio. En la capitulación se estipulaba que la guarnición saldría de la plaza con honores de guerra y que sería conducida a Francia como prisioneros de guerra. En la defensa habían perecido de nueve mil a diez mil personas, de ellas cuatro mil de los catorce mil habitantes que tenía la ciudad, al comenzar el sitio.

El 11 de diciembre salió para Francia la guarnición, pero Álvarez de Castro continuó en Gerona enfermo en su domicilio. El 21 del mismo mes inició su marcha a Francia, pasando por Figueras, y el 23 se dirigió a Perpiñán, donde le informaron que estaba allí como reo de cárcel y no como prisionero de guerra. Lo internaron en un calabozo infecto. El 6 de enero le llevaron a Sitjan y de allí a Narbona, donde recibió mejor tratamiento. El 18 del mismo mes salió de esta última ciudad camino de Figueras, a donde llegó el 21, encerrándole en un calabozo de las caballerizas del castillo de San Fernando. El 22 de enero (o el 23), los franceses llamaron a un sacerdote español para que asistiera a su enterramiento.

No se sabe si murió envenenado, como afirma el clamor popular. Nunca pudo probarse y lo más probable es que no fuera cierto dado su estado de salud, desde antes de salir de Gerona. Pudo morir de muerte natural por enfermedad, pero lo innegable es el trato infame y vejatorio que recibió de los franceses, en contra de lo estipulado en la capitulación de la plaza.

El 7 de enero de 1.812, las Cortes establecieron por decreto que su nombre se inscribiera en letras de oro en su salón de sesiones, así como que en Gerona se levantara un monumento en su memoria. Decreto renovado el 1 de julio de 1.820 durante el trienio constitucional del reinado de Fernando VII, pero que nunca fue cumplido.

El 5 de junio de 1.814 se identificó su cadáver en Figueras y fue enterrado provisionalmente en la capilla del castillo de San Fernando. Años más tarde, el 20 de octubre de 1.816, se trasladaron sus restos a Gerona, pasando por Barcelona, donde se le rindieron honores de capitán general y el 28 de octubre recibieron sepultura en la capilla de San Narciso de la colegiata de San Félix de la ciudad de Gerona, que había defendido con tanto heroísmo.

El 16 de diciembre de ese mismo año, el general Castaños, capitán general del Ejército de la Derecha, ordenó colocar una lápida en el calabozo donde había muerto, en la que se decía: “Murió envenenado en esta estancia el día XXII de enero de MDCCX, víctima de la iniquidad del tirano francés el Gobernador de Gerona don Mariano Álvarez de Castro cuyos heroicos hechos vivirán eternamente en la memoria de todos los buenos”. La lápida fue mandada destruir por el mariscal Moncey cuando entró en Cataluña con los Cien Mil Hijos de San Luis y repuesta el 13 de abril de 1.824.

Por fin, el 2 de mayo de 1.880, sus restos se trasladaron, dentro de la misma capilla de San Narciso donde se encontraban, a un nuevo y solemne mausoleo de mármol donde reposan desde entonces. No se construyó el monumento a su memoria en Gerona, aunque sí uno a todos sus defensores, entre los que sin ninguna duda se encuentra tácitamente incluido.

Velatorio de Mariano Álvarez de Castro. Sin fecha. C.Montserrat

Pero no acabaron en esto las honras fúnebres, porque el 5 de mayo de 1.924, Alfonso XIII visitó el castillo de San Fernando de Figueras y, aparte de ordenar la colocación de una reja artística y de adecentar todo el espacio de las cuadras donde se encontraba el depósito de paja en el que murió Álvarez de Castro, ordenó colocar frente a su entrada una nueva lápida que dice: “En la pajera de esta cuadra [cuyos pesebres se han conservado como muestra del trato que le dieron] sufrió prisión de los franceses el Excelentísimo Señor don Mariano Álvarez de Castro, López, González del Pino, Troncoso de Liria y Sotomayor. Caballero de Hábito de Santiago, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos Nacionales, Capitán de Reales Guardias de Infantería Españolas y Gobernador Militar de Gerona y sus fuertes. Martirizándole sus guardianes, no permitiéndole dormir y ya en su agonía le sacaron para conducirle a la plaza que tan heroicamente supo defender, donde había de sufrir la pena de muerte vil en la horca, Dios fue clemente con el héroe y le llamó a sí antes de que sufriera muerte tan infame. S. M. el Rey Alfonso XIII (que Dios guarde) ordenó honrar la memoria del héroe y mártir disponiendo la presente ornamentación que sin desfigurar el lugar sirviese de perpetuo homenaje al sacrificio de la patria”.

…al hablar de la muerte del incomparable D. Mariano Álvarez de Castro, el hombre, entre todos los españoles de este siglo, que a más alto extremo supo llevar la aplicación del sentimiento patrio, no he podido menos de extender la vista para observar todo lo que había en derredor, encima y debajo de aquel cadáver amoratado que el pueblo de Figueras contemplaba en el patio del castillo una mañana del mes de enero de 1810. Aquel asesinato, si realmente lo fue, como se cree, debía traer grandes catástrofes a quien lo perpetró o consintió, y no importa que los criminales, cada vez más orgullosos, se nos presentaran con aparente impunidad, porque ya vemos que el mucho subir trae la consecuencia de caer de más alto, de lo cual suele resultar el estrellarse.

GERONA. Episodios Nacionales, capítulo XXVI, Benito Pérez Galdós (1.874)

Fuente: https://historia-hispanica.rah.es/biografias/1981-mariano-alvarez-de-castro



Categorías:HISPANIDAD, HISTORIA, TRIBUNA

1 respuesta

  1. Creo que algo falla en la cronología, aunque no soy un experto en la vida de Alvarez de Castro. Lo digo por solventar un error, si es que existe. Enero de 1786 capitán de granaderos y 1789 nombrado teniente coronel. Me parece mucho ascenso en tres años.

    ¡Y tan olvidado que está en Cataluña y el resto de España! Recientemente, en la calle de Madrid que lleva su nombre, oigo la siguiente conversación entre dos jóvenes de unos 16/17 años:

    • ¡Qué raro que “estos” no le hayan cambiado el nombre a la calle como a todos los generales de Franco!

    Tuve que detenerme y explicarles que era el héroe del sitio de Gerona, durante la Guerra de Independencia. Me lo agradecieron, pero lo ignoraban, a pesar de uno “confesar” que su padre era militar y que él pensaba seguir el camino. ¡Así estamos!

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