María José Ibáñez Rodríguez

La autora critica la representación contemporánea (2025) de Nuestra Señora de la Merced, su degradación cultural y artística. Denuncia el uso de estéticas «woke» asociadas a la modernidad que distorsionan el significado tradicional de la celebración religiosa. Se aborda además el asunto escandaloso del tráfico de personas y la pérdida de identidad cultural.

¿No era Nuestra Señora de la Merced lo que celebrábamos? ¿No representa a la Reina de los Cielos? 

 Ahora la imagen se ha sustituido por una pantomima circense y una mujercita empoderada “made in Catalonia”. Han desnudado a nuestra fiesta religiosa de todo su contenido cultural y por tanto popular.  Es decir, su arraigo.

 La imagen femenina que muestra es una joven maquillada de forma grotesca y ojerosa, que armoniza perfectamente con su cara de asco y desprecio, tan interesante.

 El único resabio de su pretendido barroquismo es el rancio retablo de cartón en el que está inserta y el estampado de su pesado vestido, que más recuerda el tapizado sucio de un viejo sofá burgués.  Con serios problemas habrán conseguido que la burda falda se levante, cual Marilyn de desván, justo a la altura de salva sea la parte,  para mostrar unas súperbragas rojas acompañadas también de unas medias gruesas sin liguero, rollo Pipi Calzaslargas.

 La cintura muy bien resaltada con un cinturón de tachuelas y, de remate,  unas botas militares estilo neonazi años 90. Un cromo, realmente.

 El resto de la corte virginal la componen un elenco de personajes con la misma cara de “zombie” y pies contemporáneamente encogidos al bailar, que producen una inquietante sensación que va del miedo a la repugnancia, es decir: morbosidad.

 El obispado habló de irreverente y yo añado que no lo es sólo por motivos religiosos,  sino por ensuciar el concepto de nuestros retablos barrocos y corromper la imagen de la Mujer Pura con semejante en esperpento empoderado.

 No debemos extrañarnos, pues todo responde a esa estética “woke” del globalismo a la que ya debíamos estar acostumbrados. A ese asimilacionismo cultural que es fruto de un territorio artístico invadido. Le ha tocado al Barroco Español y a la Virgen María.

 Reivindicó con toda mi alma a esa Reina de los Cielos Puros, a esa Bienaventurada Virgen María de las Mercedes patrona de muchos lugares del mundo, entre ellos  la República Dominicana y nuestra amada ciudad.

 Cuenta la leyenda que la Santísima Virgen se apareció al rico comerciante San Pedro Nolasco, que se dedicaba a liberar a gran número de esclavos cristianos,  que hacia el año 1203, eran capturados por musulmanes hacia África y eran víctimas de unas condiciones infrahumanas. En muchas ocasiones por medio de un rescate económico. Así se quedó sin fondos  y por esta causa fue que la Virgen le inspiró para que fundara una Congregación Liberadora.

 Con el apoyo de San Raimundo de Peñafort y del rey Jaime I de Aragón, el Conquistador, fundan la Orden de Santa María de la Merced.

 Los mercedarios fueron Caballeros de la Virgen, la Madre Liberadora e ideal de la persona libre. San Pedro Nolasco y todos sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo de la Corona de Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo titular de la Catedral de Barcelona. En 1.265 aparecieron las primeras monjas.

 Se calcula que fueron alrededor de trescientos mil los redimidos por los frailes mercedarios del cautiverio de los musulmanes.

 Actualmente entre 2015 y 2023 han muerto, sólo en el Mediterráneo, dos mil trescientas siete personas contabilizadas, hecho propiciado por el tráfico ilegal de personas a través de negreros de legales, es decir ONGs,  que presionan políticamente para su legalización a través de la financiación de la Unión Europea. Estos ilegales “legales”  sirven de fuerza de trabajo para empresas transnacionales que se aprovechan de su nula formación sindical y académica.

 El nuevo Orden Mundial necesita fuerza de trabajo sin arraigo nacional y sin sentimientos de pertenencia, para generar una sociedad de individuos solos, esclavos del Capital sin arraigo cultural que es facilitada por unas ONGs que son los negreros modernos.

 De ahí ese cartel: sumisión quintaesenciada “made in Spain”, siempre dispuesta a inmolar sus  más sagradas esencias por pertenecer a los “popus” de Liliput.

 Nuestra Señora de la Merced,  patrona de la Diócesis de Barcelona y,  por extensión popular, de toda la ciudad y también patrona de las instituciones penitenciarias:

ORA PRO NOBIS

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