Axel Seib

Creo que nadie es ajeno al escarnio al que están sometiendo a Rubiales por el tema del beso. Llevamos meses con el tema, es cierto. Pero ahora que la opereta ha pasado a la Audiencia Nacional, es el acabose.
¡Qué tiempos aquellos en que la Audiencia Nacional se juzgaba a terroristas y amenazas para el ordenamiento constitucional! Tuvimos a terroristas posando desafiantes y un estado que se defendía de la violencia más visceral. Ahora tenemos a una tal Jenny a la que le ha sentado mal un beso durante una celebración. La Audiencia Nacional ha pasado de ser una versión épica de «Urgencias» a ser el anuncio de sopa colado en «Médico de Familia».
Algunos me dirán que es mejor eso que tener terrorismo. Y mi respuesta es clara. Terrorismo seguimos teniendo. Otra cosa es que ahora el terrorista es un barbas en sandalias al que suelen apodar «enajenado» o «caso aislado» y antes era un vasco enrabietado. Por lo tanto, no hemos mejorado. Es más, se añade a la permanente amenaza del terrorismo de sandalia, la posible condena por haber dado un beso a la persona equivocada. No recuerdo semejante escarnio tras un beso desde lo de Judas. No sé si alguien se ha llevado 30 monedas. Aunque las 12 campanadas, si.
Rubiales me causa lástima. Ha caído en desgracia porque esa noche las feministas del antiguo Twitter estaban aburridas y él se puso a tiro. Tendría que haber caído por otras causas mucho más serias y no por una pandilla de adolescentes y bigotudas ociosas pero con capacidad de influir en los medios y en el gobierno.
Porque debemos recordar que todo eran risas en esa celebración y nada forzado. Mientras se retransmitía el beso, nadie veía tal enorme y patente agresión sexual. Todo alegría, los comentaristas felices, la Infanta por ahí sin mostrar sorpresa. Hasta que llegaron esas hordas cibernéticas llenas de indignación y Whiskas para revelarnos como crimen horrible una muestra de efusividad. En algunos domicilios de progres les debieron pillar con el paso tan cambiado y de forma tan rápida que ya no sabían si gritar «Viva España», «Ni una menos», «Juana está en mi casa» o «Viva San Fermín». Cuando lo pienso, me alegra ser de la fachosfera. No estoy sujeto a esos constantes cambios repentinos y absurdos. Ya sé que fui, soy y seré facha por los tiempos de los tiempos. Antes me ofendía, pero ahora me ofrece una seguridad metafísica que ningún progre puede imaginar.
Hay que ser claro, no viven bien. No me extraña que estén siempre tensos, rabiosos y con la cara desencajada. Esa cara tipo de Pardo de Vera o Sarah Santaolalla. Todos sabéis el tipo de cara. Esa cara que transmite arrogancia y soberbia con tics de asco y odio hacia el común de los mortales. Esa cara que ante el más mínimo estímulo se convierte en la viva imagen de la rabia desatada. También la podemos ver en Irene Montero y otras vedettes del mismo circo.
Es imposible que eso sea congénito. Estoy casi seguro que es una condición patológica a causa de su ideología. Y muy especialmente de estar permanentemente teniendo que hacer malabares y cambios de versión y posición para salir en la foto.
Así les pasa con Errejón. A saber qué es ese muchacho y si existen las denuncias falsas. O con las condiciones laborales de Pablo Iglesias en sus negocios. Sea en su bar o con sus becarios. También tenemos esos sortilegios por los que Trump pasa de proteccionista a ultra-liberal y luego otra vez a proteccionista por los aranceles. O con hacer una ley de bienestar animal y que se les rebelen los veterinarios. Porque la ley es capaz de matar animales domésticos por las malditas ansias de control y burocracia del gobierno hasta para recetar un antibiótico a un perro en urgencias. Lo mismo los veterinarios son reaccionarios. Nunca se sabe.
Demasiadas vueltas para no llegar a ningún lado. Únicamente para seguir la corriente del discurso dominante. O lo que queda de él. Porque entre los que ya no tragamos y los que se van a tener que bajar de la noria por el mareo, se les va a acabar el negocio. Yo les daría una Biodramina. Pero quizás necesite receta. Así que ajo, que es antibiótico.
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