Anécdotas de una sala de espera


Axel Seib

Como cualquier español, de vez en cuando renuevo documentos. Y se me planteaba la urgencia de renovar el permiso de conducir. Así que fui presto al centro de reconocimiento para dejarme unos dineros que podría invertir en cualquier cosa menos innecesaria. Pero el estado tiene bocas que mantener. Así que entro, me abren la ficha con los datos, relleno un documento, pago y voy a la sala de espera para hacer las pruebas.

Y allí, sentado junto a otros y frente a un cartel de «Voluntariat per la Llengua», tenemos la siguiente situación:

Actor principal: Varón marroquí de 55 años que no sabe español. Y no saber español significa ser incapaz de responder su nombre o su dirección de residencia.

Acontecimientos: Tal varón llega con ropa de trabajo al centro de reconocimiento. No hay posibilidad de comunicación porque no sabe el idioma. Así que pone al teléfono a su hija, que habla castellano. La hija informa que necesita el psicotécnico para que ‘le convaliden’ el permiso de conducción marroquí. Termina la llamada. Con los documentos se toman los datos. Pero mal, el domicilio no aparece. Desconozco qué documentos traía sin el domicilio. Le preguntan lo más fácilmente posible. Yo entiendo «Cornellá» entre balbuceos. La administrativa termina poniendo una dirección abstracta. O lo que viene siendo una mentira cochina. Porque obtener calle, número y código postal se muestra imposible. De hecho, ante esa situación, ya debería suspenderse cualquier trámite. Seamos claros, no se nos permitiría a ninguno de nosotros obviar el domicilio o que se lo inventen. Pero parece que hay que hacer la vista gorda. Tampoco es un peligro que se vaya de la lengua, no sabe decir ni papa. Pero altamente irregular y, presumiblemente, fraudulento. Pero supongo que el centro aplica la lógica «que se encargue la DGT». Y la DGT aplicará la lógica «que se encargue quien le solicite el permiso de conducción homologado». Y así se pasarán la pelota mientras se consienten irregularidades por alguna clase de miedo que causa un sujeto que está en nuestro país sin saber dar los buenos días.

Seamos claros, algunos ya estarán o estarían pensando que soy racista. Cosa que es cuestionable porque no hago mención a raza alguna. Y de hecho, mi observación va sobre organismos que hacen la vista gorda para admitir procesos administrativos de homologación a personas que no hablan el idioma y que no presentan datos concretos de domicilio. Ante la prueba de vista, ¿podrá decir la letra que ve, el número o el lado del cuadrado en que hay un vacío? ¿O podrá responder las preguntas sobre su estado de salud, cirugías, hipertensión o diabetes? Os lo adelanto, no ha hecho tal prueba. Todos en la sala de espera hemos hecho tal prueba en primer lugar. Lógicamente, ese individuo no la ha hecho. Sería raro admitir en un proceso de obtención de un psicotécnico a alguien que de primeras ya se sabe que no pasará la prueba. A menos que se le fuera a eximir de tal prueba, como ha sido el caso. Hemos asumido que hay que hacer la vista gorda por alguna clase de complejo o supuestos prejuicios. Luego hacemos reportajes para jóvenes españoles del tipo «3 países en que trabajar hablando español». Reportaje sobre Hispanoamérica o sobre ser profesor de español en algún país europeo. Muy coherente. Nosotros damos por supuesto que si alguien quiere trabajar fuera hablando únicamente español, habrá que ofrecerle casos concretos en que lo admitan. Porque no es lo habitual ni lo correcto cuando se va fuera. Pero nosotros tenemos a gente a los que les homologan permisos de conducción y hacen la vista gorda en datos y pruebas porque, aunque tienen una hija que habla español, ellos no pueden responder ni su nombre.

Y esa gente luego circulará por nuestras carreteras. Pero planteamos retirarles el carnet a las personas mayores. Analfabetos si, viejos no. Lo de siempre, el progreso.

No son complejos. No es racismo. Es idiotez. Y lo saben.



Categorías:BREVIARIO, CULTURA, DECADENCIA OCCIDENTAL

5 respuestas

  1. Cambie su antigua bañera por un plato de… lentejas.

    https://m.cuantarazon.com/26914/amor

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  2. Jovenlandeses en hoteles de 5 estrellas. Con alimentos, ropita nueva y móvil nuevo.

    Damnificados de Paiporta (Valencia): todavía duermen en el suelo, que sigue estando lleno de barro.

    Irene Montero gastó un total de 375.000 euros (dinero de todos) en la «app» que se ha retirado por falta de uso.

    Mucha gente sigue votando al PSOE con tal de que no gobierne Vox, que es la «ultraderecha» (sic).

    «Esta noche, un jovenlandés ha violado a mi mujer, a mi exmujer, a mis nueve hijas, a mis catorce hermanas, a mi madre, a mi abuela, a mi bisabuela, a mi tatarabuela, a mis quinientas amigas y a mis ciento cincuenta compañeras del curro (trabajo en una oficina). En tan solo una noche. ¡Refugees welcome! ¡Muchísimas gracias, Cruz Roja y Open Arms! Pero, como socialistillo que soy, seguiré votando al PSOE, con tal de que no gobierne la ultraderecha».

    Este es el pensamiento de muchísimos subnormales profundos.

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  3. Me he encontrado un calendario de pared, de este año 2025, de un colegio Ma.ris.tas, tirado en medio de la acera. Todos los profesores y todos los alumnos que aparecen en las fotografías del calendario, con camiseta o con sudadera. Ninguno con camisa (aunque sea de manga corta). Un poco más de elegancia, por favor. Así se mide la decadencia de la sociedad actual. Con detalles como estos. Me imagino que los fabricantes de camisas ya no fabrican para bebés, niños y adolescentes desde hace más de 20 años. ¿Para qué? Si ya nacen con una sudadera puesta.

    Hace muchos años, un kilo de mandarinas costaba 25 pesetas. Ahora cuesta, por ejemplo, 3,50 euros el kilo. La gente no es ton.ta. Todo se ha vuelto supercaro. Quien haya nacido ahora opinará que absolutamente todo es superbarato. Pero porque no conoció la época de las pesetas. Si la hubiera conocido, verá la diferencia abismal entre la época de las pesetas y la época actual, en euros, y, por supuesto, también comprobará la tomadura de pelo.

    No me vale el argumento de «bueno, pero el SMI ha ido subiendo». ¿Y?

    La gente no quiere la Vida Eterna en el cielo, ya que ahí no será libre al 100 %, pues habrá que seguir obedeciendo la voluntad de Dios. Y, encima, eternamente. Lo que verdaderamente quiere la gente es la Vida Eterna en España. Esta es la realidad. Hay que decir las verdades del barquero. Traer niños a esta vida terrenal es estafar a nuestros hijos. Así lo ve muchísima gente. La gente siempre mira el lado negativo de las cosas. En lugar de apreciar esta efímera vida terrenal, que es lo más maravilloso que existe (y la Vida Eterna en el cielo todavía será infinitamente mejor), la gente se fija en lo negativo: un día acabará nuestra vida terrenal.

    Las puertas de los edificios se estropean porque hay inquilinos que se hacen una copia de la llave de entrada a partir de otra copia. Siempre hay que hacer una copia a partir de una llave original. Por eso, en muchas comunidades de propietarios, hay tantos carteles de «Por favor, compruebe que la puerta queda bien cerrada». Una cosa es que la puerta se quede abierta unos milímetros y, con un simple empujón, cualquier persona ajena pueda acceder perfectamente al edificio. Y otra cosa es dejar abierta la puerta, a propósito, de par en par, para que entren ladrones y okupas. Cada día -tanto de día como de noche- me encuentro muchísimas puertas abiertas de par en par. Y no es porque haya alguien haciendo mudanzas. Simplemente es porque todavía hay muchísimos votantes partidarios de Ada Colau y, por lo tanto, a favor de los ladrones y de los okupas. Son los mismos propietarios podemitas quienes dejan las puertas abiertas de par en par, ya que tienen muchísimas ganas de ser víctimas de un robo con fuerza o de una okupación. Esto es así. Hay que decir las verdades del barquero.

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  4. La mera existencia de Elon Musk en este planeta Tierra, en esta vida terrenal, hace que absolutamente todos «progres» se hagan caquita encima. Los fabricantes de pañales para adultos no dan abasto. XD

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  5. En eesos centros aunque vayas sin un ojo, sin un brazo, sin una pierna y sin una oreja te dan el visto bueno.

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