La paradoja del trampantojo


Axel Seib

Creo que todos sabemos de la obsesiva y enfermiza neura que tiene la progresía con «combatir y acabar con la derecha y la extrema derecha».  Bueno, eso y la exageración cansina de la supermegaultraderecha. Con tanta hipérbole y tantos nombres y adjetivos añadidos, a veces me parece que hablan de imputados del PSOE. Pero bromas aparte, como digo, ya sabemos de esa obsesión con querer acabar con la derecha en España. Lo cual plantean como acabar con partidos políticos concretos. Parece que olvidan que la fuerza se la dan millones de votantes. Y a menos que quieran acabar con todos ellos físicamente, va a ser difícil acabar con nada. Aunque tampoco descarto que a costa de desastres naturales y de dejación de la administración, nos acaben diezmando. Al fin y al cabo, esos desastres y la inutilidad de la administración se muestran siempre más terribles en zonas humildes. A lo sumo, de clase media. Pero la clase media que el gobierno insiste en aniquilar. La del piso y monovolumen. No la clase media de chalet y coche híbrido.

El tema siempre lo sacan para sus bases. Debe ser que no hay cosa que excite más la mente de una charo, ni que le erice más el bigote, que la idea «épica» de acabar con la derecha. Así se explica que en el reciente Congreso del PSOE, una tal Isabel Rodríguez que dice ser ministra, haya sacado a pasear el tema. Y tan ministra no será, porque dice ser ministra de Vivienda, pero ocupa más tiempo en amenazar con acabar con millones de  votantes que en construcción de vivienda. Aunque no descarto que tenga un plan secreto en el cajón y nos sorprenda con un gran plan de renovación de vivienda. Derruir toda la vivienda construida en los oscuros años de la dictadura e instalar preciosos y ecosostenibles contenedores. Al más puro estilo canario. Con toda clase de lujos. 10 metros cuadrados, algunos incluso con una ventana. Y otros con agua gratis y renovable al caer directa de la gotera a la pica. Pero mejor no bromear, porque quizás les esté dando ideas.

Se da al mismo tiempo de esas declaraciones de la ministra, el veto a la comparecencia de Revuelta en la Asamblea de Madrid. Una propuesta para conocer la gestión de dicha organización juvenil para ayudar tras la catástrofe provocada por la gota fría. No parece interesarle al PP. Aunque vista la actuación peor que nefasta de la administración, no sería mal plan coger ideas de una organización juvenil que ha conseguido llevar más de 2.000 toneladas de ayuda, más y más voluntarios, aparte de fletar autobuses. Se ampara el PP en que los comparecientes deben ser individuos con especial trascendencia en la Comunidad de Madrid. Aparte de que las preguntas presentadas no sean únicamente relevantes para quien las fórmula. Aclaro, antes de nada, que el Reglamento es así de vago e impreciso. Dignos de sustituirse esos artículos del Reglamento por un «lo que diga la rubia». Sería igual de ridículo, vago y dejado a la arbitrariedad. Pero más divertido.

Imagino que Revuelta no es una organización juvenil con especial trascendencia en la Comunidad de Madrid. Su labor en Valencia pero con base principal en Madrid, debe ser una especie de notoriedad interprovincial inasumible en el ámbito autonómico. No sé si al salir por Guadalajara te piden pasaporte. En cualquier caso, un personaje con especial trascendencia para la Comunidad de Madrid podría ser Iván González, si vive allí. Cosa que desconozco, aunque parece ser así. ¿Es Iván González, alias Samantha Hudson cuando hace dineros de ser un esperpento, un personaje de especial trascendencia? Todos sabemos la respuesta que nos darían en esa Comisión de Juventud. Aunque tampoco es de extrañar. España es el país en el que un supuesto grupo mediático conservador emite «carreras de dragqueens» en su canal para jóvenes.

Y hablando de grupos mediáticos, ahí otro frente del obsesivo ninguneo y ataque a millones de españoles que no compran mercancía defectuosa. Pareciera, según los mismos que quieren acabar con la derecha desde el poder, que los medios les son hostiles.

Yo jamás habría dicho que la señora Susana Griso, famosa por mostrar indignación ante un musulmán intentando acuchillar a niños porque «eso alimenta a la extrema derecha», sea muy hostil al discurso dominante. Tampoco diría que Broncano es un ultraderechista. Ya no digamos Àngels Barceló. Ni, por mucho que digan, Pablo Motos. Porque el masajito, ya histórico, a Pablo Iglesias en contraste con la tensión con Abascal, habla por si mismo. Es más, Pablo Iglesias pasó a trabajar en el periódico catalán Ara. Y volviendo a montarse un chiringuito propio con presencia de una extrabajadora de RT(y luego dicen que la derecha es prorrusa).

Realmente es un paripé enorme. Porque el «gran ejemplo» de supuesto apoyo mediático a la derecha, es malmeter contra Iker Jiménez. En un país con tantos canales, radios, medios nacionales, regionales, locales, periódicos, medios digitales y panfletos varios, lo único que les sirve para «sostener» su teoría es un programa semanal en que algún colaborador es remotamente hostil al gobierno.  Acabáramos.

Todos sabemos que es absurdo. Sobretodo porque nos quieren vender que quienes controlan el discurso, el gobierno y los grandes grupos mediáticos, no son ellos. No hay que ser un genio para ver un nivel de mentira y sobreactuación ridículos. Pero de eso viven. Muchos viven demasiado cómodos y realmente creen que Pablo Iglesias es un antisistema y que a Abascal le invitan todos los días a desayunar con Ana Botín. Pero el caso, es que mientras gente como esa supuesta ministra, quiere acabar con la derecha, ese mismo Pablo Iglesias que fue vicepresidente, desde su chiringo, afirma que no hay que ceder espacio alguno a la derecha.

Realmente nos reconocen que son una enorme red que quiere la hegemonía completa y absoluta. Algo feo. Y totalitario. Pero en eso son hábiles. A esa persecución constante le atribuyen la carga de «lucha contra la intolerancia» y sus bases tragan. Porque tienen siempre a Popper en la cabeza. Bueno, más que a Popper, tienen una falta de compresión lectora que les hace retorcer la llamada «paradoja de la tolerancia». Porque según ellos hay que combatir la «intolerancia». Y, por ejemplo, mensajes y grupos yihadistas en redes sociales, son tolerables. Odio racial contra los europeos étnicos, también. Pero que a una señorita hiperventilada le pregunten si se ha tomado la pastilla, es inaceptable.



Categorías:OPINIÓN, POLÍTICA, TRIBUNA

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