Desde los orígenes del catalanismo, los protagonistas quisieron revestir la historia de Cataluña de alta dignidad. ¿Y para qué conformarse con unos pequeños condados si se podía revestirlo todo con una corona? Y es así como nació el mantra de la Corona catalano-aragonesa. ¿Tanto cuesta entender que los reyes de Aragón simplemente se aposentaron en Barcelona, cidad de la que tenían título de condes, pero que su título real correspondía a Aragón?

En fin, lo único que se nos ocurre a estas alturas de la película es ir a la catedral de Barcelona y contemplar la pared que colinda con el viejo Palacio real, Ahí se pueden ver unas inscripciones que dejan bien claro los títulos de los reyes de Aragón, y -evidentemente- de corona catalano-aragonesa, nada de nada.

El final del texto es elocuente: «En el reinado del Ilustrísimo Rey Don Jaime, Rey de Aragón, de Valencia, de Cerdeña, de Córcega y Conde de Barcelona». Evidentemente no era «rey de Cataluña», título inexistente. Era conde, conde de Barcelona. Repetimos, Conde.

La traducción reza: «Reinando el Señor Alfonso, Rey de Aragón, Valencia, Cerdeña, Córcega y Conde de Barcelona». Repetimos de nuevo, Conde, Conde de Barcelona.

¿Hasta cuándo durará la farsa de la corona catalano-aragonesa?

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