Consciente de esta amenaza, en 1571, el mundo católico se une para combatirlo. España, Venecia, Génova, los Estados Papales y la Orden de Malta se aliaron para formar la Liga Santa. La alianza tendría validez por un período de tres años, durante el cual se reuniría una gran flota para derrotar a la flota naval del sultán Selim II.
La flota aliada estaba al mando de Juan de Austria, hermano bastardo del rey Felipe II. Tenía como almirantes en la Armada española a Álvaro de Bazán, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria, que reunieron 90 galeras, 24 naves y 50 fragatas y bergantines.
La flota veneciana iba capitaneada por Sebastián Veniero y estaba formada por 6 galeazas, 106 galeras, 20 fragatas y 2 naves, mientras que la flota pontifícia de Marco Antonio Colonna reunía 12 galeras y 6 fragatas.

Las galeazas eran los navíos más potentes gracias a su gran aportación artillera. Las galeras eran impulsadas por remeros profesionales o por condenados por delitos a este duro trabajo. Muchas de las galeras italianas estaban en un lamentable estado para la guerra y tuvieron que reforzarse con 4.000 infantes y 500 arcabuceros españoles en cada galeaza.
La escuadra turca, al mando de Alí Bajá contaba con 210 galeras, 63 galeotas y 92.000 combatientes, de los cuales 34.000 eran soldados, 13.000 tripulaciones y 45.000 galeotes.
El combate se decidió gracias a la superior fortaleza y al mejor armamento de las 26 naves españolas que ocupaban la batalla o centro y a la eficacia de los arcabuceros; la nave real de Juan de Austria fue embestida y abordada por la del generalísimo turco Alí, que había previsto una maniobra envolvente por el ala derecha de la flota coligada, a fin de empujarla hacia el interior del golfo y encerrarla en él.
Después de dos horas de forcejeo indeciso, los soldados de la Liga, rechazados en tres ocasiones, entraron en la capitana turca y mataron a su general. La victoria del centro fue decisiva, pues el ala derecha, mandada por Doria, sostenía una lucha desventajosa con Luchalí, que se había infiltrado hábilmente por el centro en la primera fase del combate, y que trató, con una hábil maniobra, de atacar al centro de la Liga, que se retiraba vencedor con las naves capturadas.
La inmediata intervención de Juan de Cardona, y la posterior de la reserva mandada por el marqués de Santa Cruz, obligaron a huir a los turcos hacia la costa de Morea. Barbarigo el jefe veneciano, que mandaba el ala izquierda, resultó muerto, pero la ayuda de la reserva y el arrojo de los venecianos permitieron su triunfo sobre la derecha otomana y la muerte de Siroeco, que iba a su frente.

No podía faltar la presencia de marineros y soldados vascos en la contienda. La victoria tuvo un fuerte impacto en tierras vascongadas, pues después de varios siglos aun perduran las muestras de entusiasmo mediante los celebres “errebombillos” de Elorrio, que se celebraban año tras año el primer domingo de octubre, conmemorando festivamente de una manera muy tradicional el histórico suceso, que avalan una activa participación en el combate de gentes oriundas de Elorrio.
Se han comprobado la existencia actual de calles con el nombre glorioso de Lepanto en varias poblaciones vizcaínas: Baracaldo, Guecho, Portugalete, Santurce, Lejona y otras.
Ahora bien, la intervención de los marinos vascos en Lepanto fue muy reducida y modesta en comparación a la de otros grupos nacionales, especialmente los de la ribera mediterránea desde Cataluña hasta Andalucía. Eso fue debido a la imposibilidad de atender a la vez los dos teatros estratégicos del momento: el Atlántico y el Mediterráneo. Quedaron la mayor parte de los marinos guipuzcoanos y vizcaínos al servicio de las naos oceánicas para el tráfico de Indias o para el reforzar la presencia naval española en los Países Bajos.
Alguno de los marinos y soldados que intervinieron de forma destacada en la preparación de la escuadra y en el desarrollo de la batalla:
Juan Ibañez de Aulestia y Mendirichaga, de Murelaga, general de marina.
Antonio de Alzate, de Fuenterrabía, constructor de la nao capitana real en la que navego Juan de Austria, y capitán de la nao soberana del Papa.
Juan Núñez de Palencia, de Fuenterrabía, capitán de soldados.
Francisco de Ibarra, de Eibar, contador mayor de galeras.
Ruiz de Galarza, de Anzoula, muerto en combate.
Marcos de Isaba, de Isaba (Navarra), mandó una compañía de 178 hombres que perteneciente al tercio de Miguel de Moncada.

“En esta batalla, uno de los más valientes capitanes, que más se señalaron, fue don Marcos de Isaba, tan celebrado en la Austriada del Regidor de Córdoba, pues teniendo el Ochaliren las galeras de Malta, y degollada gran parte de los comendadores, les embistió y peleó tan valerosamente con este famoso capitán, que en breve rato se la volvió a ganar y rescatar y en particular la capitana de ellas con el general Jofre Justiniano, que sólo con otro comendador habían dejado con vida, con muerte de muchos genízaros, que son los nervios del poderoso brazo del turco, e hizo en aquel tan sangriento día otros hechos heroicos y notables, y después de muy grandes servicios, fue a Castellano de Capúa en el reino de Nápoles.”
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