Según Rossell y Vilà, otra de las diferencias entre castellanos y catalanes era la moral. Según él, en Cataluña ya se ha producido una mutación espiritual: se ha abandonado la religión, y ha triunfado la moral. Por eso, alega, en Cataluña las Iglesias están vacías de hombres y sólo van las mujeres. Porque los catalanes saben que obran bien y tienen el cielo ganado. No como en Castilla, que los hombres aún van a Misa.

En 1930, Rossell escribirá su obra más famosa: La Raça. Como tantos manuales nazis de la época, Rossell intenta reducir la historia de la Humanidad a una historia de razas. Siguiendo las tesis de Gobineau trata de averiguar si las aristocracias feudales eran arias y de la misma raza que sus subordinados. La tesis, que sutilmente ha influido tanto en el nacionalismo, es que sólo puede existir una verdadera nación cuando una raza se ha organizado políticamente, así este republicano de izquierdas llegó a afirmar que: “La política de la libertad completa, individual y colectiva, tiene un nombre: política raciológica”.

Respecto a esta nueva ciencia quiere dejar bien claro su contenido: “Con los enunciados que componen la raciología se podría pensar que esta ciencia se ocupa tan solo de la parte corporal de los grupos humanos. No es así. Las razas poseen una mentalidad particular y ellas son las únicas forjadoras de las culturas. Sin raza no hay cultura, y allá donde la población es mestiza, la ausencia de cultura es absoluta”. Rossell acabó siendo elegido diputado por ERC y ocupando cargos en la Generalitat catalana.

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