Entre los Mossos d’Esquadra se habla de una «caza de brujas». Se ha manifestado últimamente una obsesión de los jefes de los Mossos por frenar las fugas de información.

Un ejemplo, en medio de una operación contra una red mafiosa china, varios periodistas que asistían fueron requeridos a identificarse. Quienes reclamaron los datos eran agentes de la División de Asuntos Internos (DAI), cuyas competencias se limitan a investigar irregularidades dentro del cuerpo. Es decir, la policía de la policía o, como son conocidos, los hombres de negro.

De paisano, los agentes fotografiaron los DNI y apuntaron los números de teléfono de los periodistas, entre ellos redactores de ‘El País’ y la emisora Catalunya Ràdio. También se aseguraron de que los números eran ciertos. Marcaron, se cercioraron de que no les mentían y se fueron. Horas después se confirmó que su objetivo era el de cruzar los números con el de agentes y mandos en busca de quién pudo avisar a los periodistas de un detalle concreto de la operación.

Esa forma de actuar, tachada de «alegal» por fuentes judiciales, ha levantado no sólo una tormenta entre periodistas por la eventual creación de un archivo con datos de profesionales de periodistas.

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