Algo huele a podrido en la Barcelona del Pacto de la Xibeca


Rotativos locales y nacionales informaban del intenso hedor percibido en la ciudad Condal durante el miércoles 18 de noviembre. Según Protección Civil, las tareas de abono que se llevaron a cabo en unos campos del Parque Agrario del Llobregat eran el origen de una fetidez impropia para una ciudad cosmopolita, de diseño exquisito y “presunta” capital de la nueva República Catalana en devenir. Condiciones meteorológicas propicias podrían haber dispersado la peste por la ciudad. La causa probable se ha convertido en todo un enigma, ya que los procesos de fertilización difícilmente pueden ser tan intensos y llegar tan lejos.

El olor a podredumbre que impregna cada rincón de la ciudad y se ha ido extendiendo por el Principado, emana de un Parlament indigno, habitado por la golfería más selecta y repipi del país. Fin del misterio. La peste tiene su origen en esa clase política corrupta y endogámica, que en nombre de Cataluña ha estado viviendo del Cuento de la Lechera, del patriotismo comisionado del 3%, de los cargos públicos otorgados con el índice de los amigotes y de la impunidad que otorgaba formar parte de la tribu micro-nacionalista, democrática y libertadora como ninguna.

Emana, así mismo, de un ególatra como Artur Mas, mamporrero de la familia Pujol-Ferrusola durante años y recadero a tiempo completo de esas cuatrocientas familias catalanas de recia cuna, que desde hace dos siglos asumen que Cataluña es su cortijo particular, como la Marbella macarra lo era para Jesús Gil y su tropa de truhanes. El resto de actores y actrices, son comparsa subvencionada y en el peor de los casos, un virus estomacal incómodo pero pasajero. El anticapitalista farlopero Baños, el republicano-católico Junqueras, la folclórica y exfalangista Lluís Llach o el comunista arrepentido Romeva, son la subtrama necesaria de una comedia costumbrista de final conocido: un juego floral perpetuo en un país de soporíferos poetas, donde el valor de la palabra cotiza a la baja como la prima de riesgo de la Plaza Sant Jaume.

xibeca

A Artur Mas ya sólo le queda embadurnase generosamente con vaselina esa parte del cuerpo siempre oculta a los rayos de sol. Intuye que la Generalitat bien vale una humillación histórica, también transitoria, aunque para ello tenga que sacrificar a los últimos peones que le rodean en una aventura populista sin retorno posible. Porque en el fondo, el post-pujolismo y la CUP comparten un mismo anhelo: crear un capitalismo étnico de “rostro humano”, donde las élites de siempre ocupen los puestos reservados, a cambio de que los charnegos-conversos puedan incrustarse en una administración con recursos suficientes para no padecer sobresaltos vitales e inoportunos recortes salariales, que son una jodienda. Lo que están diseñando es una nación de funcionarios y funcionarias, cuyo único requisito sea acreditar el nivel “C” de catalán y una obediencia inquebrantable. Y aquí se termina toda la épica, la ética y la estética posible. Queramos o no, millones de catalanes estamos siendo teletransportados hacia el país de Pin y Pon, para deleite de una casta política que ha crecido mamando de una «cultureta» sospechosamente provincial y a la que a estas alturas se le terminaron todos los golpes de efecto.

Algo huele a podrido en Barcelona. Y esta vez no son los Pactos del Majestic, sino el «Pacto de la Xibeca», entre esa derechona neoliberal y relativista «de casa nostra» y los Anticapitalistas-2.0 globalizantes.

¡Lo que nos vamos a reír!

 

Arnau Jara



Categorías:POLÍTICA

1 respuesta

  1. Llamar católico a Junqueras o a todos del del Jx3% o de la CUP es un insulto a los católicos con «valores cristianos»

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