La dictadura light. Por qué el nacionalismo catalán es totalitario.
Cuarta parte.
La falsa democracia y la estigmatización del disidente
Pese a la imagen de moderación, de tolerantes y de demócratas que venden al exterior los nacionalistas, presumiendo siempre de que no hay violencia y de su civismo, lo cierto es que a poco que rascamos sale a reducir su verdadera cara. Rajoy y Albiol increpados hace apenas unos días en plena campaña en Reus, el boicot a Rosa Díez en un acto en la Universidad Autónoma de Barcelona por parte de estudiantes separatistas, las amenazas a Albert Rivera, el “escrache” a un miembro de Societat Civil Catalana a las puertas de su casa, la publicación de nombres e imágenes de militantes de organizaciones contrarias a la secesión que no ostentan cargos públicos, la agresión a un joven que repartía octavillas para acudir al 12-O… Los casos son tantos que necesitaríamos páginas y más páginas para incluirlos todos, y nos quedaríamos cortos. Todas estas cosas no son normales en una democracia.
¿Qué buscan con todo esto? Pues ni más ni menos que hacer la vida lo menos cómoda posible, por no decir imposible, a los que les hacen frente. Llevar la contraria a estos simpáticos individuos se ha convertido en un deporte de riesgo en Cataluña. Digan lo que digan los separatistas, mucha gente tiene miedo aquí de decir que se sienten españoles. Cuando le exponen a uno públicamente en ciertos medios, sin tener ningún cargo público, lo que intentan no es otra cosa que señalar y estigmatizar a esa persona, afectando a su vida privada y laboral, que es algo mucho más sutil que ir y lanzarle un cóctel molotov, como ha pasado tantas veces en las provincias vascas. Buscan marcarle a uno como apestado, como la oveja negra que no entra en el redil. Buscan la muerte civil del que se opone a sus planes.
Tampoco es normal en una democracia intentar imponer el pensamiento único mediante la educación, o más bien el adoctrinamiento, en las escuelas, y mediante el aborregamiento masivo a través de los medios de comunicación subvencionados. Y cuando son públicos, como TV3, peor todavía. Ni es normal que nos metan la estelada hasta en la sopa, que hagan llamamientos a la desobediencia, que se pasen las leyes por el forro, que utilicen a los deportistas, que un obispo se postule en favor de la secesión, que cuelguen sus trapos en las iglesias, que culpen a otros de todo… No, todo esto no es normal en una democracia. En una dictadura, sí. Ni son demócratas ni lo han sido nunca. Y no tienen por qué serlo, pero al menos que no presuman de ello.
Falsificación de la historia
Los nacionalismos totalitarios han usado la historia, pervirtiéndola y exagerándola, con el fin de aportar solidez a sus tesis. En el caso que nos ocupa propagan medias verdades y muchas mentiras. La principal, la referente a los hechos del 11 de septiembre de 1714, supone el pilar histórico sobre el que alimentan gran parte de su propaganda.
Pero, ¿qué se dirimía en aquella guerra? Fue la llamada Guerra de Sucesión, en la que estaba en juego la Corona de España. Resumiendo: al morir sin descendencia Carlos II, el último representante de los Habsburgo, guerrearon por la Corona Felipe de Anjou de la Casa de Borbón por un lado y el Archiduque Carlos de Austria, también de la Casa de Habsburgo, por el otro, en un conflicto que involucró a otros países europeos traspasando nuestras fronteras. Por tanto, ni Cataluña era una nación, ni fue invadida por España (pues era parte de), ni perdió su independencia. Todo lo que defienden los separatistas en torno a este hecho histórico es mentira. Por cierto, si ya es extraño “conmemorar” una derrota, más extraño es hacerlo por primera vez ¡172 años después!, pues la primera vez que se celebró el 11-S fue en 1886.
«Se trata de vencer o vivir esclavos. En la Guerra de Sucesión que afligió la España, no se trataba de defender la patria, ni la nación, ni la religión, ni las leyes, ni nuestra constitución, ni la hacienda, ni la vida, porque nada de esto peligraba en aquella lucha. Sólo se disputaba de cuál de los dos pretendientes y litigantes a la Corona de España debía quedar el poseedor… Estaba la nación dividida en dos partidos, como eran dos los rivales, pero ninguno de ellos era infiel a la nación en general, ni enemigo de la patria. Se llamaban unos a otros rebeldes y traidores, sin serlo en realidad ninguno, pues todos eran y querían ser españoles, así los que aclamaban a Carlos de Austria, como a Felipe de Borbón».
Antonio de Montpalau, ‘Centinela contra franceses’.
Por supuesto tampoco toda Cataluña era austracista. Villas importantes como Berga, por ejemplo, fortín hoy del separatismo, fueron en su día felipistas. Tampoco luchaban los catalanes, ni unos ni otros, bajo la bandera de las cuatro barras y, ni muchísimo menos, bajo la estelada, sino bajo el pendón de Santa Eulalia.
Por si les parece poco, aquí tienen el bando que circulaba por Barcelona llamando a su defensa:
“Se hace saber a todos generalmente, de parte de los tres Excelentísimos Comunes, considerando el parecer de los Señores de la Junta de Gobierno, personas asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, está expuesta al último extremo de someterse a una entera esclavitud…
Se hace también saber, que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus cargos, explican, declaran y protestan los presentes, y dan testimonio a las generaciones venideras, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, quejándose de todos los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida Patria, y extermine todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en esclavitud del dominio francés; pero así y todo se confía, que todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España.»
Y esta es la arenga del general Villarroel (castellano) a las tropas barcelonesas el 11 de septiembre de 1714:
« Por nosotros y por la nación española peleamos.»
En fin, no es necesario extenderse mucho más. Las manipulaciones son constantes, las mentiras evidentes y las medias verdades malintencionadas. Si los nacionalistas quieren llegar a ser un estado fundado en mentiras, manipulaciones, coacciones e imposiciones, allá ellos con su conciencia, pero que no duden de que los catalanes libres de nacionalismo estaremos enfrente para plantarles cara.
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